Todo estará bien

CAPITULO 67

En la línea de producción que supervisaba, nada ocurría sin que ella se enterara, y nada se movía sin su autorización. Tenía ocho años en la empresa y había ingresado a ella apenas cumplida la mayoría de edad. Pese a sus limitados estudios había ascendido con rapidez; su fuerte carácter, su sentido del orden y disciplina, y su facilidad para aprender habían sido las cualidades que casi desde el primer momento la colocaron entre la lista del personal al que se le daba seguimiento pensando en poder ascenderlos; sin embargo, fue su precoz madurez, su inflexible determinación y su desesperada  necesidad de un trabajo las fortalezas y motivaciones,  que en última instancia, le ayudaron a soportar la brutal presión del trabajo y le facilitaron ascender donde otros académicamente más preparados habían fracasados. En la planta de producción se había convertido en una especie de leyenda de la cual era requisito poner al tanto al personal nuevo: es un modelo a seguir en cuanto a actitud y desempeño laboral, se les aconsejaba, pero también un muy mal ejemplo de ética y moralidad; aunque estos dos últimos aspectos eran temas que se abordaban más en las tertulias de sobremesa, en los chismorreos de baños, y siempre a espaldas de Sara y de sus subalternos más leales. En lo personal, Sara sobrellevaba aquel aspecto de su vida privada y laboral con sorprendente estoicismo. Al fin de cuentas ella era el jefe y quienes tenían que aguantar su conducta les gustara o no eran los demás. Sin embargo, una cosa era hacerse la caradura con sus subalternos y compañeros de administración y otra muy distinta fingir que nada pasaba entre ella y Jorge frente al mismísimo Erick, que en aquel momento, levantaba su copa para brindar por el bastardo de Alberto por cuarta vez; deseándole entre risas y algarabía, larga vida y prosperidad. Sara, que estaba incómoda con el brazo de Jorge echado sobre su hombro, levantó tímidamente la copa y bebió solo un sorbito. Se sentía fuera de lugar en medio de aquellos hombres, y no era que no compartiera la alegría que los embargaba, al fin de cuentas, los cuatro, gracias a la negociación de Alberto con la tal Raquel, obtendrán importantes ascensos y jugosos aumentos de salario; o por lo menos eso es lo que le había contado Jorge atragantado de emoción y antes de pedirle que le acompañara a festejar aquella noche: una ocurrencia no solo inapropiada, sino inaudita; y que a su juicio,  sólo podía ser justificada por el grado de euforia que le nublaba la mente. Exponiendo las razones (entre las cuales la vergüenza y el decoro eran sin duda las de más peso) por las cuales la idea era malísima, Sara se había negado contundentemente a acompañarlo, sin embargo, Jorge había insistido con tanta vehemencia y con tan persuasivos argumentos, que al final había conseguido convencerla. La conversación había transcurrido a la hora del receso de media mañana en la planta, hasta aquel momento su día había trascurrido de lo más normal, sin embargo, después del compromiso hecho, y terminado el receso, sus horas se fueron llenando de ansiedad, al final de la jornada estaba completamente angustiada y llegó a considerar seriamente retractarse de su promesa; al llegar a la casa estuvo a punto de descolgar el teléfono para comunicarle a Jorge que no asistirá a la celebración, sin embargo, recordó también el ánimo y los consejos que le habían dado Patricia y Jazmín, sus dos mejores amigas,  y cogiendo valor, se metió a la ducha, se vistió, se maquilló y estaba ya casi lista cuando Jazmín, muy puntual, apareció para hacerse cargo del pequeño Jorgito. Al llegar Jorge, y después de un par de retoques que Jazmín le había aplicado al maquillaje, Sara estaba más que lista para deslumbrar; Jorge, en lo particular, nunca la había visto tan linda como aquella noche y lo sobrecogió no sólo la pasión sino también el orgullo. Los cumplidos y la admiración de Jorge le imprimieron confianza a Sara, sin embargo, esta se esfumó como hechizo en un cuento de hadas al observar la expresión de Erick y los demás al verla entrar al bar del brazo de Jorge.

–No les dijiste que me traerías–susurro Sara crispada.

–Relájate–Le dijo Jorge sonriendo y en voz muy baja.

–Maldición no les dijiste que me traerías – volvió a protestar con miedo y muy avergonzada, sin embargo, tal como un condenado a fusilamiento, no le quedó más remedio que seguir hacia adelante para enfrentarse a sus verdugos. Erick, que se había recompuesto rápidamente después de la sorpresa se había puesto de pie y jalo una silla de otra mesa para ofrecérsela; los demás la recibieron con sonrisas entre corteses y cohibidas, pero a medida fueron pasando las bebidas y la comida cada uno, menos ella, fueron perdiendo sus inhibiciones y trataron sutilmente de hacerla participar en el convivio. El que más se esforzaba en hacerla sentir bien era Kevin, el único del grupo  que nunca se había casado y sin duda el de peor reputación en cuanto a mujeres se refería; unto con Jorge y Erick eran los verdaderos integrantes del grupo; Jaime, el más formal de los cuatro, se les sumaba solo de vez en cuando y siempre con mucha moderación; lo más importante en la vida de Jaime era su matrimonio; procuraba cuidarlo a toda costa, y los otros tres, aunque a veces se reían a costa de su abnegación, había aprendido a respetarlo. Según le había contado Jorge, en los próximos días él y Jaime se irían a TestiTec junto con Erick, mientras en Divas, Kevin ocuparía la gerencia de producción que dejaría vacante Jaime. Al escuchar la noticia a Sara le pareció a la vez triste y maravilloso, pero también un poco injusto. A su parecer, y aunque le doliera un poco admitirlo, Kevin estaba más capacitado que Jorge para ocupar el puesto que se le estaba dando en TestiTec, y sabía mejor que nadie que de no ser por ella la decisión de Erick hubiera sido distinta. El caso era que de no ser por Erick posiblemente ni ella ni Jorge estuvieran aún en Divas; Jorge al fin de cuentas era un hombre casado y con dos hijos, y ella la amante que hacía cuatro años le había engendrado su tercer varón. Ambos se habían conocido y enamorado en Divas, y lo habían hecho estando ya este envuelto en un matrimonio difícil y complicado y al que Jorge no renunciaba por la seguridad de sus dos hijos. Divorciarse, implicaba para él perder, sino a dos, a uno de ellos, y cualquiera que quedará a merced de su mujer, sabía que la iba a pasar realmente muy mal. Solo él se interponía entre los niños y el inestable carácter de su esposa y aquel era un asunto no negociable, él amaba a sus hijos y jamás los iba dejar expuestos a una loca. Su padre lo había hecho con él y no está dispuesto a repetir la historia. Sara había entendido la situación y la había aceptado resignadamente, sin embargo, financiar dos hogares había resultado una hazaña difícil para Jorge y la situación se complicó cuando en la empresa se dieron cuenta de la relación que mantenían y de la necesidad, por reglamentos y ética, de despedir a uno de los dos. Aquellos días eran recordados por Sara con mucha vergüenza y resentimiento, fueron días de mucha incertidumbre y miedo, sin embargo, como un ángel caído del cielo, Erick los tomó bajo su protección y los mantuvo en sus trabajos a condición de que se apegan a rigurosas reglas de comportamiento, y aunque procuraban mantenerse dentro de estas, la situación no siempre resultaba fácil cuando estaban bajo el escrutinio y la presión de cientos de personas que codiciaban sus puestos de trabajo. Sacar a Jorge de Divas, pensaba Sara, pese al perjuicio provocado a Kevin, le debió parecer a Erick una salida finalmente definitiva y salomónica, aunque tenía muy claro que lo había hecho más por Jorge que por ella. Después de todos aquellos años las veces que había cruzado palabras con Eric podía contarlas con los dedos de media mano. Había sido amable pero sumamente severo la vez en que la encaró y le expuso las condiciones en que se le permitiría conservar su trabajo y después de aquella única conversación cualquier cosa que quisiera saber sobre el departamento que ella supervisaba se lo consultaba a través de Jaime, que era su jefe inmediato y que la había tratado siempre muy respetuosamente y haciéndose el tonto respecto a todo lo referente a la situación que ella mantenía con Jorge.




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