Todo estará bien

Capitulo 58

Los meses que siguieron al desfile fueron realmente sombríos y pesimistas. A pesar de las batallas ganadas, Divas parecía seguir navegando hacia su ruina absoluta, y frente a los resultados de la última colección, que financieramente fue un desastre, un sentimiento de abatimiento e incertidumbre se apoderó del personal de la compañía.

En los departamentos de Julia y Patrick, sobre todo, la lucha para alcanzar los presupuestos de ventas fue feroz, sin embargo, con todo y el esfuerzo y entusiasmo puesto por el personal de piso, los fracasos se fueron acumulando diariamente, y la anhelada meta se vislumbró con cada jornada más lejana e inalcanzable. La presión ejercida por Patrick y Julia fue minando el buen clima laboral en los puntos de venta, y desde allí, las tensiones y la frustración se fueron esparciendo hacía otros departamentos como un cáncer. Comenzaron a correr rumores de despidos, de cierre de puntos de ventas, de recortes de beneficios, de reestructuraciones administrativas y hasta de una compra hostil de Divas por parte de otra compañía, pero fueron los análisis publicados por revistas y periódicos financieros, que ayudaron esparcir el temor entre los acreedores, lo que obligó a Manuel a adelantar la siguiente junta de administración. Tenían que tomar decisiones definitivas sobre el lanzamiento de la siguiente colección, la última diseñada por Laura, que ya se encontraba en producción y que por sí sola no prometía sacarlos del bache en que estaban metidos. Laura, en todo caso, se había abstenido de participar en el debate, y eso, de una u otra manera, facilitaba tomar decisiones sobre el tema. Julia, por lo menos, se había ahorrado las constantes acusaciones de que su ineficiente trabajo en mercadeo era el único y vil responsable del fracaso de las colecciones; aunque por ratos, consideraba más deseable los juicios de su tía, a verla auto confinada y sumida en un penoso silencio en su mansión: a pesar de su templanza, la presentación de la última colección la había dejado muy afectada: verse rodeada de aquel enjambre de reporteros y gente preguntando por Alberto, Esther y Úrsula en lugar de por su retiro y sus últimos trabajos casi logró desbordar su fría compostura. Julia y Janneth, la habían observado entre la multitud y a la distancia, debatiéndose como una fiera herida frente a docenas de hienas que la atacaban desde todas direcciones. La pena y el horror las sobrecogió y a una señal de Janneth, Julia salió disparada a su rescate, pero no sin antes hacerle una recomendación a su hermana:

–No te metas en problemas, limítate a sonreír y lapidar cualquier pregunta incómoda con un sin comentarios.

Janneth, sin embargo, optó por una solución más pragmática: abandonó el evento y terminó escapándose con Alberto al cine, lo cual resultó tan malo como lo habría sido no seguir los consejos que se le dieron. Al final, Julia invirtió semanas intentando aplacar los chismes y rumores de la prensa rosa y amarillista, aunque tenía que reconocer, como había señalado Andrés, que de algún modo el suceso había favorecido a Alberto, pero en todo caso, el día de la junta, no eran esos los problemas que atormentaban a Julia. El día de la junta su mayor preocupación era la revelación de la estrategia diseñada con Alberto y Manuel para poner de pie a Divas. Había trabajado en el proyecto secretamente junto a un grupo de colaboradoras, que, aunque muy leales a ella, no confiaban plenamente en él: les parecía demasiado arriesgado, y nos las culpaba: la idea, por lo menos en lo que concernía a la estrategia de relaciones públicas, era una locura total, que va; era un disparate. Y lo peor del caso, era que, aunque fuera un éxito posiblemente jamás volvería a sentirse moralmente cómoda frente a Janneth, y eso: eso era lo que más la perturbaba; tanto, que la mañana de la reunión, por única vez en su vida, fue la primera en acudir a la sala de juntas; en ella encontró a Manuel que entornó los ojos sorprendido al verla entrar.

–Buenos días, papá–saludo.

–Siéntate y relájate–Le dijo Manuel con la serenidad de un general japonés que le explicaba a uno de sus pilotos kamikazes que en un par de horas tendrá que estrellar su avión contra un barco estadounidense. –hoy tendremos un día del demonio.

“Por supuesto que tendremos un día del demonio” pensó con desolación “traicionaremos a Janneth”

Ocupo su lugar en la mesa, saco de su cartera ejecutiva varios documentos e intento ordenarlos y revisarlos inútilmente, su cabeza estaba en otro parte.

“Traicionaremos a Janneth”

 

 

 

 




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