Todo estará bien

CAPITULO 64

La presentación de Raquel fue breve, y cada uno, por sus propias razones, evitó manifestar su opinión, a favor o en contra, sobre el proyecto de convertirla en imagen de la empresa.

Su asombroso parecido con Esther los paralizó, y Manuel, aprovechó el aturdimiento general para dedicarle apenas unas palabras de bienvenida y presentarle a los integrantes de la junta por sus respectivos cargos y nombres:

–A Alberto ya lo conoces–dijo, y este se puso de pie, le tomó las manos y le dio un beso en la mejilla sin poder disimular su nerviosismo y alegría de verla–. A Julia también–continuó Manuel, y esta la saludo con una sonrisa entusiasta y una camaradería de viejas amigas que repugno a Janneth.

Julio, curiosamente y sin duda por mera por cautela, se abstuvo de hacer comentarios grandilocuentes, pero igual, cometió el garrafal error de darle la bienvenida como si su contratación ya fuera un hecho, y allano el camino para que el resto de los varones, que fue a los que estratégicamente Manuel presentó después, la saludaran con el mismo espíritu de equipo y compañerismo.

"Hombres como son" pensó Janneth "no podían dejar de comportarse de manera más miope e idiota"

Pero el hecho era que Manuel estaba consiguiendo lo buscaba: una aceptación mayoritaria de Raquel antes de presentársela a los que sin duda objetarían su contratación; y sospechosamente, observó Janneth, Félix y Lidia que deberían ser aliados suyos frente a aquella monumental estupidez, no parecían ni muy sorprendidos, ni muy desconcertados con lo que estaba ocurriendo, de hecho, si bien no le dieron una abierta bienvenida a Raquel, tampoco se mostraron hostiles y suspicaces con ella, sino más bien prudentemente calculadores, lo cual implicaba, que no eran parte del circo que Manuel había montado, pero que tampoco eran ajenos a él, y ahora; Erick, que al principio se había manifestado tan hostil a la idea, embobado y sin duda inconsciente de las palabras que salían de su propia boca, le daba la bienvenida a la aspirante a Diva y cedía, como lo había hecho siempre, a la manipulación y las conveniencias de su padre.

Era realmente desagradable admitirlo, pero el único aliado que le quedaba en aquella mesa era Patrick, pero en el último momento hasta este sucumbió: al llegar su turno de ser presentado saludo a Raquel con un simple asentimiento de cabeza que no daba indicios de estar aprobando o desaprobando nada. En ese momento debían estarlo corroyendo muchos sentimientos: la vergüenza por encima de todos, pero ni aun así hizo el intento siquiera de disculparse por las veces que la dejó plantada, y Raquel, como retribución, le pago con una amistosa sonrisa que daba por olvidada cualquier ofensa pasada. El asombroso parecido de Raquel con su idolatrada hermana muerta lo tenía sudando helado y temblando, muy en el fondo de su corazón, comprendió Janneth, Patrick entendía que la estrategia de Manuel y Alberto era una aborrecible obscenidad, sin embargo, una parte muy primitiva de él se negaba a perder a Esther dos veces; por supuesto que Raquel no era Esther; pero con el tiempo, con paciencia, Patrick concebía  que podía llegar a tomar su lugar, y si Patrick era capaz de anhelar semejante milagro, ¿qué podía estar pasando por la cabeza de Alberto? La tortuosa interrogante le cruzó por la cabeza en el preciso momento que Manuel la presentaba con Raquel y su autocontrol vaciló, fue una décima de segundo, pero para Patrick fue suficiente: el taciturno silencio, anterior a la indecisa sonrisa, seguida por el asentimiento de cabeza que le concedió a Raquel el triunfo de aquella primera batalla le reveló más de lo que esperaba.

"Hija de perra" pensó Patrick jubiloso " No sabías nada de esta mujer. No sabías nada de los nuevos proveedores. Para eso te mando Manuel de vacaciones: para poder actuar a espaldas tuyas. Tu propio padre, tu idolatrado Alberto y tu incondicional hermana te traicionaron…Jajaja…Dime… ¿Qué se siente? ¿Qué se siente tragarte un poco de tu propia medicina?"

El regocijo le iluminó los ojos y con una torcida mueca le transmitió a Janneth sus pensamientos, pero ésta, sintiéndose humillada, fingió no darse por enterada. Manuel le pidió a Raquel que le dirigiera unas palabras a la junta y esta lo complació. Fueron palabras mesuradas, gentiles, breves y expresadas sin torpezas, miedo o pretensiones; se adivinaba en su cuidada dicción y en la naturalidad de sus buenos modales un refinamiento y una cultura no solo sofisticada sino cosmopolita. Al final; y sin dar espacios a que le hicieran preguntas, Manuel la despidió, programó una junta con los gerentes de departamentos involucrados en el lanzamiento de la nueva imagen de Divas y después de tocar otro par de puntos clausuró la reunión. Patrick fue el primero en abandonar la sala sin despedirse de nadie, y así, poco a poco, entre recordatorios, intercambio de impresiones y cautos comentarios sobre Raquel el resto de los reunidos comenzó a salir; Albert, Julia y Erick esperaron a quedarse solos con Manuel para hablar con él, pero este, adivinando sus pensamientos, los despidió y a cada uno le asignó una hora para que lo buscaran en la oficina. Julia se despidió avergonzada y tímidamente de Janneth, pero esta, sumida en un hosco silencio ignoro la cortesía de su hermana; y Erick que desconocía lo que pasaba entre las dos, pero que adivinaba el humor de perros que se traía Janneth optó marcharse tímidamente y sin hacer bulla; Alberto, conciliador, la invitó a cenar, pero esta lo rechazó en redondo aduciendo que  tenía una conversación pendiente con Manuel; resignado, apenado y muy sabedor de la tormenta que se avecinaba no insistió más y salió dirigiéndole una mirada de te lo advertí a Manuel. Al final cuando se quedaron solos, fue Janneth la primera en romper el silencio:




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