–¡Janneth! Andrés… ¿Qué haces aquí?
Lucia descansada y fresca, pero iba mal peinada y mal maquillada; era evidente que había dormido hasta muy tarde y que se había vestido a la carrera al saltar de la cama. Como siempre, se había metido a la oficina sin llamar a la puerta, pero esta vez su expresión era más de preocupación que de atolondramiento.
–Julia, ¿Qué diablos pasa contigo? –Le espetó Janneth–¿Es que no te has dado cuenta de la hora que es?
–Mira, después me recriminas lo que quieras, en este momento estamos en medio de una emergencia.
–Exacto. Estamos en medio de una grave emergencia desde hoy en la madrugada.
–Marcos desconecto y apago los teléfonos de la casa para que yo pudiera dormir. Me enteré hasta recién unas horas de lo que estaba pasando. Te juro que quería matarlo. Es la segunda vez que me hace una cosa así.
–Él solo se preocupa por ti. Es lo que haría cualquier buen esposo–dijo Andrés.
El comentario hizo que Julia se pusiera colorada y que Janneth desaprobara la observación con un fruncimiento de ceño.
–Y tú ¿qué haces aquí? –le volvió a preguntar Julia–. Que yo sepa hoy tenías un compromiso muy importante en otra parte.
–Lo cancele. Quedamos con Janneth en encontrarnos hoy temprano para estudiar este asunto del asesinato de Úrsula y los efectos que tendrá en el caso de Alberto, y por supuesto, también en la empresa.
–¿Quisimos comunicarnos contigo para que nos acompañaras pero nunca contestaste el teléfono? –señaló Janneth.
–Mira, ya no sigas con eso. –Protesto Julia–. Ya estoy aquí y puse orden en la casa. Después del mediodía le daremos una exclusiva al Observador exponiendo nuestra postura sobre el asunto; también he girado un memorando a toda la planta administrativa con instrucciones de lo que deben hacer y decir si son abordados por la prensa. Lo que me preocupa ahora, es cómo vamos a mitigar el efecto que tendrá esto sobre el próximo lanzamiento.
–No podremos hacer mucho. El lanzamiento está a solo dos días y la muerte de Úrsula nos dará mala prensa, sin embargo, Andrés tiene información y un par de ideas que pueden servirnos para montar una improvisada campaña para amortiguar parte del daño que nos dejará esta otra crisis.
Julia se adelantó y se sentó a la par de Andrés en el mismo instante que Janneth se ponía de pie y sacaba su carterita de uno de los cajones de su escritorio.
–Esto pudo haberse evitado. –Comentó Andrés con una sombra de culpabilidad y arrepentimiento cruzándole el rostro–. Se los advertí desde el principio.
–Y yo les dije que no había opciones–replicó Janneth–, tenía que decidir entre la seguridad de Úrsula o la libertad de Alberto. En todo caso, le advertí que se largara de la ciudad con tiempo, todo lo que ocurrió después fue responsabilidad de ella.
–Pero te has puesto a pensar que de pronto ella tampoco tuvo muchas opciones.
–Andrés, deja de mortificarte con eso. Fue una situación en la que ella se metió sola. Ahora esta donde siempre debió estar, lejos de Divas y de Alberto. En todo caso, si te sirve de algo, recuerda que la decisión la tome yo, aun después de escuchar todas tus advertencias... Bien; yo los dejo para que trabajen en la campaña.
–¡¿Te vas?! ¿Te marchas en medio de esta crisis? –Exclamo Julia
–Esta crisis le incumbe más a tu departamento que al mío, y confío que harás un buen trabajo ahora que has aparecido. Discútelo con Andrés y papa: él debe estar aterrizando en el aeropuerto en este momento y no tardará en llegar, es mejor que le tengas preparado el plan de acción para cuando llegue.
–¿Pero, y a dónde vas tú?
–A hacerme cargo de otra crisis.
–¿Otra crisis? ¿De que estas hablando?
–Voy a visitar a mi tía Laura.
–¡Dios mío! ¡Mi tía! –exclamó Julia, atónita y cubriéndose la boca con una mano–. Debería ir contigo.
–No, tu eres necesaria aquí. Ella lo comprenderá, no te preocupes–. Consultó su relojito de muñeca, se despidió de Andrés y les recomendó que la mantuvieran informada de cualquier novedad antes de salir de la oficina.
–Tu hermana es impresionante–dijo Andrés cuando quedaron solos–. No se le escapa un detalle. Estoy seguro que en este momento nadie en la empresa ha pensado en tu tía.
–No me recuerdes eso, que me da vergüenza –dijo Julia–. yo debí haber pensado en mi tía antes que ese Robot.
–No lo tomes como una competencia, ni la envidies tanto. Recuerda que ese Robot es el que decidió la suerte de Úrsula.
–Pero nosotros la dejamos
–¿Crees que pudimos haberla detenido?
–La pregunta es más bien si quisimos detenerla.
Agacharon la cabeza y se sumieron con vergüenza en la reflexión de aquel ultimo comentario.
–¿Crees que Fellini y Mendoza fueron los que mandaron a silenciar a Úrsula?
–Es probable. Ahora que ella está muerta tienen aún menos posibilidades de terminar en una cárcel. Sin embargo, lo que le hicieron es más propio de una mafia que de un par de funcionarios corruptos y desesperados.
Editado: 14.02.2024