Al igual que en Patrick, los sentimientos de Alberto aquella mañana tan decisiva en sus carreras eran ambiguos y tornadizos. Sin embargo, al igual que en Patrick, y hasta el momento en que este se metió al ascensor sin saludar ni percatarse de sus compañeros de cabina, la emoción predominante había sido la euforia. La noche anterior, y como si fuera un novato en aquel tipo de cosas, apenas había conseguido dormir pensando en la manera en que expondría su proyectos para recuperar a Divas: mientras divagaba despierto sus expectativas eran triunfalistas, y por qué no decirlo, incluso ególatras, sin embargo, apenas cerraba los ojos; Esther y Janneth invadían sus sueños y despertaba sobresaltado y con una sensación de fatalidad corroyéndole el pecho, no obstante, al final de aquel duermevela recuperó el optimismo y al salir hacia la oficina iba prácticamente ebrio de entusiasmo; las cosas al fin de cuentas no podían estar saliendo mejor; según Andrés: Mendoza y Fellini estaban negociando renunciar a sus aspiraciones políticas a cambio de un proceso que les garantizara la libertad, y como Úrsula, la única que podía tirar por la borda aquella pretensión, estaba muerta; lo más probable era que se salieran con la suya, pero en todo caso, a él, lo dejarían por fin en paz. Justicia para Alberto, por otro lado, estaba creciendo tal como Janneth lo había anticipado: miles de personas día a día agregan sus firmas a una petición para que se revisará su condena y se repitiera su juicio; al final; también como lo había contemplado Janneth: otras víctimas de las malas prácticas de Mendoza y Fellini se habían sumado a su caso y ahora exponían sus causas colectivamente y lideradas por Andrés y un competente equipo legal contratado por Janneth. Aunque, claro, que después de quince años preso, no era que Alberto tuviera interés en la atención pública, la presunción de su inocencia, o en la posibilidad de pasar por otro juicio; al fin de cuentas, nada de eso le devolvería a Esther; pero como Andrés decía: la absolución tenía sus ventajas jurídicas. Y por si las cosas no podían ponerse mejor: ahora se traía entre manos una estrategia de negocios que haría historia y pondría patas arriba al mundo de la alta costura; solo la ineludible intromisión de Janneth en sus pensamientos empañaba lo que hubiera sido una mañana perfecta. Al subir al ascensor en el sótano sus emociones y entusiasmo habían alcanzado el punto de ebullición, su optimismo era ya incontenible, nada podía salir mal aquella mañana; o por lo menos eso creyó hasta que en el vestíbulo Patrick se subió al ascensor. Tuvo la esperanza de que el grupo que los acompañaba subiera con ellos hasta el final, pero, en el primer piso, vio aterrorizado como cada uno de ellos se bajaba y lo dejaban solamente en compañía de Patrick que para empeorar las cosas giró la cabeza para reconocer a su único compañero de cabina. Impertérrito, Alberto mantuvo su vista al frente e ignoró no solo la presencia de Patrick sino también su desagradable y desdeñosa reacción. Volátil como era Patrick, en aquel momento no supo que esperar de él, y se preparó para cualquier cosa; sin embargo, Patrick se mantuvo de espaldas a él sin mover un solo músculo, y para bien de los dos, al llegar a su destino, salto rígido y envarado fuera de la cabina y caminando con la dignidad ofendida de un ganso. Alberto lo siguió cuidando mantener la distancia y se sintió estúpido al no poder ocultar su turbación al entrar a la sala de juntas solo dos segundos detrás de Patrick, aunque para su alivio, ni Julia ni Manual pudieron tampoco ocultar su sorpresa e incomodidad, y mucho menos Patrick que, infantilmente corrió a ocupar la otra cabecera de la mesa y se sentó sin saludar a nadie y notablemente agitado. Las cosas no habían pasado a más, pero apenas empezaban y ahora no estaba tan seguro de su suerte, Manuel le indico que se sentara a su lado y Julia le sonrió con una expresión abatida que le advertía:
“y todavía falta lo peor, cariño... Todavía falta lo peor"
Editado: 14.02.2024