Sara Johnson.
Desperté temprano lista para afrontar mis decisiones. Debía partir lo más pronto posible a casa de Salomón. La urgencia es aclarar mi mente, mis sentimientos y sobre todo mi vida, la cual estaba dando giros inesperados, cambiando de una manera tan aterradora que estoy sintiendo miedo de cometer locuras y después no saber cómo encontrar el camino de vuelta.
No debo tentar mi suerte, el que sepa cómo manejar varias cosas en mi vida, la soledad que algunas veces vivo no me hace ser la persona más sensata. Lo he comprobado con mi impertinencia hacia mi jefe. Me he mostrado como una mujer libertina, sin limitaciones, sin pudor. Pero… porque al final de nuestros días nos quejamos de no haber hecho esto o aquello, no quiero equivocarme, pero tampoco quiero excederme. Creo que mejor dejo de lado mis extrañas conclusiones y termino de empacar para salir.
—Buenas tardes, señorita necesito un boleto de autobús, por favor.
—Serían tantos dólares.
—Gracias, muy amable.
La joven de la ventanilla me sonrió en respuesta. Tomé el boleto y mi maleta, un pequeño bolso con todo lo necesario para una semana; había decidido quedarme en un hotel y estar con mi novio el tiempo suficiente para aclarar nuestra relación.
A pesar de que tomé la decisión de aceptar su propuesta de matrimonio, cada día desde que acepté me he preguntado si estoy haciendo lo correcto. No quiero ofender a su familia, así que me he armado de valor para enfrentarlos a todos y todo lo que acontezca.
A simple vista parece que estoy terminando mi relación para entablar una nueva con mi jefe, pero no es así, aunque esté sintiendo cosas por él, sé que me debo alejar. Él está comprometido y pronto se casará; confieso que quisiera ser ella, quisiera estar en el lugar de Emma para ser su compañía por las noches, besar su boca y acariciar su cuerpo para fundirme en ese deseo que despierta Charles en mí...
«Señores pasajeros estamos próximos a salir, por favor abordar por la puerta 5, autobús 1578».
La voz de llamado para abordar me sacó de mis pensamientos, tomé mis cosas y seguí las indicaciones hacia la puerta.
«Bueno Sara, no hay marcha atrás, te esperan las cinco horas más largas de tu vida, así que, al mal tiempo, buena cara, o darle prisa».
Me detuve en la puerta del autobús y di mi última mirada hacia atrás, no sé si es una locura, pero aquí estoy, dispuesta a darle cara a mis problemas, que a la larga no son problemas.
…
«Señores pasajeros, bienvenidos sean todos benvenidos».
Por fin llegamos, ha sido el viaje más fastidioso que he hecho. Me desperecé y salí, fui por mi bolso y tomé un taxi para ubicar el hotel que había reservado. Me daría una ducha, comería algo e iría a visitar a Salomón.
A esta hora debe estar en el negocio de sus padres. Es una empacadora de frutas y hortalizas, la fundaron hace veinte años. Él es el administrador y pronto será el futuro dueño, esa fue la razón por las que nos conocimos en aquella cafetería en New York por sus estudios.
—Buenas tardes, señora, por favor ¿Me informas en qué oficina se encuentra Salomón? —saludo con amabilidad a la mujer que está en la recepción.
—¿Disculpa? A quien crees que estás tratando de señora, igualada —pero… yo no he dicho nada—. Para tu información debes tener una cita para que el señor Salomón te pueda atender.
—¿Cita? Bueno yo…
—La tienes o no —exclamó molesta y mirándome como un bicho raro.
—Eh… no lo sabía, es que yo…
—Sino la tienes pues te daré una para la próxima semana, porque ahora está muy ocupado.
—No espera —le iba a dar una explicación a la molesta recepcionista, pero me vi interrumpida y lo agradecí.
—Sara, eres tú.
Me giré rápidamente a la voz que me saludaba encontrándome con Gilia, la madre de Salomón.
—Señora Gilia, es un gusto volver a verla.
Se acercó a mí en un caluroso abrazo, ya tenía casi un año de no saber nada de los padres de Salomón. No sabría decir por qué, en realidad me caen muy bien, ellos son tan amables y atentos conmigo, no entiendo porque nos hemos alejado.
Fue exactamente un año desde que estuvieron en New York con Salomón, él aprovechó que estaban allí y me presentó como su novia y futura esposa, los vi tan felices que me hice la idea de tener una familia nuevamente.
—¿Qué haces aquí?
—Bueno en realidad vine a ver a Salomón.
—Preciosa Sara, él está en una reunión con los directivos, si gustas puedes esperar en mi oficina y así platicamos un poco, hace mucho que no nos vemos.
Odio tanto cuando me llaman preciosa Sara, siento un deje de burla, pero ese apodo me lo colocó mi novio y algunas veces pareciera que hay algo oculto en esa palabra.
—Sí, claro. Vamos.
La seguí adentrándonos más hacia el edificio. Es una construcción amplia de dos pisos solamente, tienen una gran bodega que hace las veces de sala de empaquetado y una oficinas a un lado, creo que deben ser del área de trabajo. Nosotras subimos al segundo piso, en esta área hay una oficinas más elegantes.
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Editado: 27.05.2023