Todo inició bajo la lluvia

CAPÍTULO 3.

Sara Johnson.

No dejé que terminara de hablar cuando ya me había dado la vuelta para salir de su oficina. Escuché todas sus palabras, que estúpida fui al creer que su beso antes de la junta y sus tiernas palabras eran porque estaba sintiendo algo por mí, y yo de regalada ayudándole a que se atreviera a desafiar a su padre por esta empresa que él tanto ama.

—Tonta, tonta y tonta.

Una verdadera mujer no se regala a un hombre Sara, los hombres deben luchar por alcanzar a una mujer.

Ya lo intentaste, te regalaste dos veces, sí, le diste tus besos y tu apoyo moral por nada, porque te dijo ¡NO! Ya no más Sara.

Suspiré con fuerza y saqué todo lo que sentía en ese suspiro. Miré la cafetera terminar de hacer el café, porque me había encerrado en el cafetín de la oficina para no verlo, me sentía dolida, humillada.

Creí que la forma tan pasional con la que el señor Brown me tocaba era porque en verdad estaba sintiendo algo por mí, pero no, “solo es un momento de debilidad, señorita Johnson”.

Pienso que debo tomar valor y esperar hasta finales de mes para irme de esta empresa, pero no, no puedo hacerlo, la cláusula de mi contrato es muy clara, no debo renunciar antes del tiempo pactado o deberé pagarle a la empresa por el perjuicio causado, además eso sería un acto cobarde de mi parte, le estaría demostrando que sus rechazos me afectan y esa no soy yo, no me pienso esconder de nadie y menos de él, lo único malo que he hecho es demostrarle lo que siento y eso no es pecado o sí.

Maldición sean todos los diablos. ¡Qué hago! Cómo decía mi abuela Adela.

Pero no quiero estar aquí, no quiero verlo, no quiero sentir su mirada en mí, no quiero verlo con la tonta de Emma paseándose por los pasillos como la feliz pareja que aparentan ser.

Piensa Sara, no te dejes atormentar por el niño mimado de papi, aunque ese niño mimado me tenga jodidamente embobada.

Recuerdo el primer año que llegué a esta empresa e intenté que se fijara en mí, cuando lo vi por primera vez sentí como cupido enterraba esa flecha en mi corazón, ese sustito que da cuando vez a la persona que llama tu atención y lo hace latir desesperadamente, cuando estaba cerca de él me sudaban las manos, me volvía gaga, no como Lady Gaga, no, sino tartamuda, yo... yo... que... que... tu... tu... tartamudeaba y se me olvidaba que yo también hablaba el mismo idioma, cada vez que lo tenía en frente la piel se me colocaba chinita, como la una de gallina desplumada, bueno para que me entiendan, se me erizaba la piel. Ah y ni que decir de los nervios, parecía una maraca temblando todo el tiempo y todo se me caía de las manos. En fin, era la nueva boba del barrio.

Después como cosas de la vida o del destino, creo que es lo mismo, conocí a Salomón Red, mi novio. Nos topamos en la cafetería que está cerca de mi departamento, él tropezó conmigo y me tiro todo lo que había comprado para desayunar, era domingo y no quería preparar nada. Así que se sintió culpable y me compro todo nuevamente, se sentó junto a mí, pidió disculpas una y otra vez, y bueno, nos hicimos amigos.

Nos empezamos a ver entre dos a tres veces por semana en la misma cafetería, creo que se volvió el punto de encuentro. A los meses ya éramos novios, ahora que lo pienso no sé ni como pasó y ahora veo el anillo en mi mano. Todo fue tan rápido que creo que acepté todo este circo para alejar mi corazón del señor Brown, pero en realidad lo que hice fue aferrarme más a él.

Creí que la palabra noviazgo escondería mi corazón de sentimiento alguno y que lo guardaría herméticamente mientras intentaba jugar este absurdo juego con mi jefe. Pero terminé enamorándome sin pensarlo y sin quererlo.

A quien engaño, claro que lo quería y claro que lo pensé, solo me etiqueté para  jugar sin remordimientos a la secretaria enamorada.

Ya tenemos dos años de noviazgo y llevo cuatro meses planeando la boda, en realidad no he planeado nada, pero solo estoy dejando que el tiempo pase. La fecha que escogimos para la boda es en dos meses exactos, así que conociéndome como me conozco, me verán el último mes corriendo como loca de aquí para allá buscando todo y comprando todo.

Pero ahora que lo pienso bien, no me quiero casar. ¿Es por él? ¿Por mi jefe? Nooo, o sí. No lo sé, creo que debo aclarar mi mente antes de tomar alguna decisión que me afecte emocionalmente, pediré unos días de descanso para intentar poner en orden mi vida.

Hay abuela, cuanta falta me haces, hoy necesito de tus consejos.

No sé cómo llegué a este estúpido estado de indecisión. Después de que mis padres murieron mi abuela Adela se hizo cargo de mí, sólo tenía 6 años de edad. Tengo vagos recuerdos de ellos, solo sé que mi madre y mi abuela son latinas, de Colombia, y mi padre es estadounidense.

No recuerdo mucho de esos momentos, pero mi abuela Adela fue la mejor maestra en mi vida; me enseñó a ser independiente y segura de mí misma, no me imponía nada, siempre dejaba que yo decidiera y cuando cometía un error me hacía reflexionar en ello, sacar conclusiones de mis actos y hacía que hiciera frente a mis problemas, creo que por eso no me involucré con nadie, ni siquiera en la universidad, no sentía que los chicos, en ese momento tuvieran la suficiente madurez para responsabilizarse de sus actos.




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