Todo estará bien

CAPITULO 61

Aunque no lo admitiría jamás (porque tanto por convicción como por norma no era vanidosa) el día de la junta Janeth comenzó la mañana particularmente ansiosa por lucir lo mejor posible. Tenía veinte días de no ver a Alberto ni de ir a la oficina, y aunque por lo general los regresos de vacaciones (en las raras ocasiones en que se las tomaba) la incomodaban solamente por la perspectiva del encuentro con la montaña de trabajo mal ejecutado en su ausencia, aquel día, en su mente, pero sobre todo en su corazón, y aunque le costaba aceptarlo, era el reencuentro con Alberto lo que más la inquietaba.

Después del circo montado por los medios alrededor de su inocente salida al cine con Alberto, del mal comienzo de la colección en las tiendas y del continuo acoso de Roni filtrando información, que quién sabía de dónde la sacaba, a la prensa sensacionalista; Manuel decidió que era hora de mandarla de vacaciones.

–No me iré de vacaciones– había protestado.

–Claro que lo harás: ya las autoricé– le había respondido Manuel.

–¿Pretendes que me marche en medio del desastre que está resultando esta colección?

–Respecto a eso no puedes hacer nada, hija. Es a Patrick y a Julia a quienes les corresponde lidiar con ese problema. Déjalos hacer su trabajo; y, en lo referente a Alberto, yo me haré cargo de terminar de acomodarlo dentro de la empresa. Tú ya hiciste bastante sacándonos de encima a Úrsula y sus asociados, además, no estaría mal que te distanciaras un tiempo de la empresa, no solo por tu salud; ya sabes: el acoso de los periodistas por esas publicaciones que han estado haciendo sobre ti, más, ese asunto que se han inventado entre tú y Alberto no te está haciendo nada bien. Mejor ve a descansar. Cuando regreses quizás las cosas están más calmas.

–¿Y que se supone que voy a hacer durante esos treinta días que piensas despacharme?

–¡Y qué se yo! Sal a divertirte, aprende a tocar algún instrumento musical, a hacer artesanías con barro, o a dormir todo el día si eso quieres, es tu tiempo, tú decides.

Janeth frunció el ceño enfurruñada, y entonces, como si se le acaba de ocurrir, Manuel dijo:

–¿Sabes lo que se me ocurre? Que, si mantenerte trabajando es lo que quieres, bien podrías echarle una mano a Andrés con Justicia para Alberto; ese proyecto parece haberlo rebasado, y la idea después de todo fue tuya.

La idea no era solamente válida, sino también muy buena, sin embargo, a Janneth no le convencían aún las intenciones de Manuel. Al final y a regañadientes, se tomó las vacaciones, pero no sin antes tomar también sus precauciones.

–¿Y a qué te refieres con situaciones anómalas? – pidió, Julia, que le aclarara.

–Si lo supiera no te estuviera advirtiendo que mantengas los ojos bien abiertos. Sospecho que papá trama algo. No sé. Quizá solo esté cansada y un poco paranoica, quizás realmente si necesito esas vacaciones. De la manera que sea, no puedo sacarme esa mala sensación. Es como algo instintivo, y es por eso, que te estoy pidiendo que no dejes de repórtame de cualquier cosa fuera de lo común en mi ausencia.

–Tranquila. Yo me hago cargo. Tu ve y disfruta tus vacaciones.

Y ciertamente los disfruto. Al principio, le costó acostumbrarse a sus nuevos horarios, sin embargo, poco a poco se fue relajando, y tanto la mente como el cuerpo le agradecieron que atenuara su salvaje ritmo de trabajo; trabajar con Andrés, por otra parte, resultó una experiencia agradable y enriquecedora: descubrió que eran más las cosas que tenían en común a las diferencias, y cómo de alguna manera ambos se encontraban atrapados en un periodo de particular soledad, hacerse compañía e invertir tiempo en descubrirse y  conocerse mejor fue un ejercicio tan revitalizante como correr al aire libre por un sendero desconocido y placentero para los sentidos. Al final, no se trató de que cada uno incrementara, el respeto que se tenían el uno al otro sino de que suavizaron las opiniones que cada uno tenía del otro. Al término de los primeros veinte días de vacaciones habían logrado convertir a Justicia para Alberto en el tema de conversación política y jurídica del momento y no paraban de elogiarse entre sí mientras minimizaban modestamente la propia participación en el éxito del proyecto. Las cosas resultaron tan, pero tan, bien, y los reportes de Julia tan prosaicos, que los problemas de Divas, en la mente de Janneth, permanecieron corriendo en un segundo plano y su acuciante sospecha respecto a su padre, si bien no se desvaneció, por lo menos quedó reducida a una cauta alerta verde que el día de la junta fue fácilmente eclipsada por la preocupación de lucir lo mejor posible para su reencuentro con Alberto. Nueva como era, en aquellas tribulaciones de mujeres, perdió el sentido del tiempo mientras elegía que ponerse y por primera y única vez en la vida, fue la última en acudir a la reunión a la cual llegó incluso con retraso. Las reacciones del resto del equipo administrativo al verla variaron según de quien se tratara: Patrick la recibió con una mueca burlona y desdeñosa, Erick entorno los ojos sorprendido y la saludo con una sonrisa boba, Manuel, fingiendo no darse cuenta del esmero que había puesto en lucir no presentable, sino atractiva, le dio los buenos días, la invitó a entrar y le señaló que la junta empezaría quince minutos tarde por culpa de su impuntualidad, Félix y Lidia fueron los únicos que la saludaron con genuina alegría de verla tan bonita y hasta se atrevieron a comentarlo, el cumplido sin embargo más bien la hizo sentirse más incómoda y por un segundo le pareció percibir un tenue resplandor de pena y culpa en su cortesía, y finalmente; Julia y Alberto, inusualmente uno sentado a la izquierda y el otro a la derecha de Manuel, le dieron los buenos días sonriendo con una efusividad forzada. Julia que solía celebrar con algarabía cosas como el regreso de vacaciones de los empleados apenas hizo un comentario tibio sobre lo linda que lucía aquella mañana, y Alberto, disimulando la impresión que le había causado su espectacular entrada le dedicó una sonrisa tímida, agacho la cabeza y fingió ocuparse en la lectura de los documentos que tenía sobre la mesa.




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