–A partir de aquí–continuó Laura–,en lo único que coinciden el relato de Alberto y Esther, es en que no recuerdan nada, o casi nada, de lo que pasó después de que se separaron. Alberto afirmaba que dejo sola un minuto a Esther para ir al baño; que en el baño perdió el deseo de hacer lo que pretendía hacer al toparse con varios hombres drogándose, y que no parecían sentir los nauseabundos olores a sexo, vomito, y drogas. Cuenta que se dio la vuelta asqueado, y que al llegar donde había dejado a Esther la encontró siendo jaloneada de un brazo por Marvin Salgado. Luego, dijo que todo se puso rojo, y que no recuerda nada más que eso: que todo se puso rojo.
Esther, por su parte, me contó que Alberto la dejó un minuto sola para ir al baño y que en ese breve instante Marvin Salgado, del cual ignoraba que estaba en la fiesta, salió quien sabe de dónde y comenzó a acosarla y a recordarle lascivamente los buenos tiempos que pasaron juntos, ella quiso escabullirse pero él la tomó del brazo y comenzó a jalonearla, y después de eso, dice que apenas recuerda cómo se dieron las cosas: en un instante estaba siendo jaloneada por aquel bruto y al siguiente Alberto estaba embarrado hasta las narices de sangre y rodeado de hombres que intentaban separado de Marvin al que le había roto la nariz, y fracturado la mandíbula dejándosela en una posición imposible. De pronto ella se había quedado congelada en un shock nervioso y Alberto se había convertido en un maniático homicida que había lesionado a cuatro hombres y que peleaba como un poseso contra otros seis que intentaban impedir que matara a Marvin, que, tirado en el suelo, había perdido la conciencia, pero al que igual, Alberto pateaba en las costillas de las que ya le había fracturado dos. Había sangre, gritos, y entonces Esther dice que oyó la voz de un hombre; la voz de Farid, suplicándole que detuviera a Alberto porque al parecer solo ella podría contenerlo y evitar que asesinara a Marvin, o que lo asesinaran a él. Al final, Esther reaccionó, y aunque al principio creyó que no podría lograr apaciguar a Alberto, este reaccionó poco a poco, y lo primero que hizo al recobrarse fue contemplarse las manos manchadas de sangre, se dejó conducir por varios hombres a una cabina y varios enfermeros se llevaron a Marvin a la enfermería del yate para darle los primeros auxilios. Farid se llevó a Esther a su lujoso despacho, le proporcionó un calmante y una bebida fuerte, y está, en el estado nervioso en que se encontraba, se desahogó contándole entre lágrimas, a aquel billonario al que apenas conocía, las razones y los motivos por los cuales Alberto había atacado a Marvin. Pero si crees que el escándalo detuvo la fiesta, estás equivocada. Esta continuó como si nada, y en toda la noche, de lo único que se habló y especuló fue de la pelea del esposo de Esther Alemán. Al final, fue Alberto el que convirtió el evento en la fiesta del siglo. Entre los asistentes, y por supuesto, con la discreción obligada, hablaron de ella durante años, y uno que otro rumor, que no pudo confirmarse nunca, se filtró a la superficie de vez en cuando. Farid, como puedes imaginarte, no podía estar más feliz. Consoló a Esther obsequiándole un bono por la asistencia a la fiesta, se hizo cargo de la atención médica de los asistentes lesionados, y se aseguró que Marvin desistiera de poner una denuncia por asalto e intento de homicidio. Esther sospecha que lo engañó haciéndole creer que aún se conservaba la carta que Úrsula le envió a Alberto contando lo que le habían hecho a Esther, que, por aquel entonces, aún no llegaba a la mayoría de edad. Marvin, además, estaba en aquellos días en lo mejor de su carrera política y aspiraba, patrocinado por su padre, a un puesto público muy alto, cualquier tipo de escándalo, ya sea por relacionarse con la fiesta, o con las confesiones de Úrsula, implicaba el fin de su carrera, así, que al final, no le quedó más remedio que quedarse callado, tal y como lo hicieron el resto de los participantes a la fiesta, obligados por su contrato de secretividad. La cosa concluyó y cada quien regresó a su normalidad a excepción, de Alberto y Esther, por supuesto.
Ellos se separaron un tiempo. O más justo es decir que ella lo dejó. Se vino a vivir conmigo al día siguiente de bajar del yate de Farid. Estaba aterrorizada. Se vino sin darle una explicación a Alberto, y como cabía esperar de Félix, Lidia, o Lorenzo, ninguno quiso involucrarse en el asunto. Era un conflicto de pareja y no les correspondía a ellos saber que había pasado ni como lo resolverían, fui entonces, la única que se enteró de lo acontecido, y fueron esos acontecimientos los que me hicieron dudar de la cordura de Alberto y del amor que decía sentir por Esther. Su amor, Janneth, no fue más que obsesión, y en la medida acosaba a Esther para que volviera con él me fui convenciendo de ello. El simplemente no podía vivir sin ella. Esther, como te dije; estaba aterrorizada. Lo vio a punto de matar a un hombre solo con las manos, totalmente enloquecido, y a causa de los celos que sentía por ella, y en otras circunstancias, ¿quién podía asegurarle que un día esos celos no podían volverlo contra ella? Comencé a repasar las conductas anteriores de Alberto y en la medida iba recordando y analizando fui haciéndome consciente de sus extraños comportamientos en todo lo relacionado a Esther, y fui dándome cuenta que esos comportamientos se extendían muy atrás en el tiempo, casi desde la infancia. Él estaba mal, Janneth, y al ser consciente de eso, ya te imaginas lo aterrorizada e inquieta que quede cuando Esther decidió volver con él.
Le advertí que se lo pensara bien, pero supongo que en su corazón pesó más la culpa que la precaución. Después de todo, había sido ella la que lo arrastró a aquella fiesta, y en el fondo, tampoco era que desaprobara lo que le había hecho a Marvin, por el contrario, una parte de ella se sentía halagada de que Alberto la hubiera defendido y vengado. Voluntariamente cerró los ojos al lado oscuro y obsesivo de Alberto y se dejó seducir otra vez por esas maneras caballerosas y corteses que tu bien le conoces; por ese lado dulce, vulnerable y dócil que ahora me parece a mí doblemente peligroso.
Editado: 14.02.2024