Eran las 9:30 de la noche de un viernes. La lluvia no paraba de caer. En el piso de gerencia estábamos solo mi jefe y yo. Debíamos terminar el informe financiero para la junta del lunes a primera hora. Todos los días uno de cada semestre había que presentar un informe a la junta de accionistas. Por eso aún estábamos en la oficina.
—Bueno Sara, creo que ya no doy más, me voy, iré a casa necesito descansar, hoy fue un día muy largo.
—Tranquilo señor Brown, yo seguiré un poco más, igual mañana daré una última revisión. Todo saldrá bien, pierda cuidado.
—Gracias Sara, no sé qué haría sin ti.
El toque de la mano de mi jefe a mi mano me calentó en cuestión de segundos, el roce de sus dedos se sintió como carbones encendidos que quemaban, su toque me estremeció, todo mi cuerpo tembló y un cosquilleo me recorrió por completo. En estos momentos debo parecer idiota con la cara toda colorada y una mirada de boba.
—Sara... Sara...
Unos dedos tronando frente a mis ojos me hicieron despertar de ese rico sueño con mi jefe.
—Te estoy hablando, en qué mundo andas mujer.
—Lo siento señor Brown, me perdí por un momento. Me decía.
—Sí, te decía que mañana cuando termines los gráficos que acompañaran el informe, me envíes una copia para hacer la última revisión. No quiero que se nos pase algo, esta junta es importante para determinar nuestra continuidad en la empresa. No quiero que papá me diga: “Te das cuenta Charles, no eres el indicado para dirigir mi empresa, busca otra cosa que hacer... y bla... bla... bla”. (imitación con voz de viejito).
Dejé escapar una risita, pero era verdad el señor Brown padre era viejo amargado y gruñón.
—Como usted diga señor. Pero en realidad yo pienso que usted ha hecho... bueno, usted está haciendo un buen trabajo. Todos en la oficina lo saben.
—Gracias Sara, eres muy especial.
Con esas dulces palabras salí de su oficina y me dirigí a mi lugar para terminar de organizar los informes y tenerlos listos para así realizar los gráficos.
En cuanto llegué a mi puesto suspiré como la tonta que era, porque en realidad soy una tonta, desde que llegué a trabajar aquí con el señor Brown, no he parado de suspirar por él.
—Cálmate Sara, controla tus hormonas por Dios —me dije a mi misma.
En ese momento se escuchó la puerta de su oficina cerrarse y allí estaba él, el hombre por el que suspiraba todos los días, tan guapo, tan varonil y sexi, todo un adonis, elegante, fuerte, vigoroso ...
—Hasta mañana Sara, que descanses.
—Hasta mañana señor Brown, igualmente que descanse.
Y salió de la oficina para llegar al elevador. Lo seguí con la mirada hasta que las puertas se cerraron, suspiré como la idiota que soy... Porque eso soy yo, una tonta que está a punto de casarse y él un hombre con un noviazgo, un extraño noviazgo, por cierto.
Estaba volando con mis pensamientos puestos en él, en ese hombre que día a día me hace volar, soñar despierta, suspirar y darme cuenta de que… Mi mirada cayó en el portafolios sobre mi escritorio y fue allí que me di cuenta de que soy una completa tonta.
—¡Dios, si serás tonta Sara! Olvidaste entregarle el portafolios con los informes anteriores a tu jefe. Reaccioné en cuestión de segundos, no podía dejar que mi jefe se fuera sin esos informes, porque mañana él no vendría a la oficina, ya que tenía un “viaje con su novia” (siéntase la molestia) a casa de los padres de ella.
Cómo pude salí corriendo de la oficina para tomar el ascensor, pero nada, mi jefe iba en él. Lo mejor serán las escaleras.
—Espero no matarme intentando bajar 10 pisos —pensé.
Apenas llegué al lobby salí a la calle, allí debía encontrarlo saliendo del estacionamiento. Y así fue, efectivamente el señor Brown salía del estacionamiento en su auto.
—Señor Brown, señor... —Gritaba como loca, pero no lograba escucharme, así que mi mente viajó rápido pensé en ir hacia la calle fuera del estacionamiento y colocarme frente a él, era eso o que se fuera sin los documentos que necesitaba terminar de revisar para la junta del lunes.
Era viernes 9:30 de la noche y estaba cayendo un torrencial aguacero que me empapaba por completo y me calaba hasta los huesos.
El carro de mi jefe paro en seco. ¿Me golpeó? Solo un poco, creo que ni me tocó, pero el susto y la adrenalina por mi osadía hicieron que cayera al suelo mojado, más bien, empapado, porque aún no paraba de llover, pero logré que el señor Brown bajara de su auto, lo malo es que se veía muy alterado.
—¡Por Dios Sara! ¿Cómo se te ocurre lanzarte de esa manera? ¿Estás bien?
—Eh... sí, sí estoy bien.
El señor Brown se inclinó hacia mí para ayudarme a colocar en pie. Se veía tan sexi con el cabello mojado y las gotas de lluvia bajando por su rostro. Sus labios tenían una tonalidad rosada por el frío que estaba haciendo y sus ojos azules, se veían de un azul muy intenso. Y ni hablar de sus fornidos brazos que se marcaban a través de su camisa empapada. Podía ver con total claridad su musculoso y velludo pecho. ¡Dios estoy delirando!
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Editado: 27.05.2023