Todo estará bien

Capitulo 52

–Supongo que debo comenzar confesando que cometí muchos errores con tu crianza y la de tus hermanos, pero sobre todo con la de mis hijos. Patrick y Esther nunca poseyeron la fuerza que tienes tu o Julia, ni siquiera con Erick puedo compararlos. Ustedes se parecen más a Manuel y a mí, en cambio, ellos… eran igualitos a su padre. Criaturas débiles, egoístas, posesivas y sedientas de atención y afecto. Desde luego que yo los amaba: eran mis hijos; pero nunca les manifesté ese afecto empalagoso que ellos pedían. Tú me conoces: para mi ese tipo de conductas es de mal gusto. Quise volverlos personas sobrias, reservadas, personas distinguidas y refinadas: cultas y civilizadas en pocas palabras. Sin embargo, creo que me excedí con la disciplina tratando de enseñarles a auto controlarse. Supongo que sin tu presencia y la de tus hermanos el daño que hice habría sido menor, pero ya ves; las cosas no ocurrieron así: tu madre murió y yo tuve que hacerme cargo de ustedes. Admito que al principio creí que ustedes serian niños difíciles, sin embargo, poco a poco fui descubriendo que las cualidades que deseaba imponer a mis hijos eran naturales en ustedes, yo solo me limite a fortalecerlas y pulirlas, y ustedes eran tan maleables y dóciles que rápidamente corrí a cometer de mis peores y más grandes errores: ponérselos constantemente de ejemplos a Patrick y Esther.

Si, fue un gran error, Janneth. Con eso; no solo conseguí que se volvieran contra ustedes, sino, también contra mí, y con los años, me tocaría pagar muy caro aquel equívoco.

Cuando Esther comenzó su precoz carrera, Lidia y yo sabíamos que sería grandiosa, pero créeme, para nada estábamos preparadas para lo exitosa que fue. De la noche a la mañana Esther estaba hundida hasta el cuello en un mundo completamente nuevo para ella: un mundo alucinante de Flashes, portadas en revistas, apariciones en televisión, contratos, adulaciones. Con Lidia hicimos lo que pudimos para mantenerla sobria y con los pies en la tierra, pero, al final, simplemente se nos salió de control.

Laura suspiró e hizo una pausa, pero Janneth supo que no era para poner en orden sus recuerdos sino más bien sus sentimientos: estaba a punto de zambullirse en la parte más escabrosa del relato.

–Esther era una cría malcriada y corroída por la frustración –dijo–, y con la fama, encontró la oportunidad y las maneras de restregarme en la cara sus resentimientos. Entre más la reconvenimos, más rebelde se fue poniendo, y fue muy doloroso, porque yo sabía que lo hacía para herirme. Fue hasta ese momento que me hice consciente del gran daño que le había hecho, y lo más frustrante era que yo no sabía cómo repararlo, y entonces cometí otro estúpido error, Janneth: la ignoré. De pronto, para mí, Esther estaba haciendo simplemente otra de sus habituales rabietas, pero a lo grande; y supuse que si la dejaba estar como hacía siempre que se emberrinchaba simplemente se le pasaría, sin embargo, me equivoque otra vez al suponer demasiado, porque fue en ese entonces que Úrsula se le cruzo en el camino, y con esa mujer junto a ella; las cosas solo pudieron ir para peor.

Imagino, que, al principio, debió ser difícil para Esther pasar por encima de todas las normas que le impuse.  Como ya te dije; ella solo era una niña tonta jugando a ser mayor. Se divertía derrochando dinero, desvelándose en fiestas, tomándose fotos sugestivas que ella sabía serían publicadas por algún periodicucho, y sobre todo dando de qué hablar. Ella era muy consciente que el escándalo era lo que más me mortificaba y procuraba envolverse en tantos como podía, sin embargo, yo sabía bien que en el fondo las suyas eran puras poses. Todo fue fingido y actuado, era como esos niños que amenazan con dejar de respirar si no complacen sus caprichos; puede que lleguen a ponerse hasta colorados, pero al final nunca cruzan la línea, y así era Esther, o por lo menos así fue hasta que conoció a Úrsula.

Veras: el motivo por el cual Esther tardó en cruzar la línea, fueron los valores que le había inculcado. En su interior debió liberar una lucha tremenda, entre las formas que había encontrado para castigarme y los principios que le había inculcado. Ella era en cierto modo una oveja jugando entre una manada de lobos. Yo solo puedo imaginarme todo lo que debió haber hecho y dicho para fingir ser un lobo también, sin embargo, tarde o temprano tenía que ponerse en evidencia su verdadera naturaleza y eso ocurrió el día en que le confesó a Úrsula que era virgen.

Las mejillas de Janneth se sonrojaron, el relato estaba pintando para peor, y ahora no estaba segura de querer escucharlo, sin embargo, a aquellas alturas, Laura no parecía dispuesta a dejarlo incompleto.

–Tú conoces bien lo que pienso sobre el sexo–dijo–: es y debe ser un asunto privado, y por mucho que se diga y se predique; jamás es igual para el hombre que para la mujer. Más allá de las comparaciones sobre la intensidad del placer o los minutos de delirio que te proporcione, en el balance final, nosotras siempre tenemos mucho más que arriesgar y perder frente a los hombres. Eso te enseñe a ti, eso le enseñe a Julia y eso mismo le enseñe a Esther. Mi intención, por supuesto, no fue inculcarles miedo, sino precaución y respeto basados en la premisa de que, así como este no es igual para hombres y mujeres tampoco entre hombres y mujeres tendemos a valorarlo igual…lamentablemente…Esther tuvo que corroborar mis enseñanzas a través de una amarga experiencia.

Laura agacho la cabeza tomándose su tiempo para recobrar el aplomo y entonces continuó.

–Cuando Úrsula se enteró que Esther era virgen…ella puso en venta su virtud…Esparció la voz entre los tipejos que conocía y la subastó como a una prostituta en un burdel… Ella se comprometió a que el que pagará más le ayudaría a seducirla y así lo hizo.




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