Todo inició bajo la lluvia

CAPÍTULO 1.

Sara Johnson.

Lunes... día de la junta.

«Buenos días, queridos oyentes, hoy es lunes, inicio de semana, inicio de mes, inicio de buenas cosas...»

—Sí, sí, hoy es lunes, ya cállate, ya me estoy levantando, no ves, ya estoy casi de pie, casi lista para... “LA JUNTA”, creo que, si aún estaba dormida, ahora desperté completamente.

—Rayos Sara, como es posible que olvides que hoy es la junta.

Mire la hora en el reloj del radio despertador, eran la 5:30 am. —Bueno al menos me levanté temprano, pondré el café.

Mientras sonaban lindas canciones en la radio iba colocando el café en la cafetera y de paso me daría una ducha, quería estar lista para la junta, no podía permitir que todo el esfuerzo que el señor Brown y yo habíamos hecho, bueno, el esfuerzo que todos en la oficina habíamos hecho se derrumbara por llegar tarde.

Tomé lo mejor de mi armario y vestí con unos lindos tacones. Amo los zapatos, creo que tengo más zapatos que ropa. Hice el juego con un buen bolso, un sutil pero elegante maquillaje y mi rebelde cabello sujeto en una coleta.

¡Ah, no les he contado de mí! Pues presten atención, soy una linda chica de piel canela, ojos oscuros como la noche, cabello rizado y largo, creo que lo de rizado está demás, eso suena bien para las que van al salón de belleza o al Spa; espá es lo que tengo en el armario de la cocina, tengo mucho espá, es pa’ barrer, es pa’ trapear, es pa’ limpiar, ja tengo un cabello rebelde que quiere hacer lo que él quiere.

Tengo buena estatura, un cuerpo de reina, pero de reina de la empanada, porque mi busto es ¿Grande? ¿Mediano?... mmm... soy copa C. Mi posesivo novio dice que algún día tendría que tocarlos, porque no lo he dejado que me toque.

Así es, no puedo permitir que sus manos necias toquen mis bellos melones, ni que abra mi cartera, como decía mi abuela Adela: Hija, si dejas que te abran la cartera perderás todo lo que allí hay de valor, y si lo pierdes no lo podrás recuperar nunca más”. Así que mi tesoro se queda bajo llave.

Bueno, sigo mirándome al espejo y creo que ya estoy lista, una bonita falda tubo, una blusa blanca de seda y mi chaqueta a juego. No soy gorda, tampoco flaca como la super novia de mi jefe, parece un pollo desplumado, se ve insípida.

Listo, 06:30 de la mañana y lista para ir a mi trabajo.

Llegué a mi puesto de trabajo, aún no han llegado mis compañeros. La reunión inicia a las 8:30, así que tengo tiempo suficiente para preparar todo.

Saben olvidé decirles algo y es que mi fin de semana fue de mierda. Sí, fue el peor fin de semana. El viernes después de haber cometido la peor locura de mi vida, besar a mi jefe, salí corriendo nuevamente hasta la oficina tomé mis cosas y hui a mi departamento.

Pasé todo el fin de semana con una fiebre, ni para qué les cuento. Mi novio me llamó para pasar el día conmigo, pero no acepté, no podía sacarme de la cabeza todo lo que hice el viernes, aún puedo sentir los tibios y deliciosos labios de mi jefe. ¡Aaahhh!

Dios, que nervios, es el sonido del ascensor, es la voz de mi jefe y de su padre.

—Señorita Johnson, buenos días, espero todo esté listo.

La voz del señor Brown padre, no congeniaba con su arrogante mirada.

—Señores Brown, buenos días.

—Buenos días, Sara.

El saludo de mi feje me puso nerviosa. No me atrevía a alzar la vista para verlo a los ojos, sentía mi cara arder con solo recordar el beso que nos dimos, bueno le di, porque fui yo la que lo besó, pero a decir verdad él me siguió, así que nos besamos, la culpa es de ambos.

Hay Dios, creo que estoy entrando en pánico, Sara, deja de balbucear.

Su padre estaba con él, recuerda que ese viejo es un ogro, grosero, altivo, aun no entiendo como el señor Brown tiene un padre como ese. Ambos hombres me miraban extraño.

—¿Señorita Jonhson, se encuentra bien?

La pregunta del señor Brown padre me hizo volver a la realidad.

—Sí señor, estoy…

No me dejó terminar porque se dio la media vuelta arrastrando a su hijo a la oficina, grosero, bueno creo que debo ir por los cafés.

Avancé a paso rápido hacia el cafetín y serví los dos cafés en las respectivas tazas, café amargo para el viejo: —debería agregarle sangre de murciélago como endulzante, y para mi jefe una de azúcar.

No tardé mucho porque en cuanto llegué coloque la cafetera y separé las tazas necesarias para la junta. Así que llegué rápido a su oficina y… bingo, la puerta no está cerrada, así será más fácil entrar.

—Padre, ponte cómodo, en pocos minutos iniciamos la junta.

—Espero que tengas buenas noticias y estés bien preparado, sigo pensando que no eres más que un error en esta empresa. No sé cómo me dejé convencer por tu madre para cederte mi lugar.

Viejo del demonio. No soy de escuchar conversaciones ajenas, pero como le dice eso a su propio hijo, acaso no se da cuenta del excelente trabajo que ha hecho durante todo este tiempo. Debí agregarle sangre de murciélago al café, pero no tengo, ah, pero un escupitajo haría el mismo efecto.




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