Todo inició bajo la lluvia

CAPÍTULO 11.

Sara Johnson.

—Déjame aquí por favor… —pido al conductor de un hermoso Maserati Levante en color negro, toda una elegancia. En esta vida, ni con cincuenta trabajos me podría comprar un carro como ese.

Pero qué estoy diciendo, esto no es un carro es un espectáculo de vehículo, debe ser pecado tener algo así, desde que salimos del edificio no han dejado de mirarnos. Por Dios este hombre tiene dinero hasta en la sangre, porque comprar un carro como este… ni en mis más perversos sueños podría pagar por él, creo que ni con el cuero, como la Cándida Eréndira.

—¡¿Qué?! Claro que no, llegarás conmigo.

Si Charles está creyendo que porque pasé el fin de semana con él me va a mandar está equivocado.

—No llegaré contigo… ¿Qué quieres? Que toda la oficina diga que soy una trepadora buscando acomodarme un estatus social de la noche a la mañana, pues fíjate que no. Yo me quedo aquí.

—Sara, no tienes idea del castigo que acabas de ganarte…

Aproveché que por obligación tuvo que detener el auto en un semáforo, a unas cuantas cuadras de la compañía y me bajé de inmediato, él intentó seguirme, pero el cambio de pare a siga fue tan rápido que una cola de vehículos empezó a sonar sus bocinas sin reproche alguno. Avancé por la calle a paso calmado, hasta que lo sentí pasar por mi lado.

—Vete preparando Sara Johnson porque un severo castigo te espera en mi oficina —y sin más avanzó rápidamente en su nave espacial hacia las instalaciones de la compañía.

Wow, si el castigo incluye mucho más de lo que hicimos anoche, estaré más que encantada de portarme mal a cada rato…

Con una sonrisa de bobalicona, fui acercándome a las puertas del enorme edificio de B&B Publishing, es la agencia multinacional de publicidad y marketing digital más grande del país, con una segunda sucursal igual de imponente, ubicada en Londres.

La agencia de aquí de New York abarca todas las áreas conocidas, desde educativas hasta las corporativas y gubernamentales. B&B es muy conocida por brindar servicios SEO y soporte de consultoría digital de alta calidad, también provee contenido en numerosos campos incluyendo marketing de salud, experiencial y directo, imagen de marca, soporte de relaciones públicas, compra y planificación estratégica de medios.

Los socios mayoristas cuentan con el setenta por ciento de las acciones distribuido en partes iguales. Este porcentaje se encuentra en las manos del señor Edward Brown y su hijo, mi jefe, el señor Charles Brown; el otro treinta por ciento se encuentra distribuido entre el padre de la señorita Emma, ella y otros socios.

En cuanto estuve frente a las puertas del edificio, mi corazón empezó a palpitar de forma acelerada, me sentía nerviosa al saber que en contados minutos estaría envuelta en los fuertes y dominantes brazos del dueño de tan imponente empresa.

Quién lo diría, que yo, una simple secretaria o asistente personal, como quieran llamarme, estaría envuelta en una relación sin etiqueta con el nuevo millonario neoyorquino que, hasta hace poco, estaba ocupando las portadas de todas las revistas y diarios famosos del país. Un hombre que exuda poder por donde lo miren y que tiene la posibilidad de con solo un chasquido de dedos tener a la mujer más hermosa y deslumbrante de todo el planeta tierra a su lado, posando junto a él cual diosa venus.

Pero no, a él se le dio la gran idea de fijarse en una simple chica con raíces latinas, huérfana, sin más en el bolsillo que el dinero de la casa de mi abuela Adela, la cual vendí meses después de su muerte, pues no tenía que más hacer en ese lugar, estaba sola sin nada, sin nadie. Físicamente soy más gorda que las chicas flacas de pasarela, tengo medidas de reina: no entra, se sienta y revienta; qué más puedo pedir; cabello rizado, por no decirle rebelde; no tengo más de 1,60 de estatura y el único logro en mi vida ha sido terminar la carrera de administración y finanzas.

Para luego terminar, siendo la asistente personal del papucho de Charles Brown… Y su chica también, porque quieras o no, te dio unos buenos orgasmos durante el fin de semana… sigue haciéndote la pendeja Sara.

En cuanto tomo el elevador me encuentro en el interior a mis super amigos: Sharon, Elena y Emmanuel, sus miradas me dieron a entender que les debía explicaciones y que no me dejarían salir del cubículo sin ellas.

—Buenos días, chicos —saludé con una sonrisa de oreja a oreja.

—Nada de buenos querida, suelta la sopa, que de aquí no sales hasta que cuentes donde y cuando dejaste de ser nuestra Sarita. —Las palabras de mi amigo Emmanuel, me dejaron con la boca abierta, cómo lo supo o soy yo la que se está imaginando cosas.

Detuvieron el elevador y empezaron a taladrarme con la mirada esperando explicaciones.

—No sé de qué me hablas. —Mis amigos me miraron de brazos cruzados. No eran idiotas, debo tener cara de recién follada.

—Crees que somos idiotas, —refutó Elena—, si hasta acá se puede oler que perdiste tu virginidad, te ves… diferente.

Con la sorpresa en mi rostro no me quedó de otra que contarles todo, no quería entrar en detalles en relación con Charles y yo, pero era más que obvio que sabían que estuve con mi jefe.




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