Todo inició bajo la lluvia

CAPÍTULO 14.

Charles Brown.

Descendí rápidamente del jet despidiéndome con prisa de todos. Ya eran las 6:00 de la mañana en New York y yo moría de ganas por verla. Me urgía llegar a mi departamento para encontrar a mi Sara y poder al fin saciar estas ganas incontrolables que tengo de ella, de su cuerpo, de su néctar, de su ser. Esa mujer me ha tenido toda la semana con un dolor de huevos impresionante.

Hay preciosa, la follada que te voy a dar te va a dejar una semana sin sentarte.

En cuanto me crucé con Doménico le indiqué que subiera conmigo, mientras Joseph me llevaba a mi departamento y el resto de los guardaespaldas me seguían en otro auto. No era necesario llevarlos a todos, porque no salgo mucho hacia Londres o cualquier otro lugar, así que solo necesité un par de ellos.

—¿Cómo estuvo su viaje señor?

—Caótico, pero todo salió bien. —Lo miré a través del retrovisor encontrándome con una mirada preocupada—. Tienes mi móvil.

Se removió en su asiento y aclaró su garganta. —Se lo entregué a la señorita Johnson, disculpe si hice mal, señor.

Lo miré dándole una mirada serena, en realidad era lo mejor, que estuviera en sus manos y no en las de Emma.

—Hiciste bien.

Me acomodé en mi asiento y le pedí a mi guardaespaldas que me diera un reporte de la semana. Me tomó por sorpresa que me informara que Emma se había instalado en la empresa, pero ya ni modo, más tarde hablaba con esa tonta. Escuchaba todo atentamente, muchas cosas sin sentido y otras que ya me imaginaba, una de ella era saber cómo mi padre indagaba cada vez más en conocer cuáles y cuantos son los bienes de mi madre, que bueno que Omar nos aconsejó dejar todo a nombre de otros, o de él, para ser precisos. Lo curioso de su minucioso informe era que no me decía nada de mi mujer, ni de cómo pasó la semana.

—Perfecto, sigue vigilándolo, Edward puede parecer estúpido, pero no lo es. Al igual que a Emma, sé que ellos planean algo y quiero saberlo, no los subestimes.

—Sí señor, como usted diga.

—Ahora bien, dime todo lo que sepas sin omitir nada. —Tragó grueso y respiró profundamente antes de posar su dura mirada sobre mí. —No tengo todo el día, Doménico y aún no me has dicho nada de ella y creo que algo pasa, porque de lo contrario hubieras empezado por allí.

—Bueno, señor… —aclaró su garganta una vez más—. La señorita Sara, salió de fiesta con sus amigos…

—Me lo imagino, siempre que pueden hacen planes. —anuncié conociendo esa rutina de ella. Sara lleva tres años trabajando conmigo y conozco cada una de sus salidas y cosas que le gustan, puede sonar demente, acosador o quizás hasta turbio, pero ella me embrujó desde el primer día que llegó y me sometió a ser su sombra desde entonces—. Pero eso no es lo que quiero saber, así que habla.

—La estuve siguiendo como usted pidió. Estuvo en un bar con sus amigos, el L’Amour —asentí, sabía que sus amigos eran bastante libertinos, cosa que a mí no me importa, siempre y cuando hagan bien su trabajo—. Bailó con ellos, no bebió, en realidad no ingirió ninguna bebida alcohólica, luego se sentó a disfrutar un show que estaban presentando; de allí salió cerca de las dos de la madrugada, sus amigos la acompañaron a tomar el Uber, luego llegó a su apartamento, al de ella, no al suyo, señor.

Lo miré con ojos bien abiertos, por qué no llegó a mi departamento si tenía las llaves y sabía que yo estaría aquí para el fin de semana. Algo no cuadraba. Lo insté a seguir.

» De un momento a otro… creo que fue aproximadamente media hora después, llegó una patrulla, pensé que era por algunos vecinos ruidosos, pero luego apareció una ambulancia, así que decidí ingresar al lugar y dirigirme a su piso…

Guardó silencio, ahora sí lo iba a matar. Sentí mi cuerpo tensarse en sobremanera y a mi corazón latir con mucha furia, algo le había pasado a mi reina, algo le había sucedido y yo no estuve allí para ella.

Tomé por las solapas a Doménico, lo atraje hacia mí con fuerza, quería estampar mi puño en su cara por su ineptitud, quería demostrarle a él o a cualquier otro que estaba dispuesto a matar por ella, de ser necesario.

—¡¡Qué le pasó a mi mujer!! ¡¡Habla maldito idiota!!

La rabia invadía mi sistema poco a poco, podía sentir como mi sangre fluía con suma rapidez y como de mi pecho se quería salir mi corazón. Cómo pudo ser posible, que mi mejor hombre de seguridad no se haya dado cuenta de que algo le pasó a mi princesa.

—No la encontré señor, la señorita no estaba en el edificio —dijo asustado—. Indagué al conserje y me dijo que un hombre había ingresado al edificio sin ser visto. Al parecer aprovechando una mudanza de un apartamento al lado del de la señorita Johnson y se escondió a esperarla…. Dicen los residentes que fue golpeada y violentada por el sujeto, el cual nunca antes habían visto, pero que escucharon llamarlo Salomón.

Lo solté de inmediato arrojándolo a un lado, mi mente era un caos, no podía articular palabra, me sentía impotente al no saber cómo actuar en un momento como este. El solo hecho de pensar que a mi princesa le pudiese haber pasado algo, o que ese mal nacido le hubiese hecho algo me tenía al borde del desquicio.

—Cómo fue posible no que no te percataras de eso… te dije que lo mantuvieras vigilado. —Di un fuerte golpe a la puerta a mi lado, preso de la desesperación.




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