Todo inició bajo la lluvia

CAPÍTULO 15.

Capítulo 15.

Sara Johnson.

Sentir sobre mi piel la tibieza de su aliento me tenía abrumada, no quería que me tocara, por más que intentaba zafarme era casi imposible, su agarre era firme, sus labios me rozaban torturándome y escuchar el susurro de su jadeo me hacía sentir sucia.

Todo esto está pasando muy rápido y no entiendo por qué; yo solo vine para divertirme con los chicos y ahora estoy aquí entre la pared y su cuerpo sintiéndome perdida y temerosa de que pueda hacerme daño.

Pienso en el momento en que se hizo una pausa para pasar a otro grupo de artistas; momento que aproveché para venir al baño, tanto líquido que tomé me estaba pasando factura, Sharon quiso acompañarme, pero no quería que se perdiera del show, además el pasillo estaba atiborrado de gente, así que no comprendo como estoy ahora sola y sin alguien cerca que pueda ayudarme. Solo ese hombre con el que me topé por descuido, pues no supe de donde salió.

—Lo siento, no lo vi. —recuerdo que me disculpé con la persona con la que tropecé.

Intenté evadirlo, pero sujetó mis muñecas con fuerza colocándolas en mi espalda y me arrastró hacia una de las paredes más cercana para luego apoyarse tras de mí.

—Pero… qué le pasa, suélteme —exigí.

Seguía en mi fallido intento por zafarme del hombre, pero era más fuerte que yo y más alto. Cómo dije antes, sentir su aliento sobre mí me tenía asustada e impotente, se inclinó a mi oído y me hizo escuchar su respiración, podía sentir su fragancia, la misma que usa… Salomón.

Mis sentidos se pusieron en alerta haciendo latir mi corazón con mucha prisa. ¿Por qué no lo percibí antes? Porque mi mente se bloqueó impidiéndome razonar y gritar. Cerré mis ojos en una súplica interna para que no me hiciera daño, pero todo fue muy rápido. Escuché el barullo de mis amigos abrí mis ojos para buscarlos y gritar, pero el hombre que me tenía retenida me empujó bruscamente y salió huyendo. El empujón casi me hace caer al piso, porque como pude intenté sostenerme de la pared para no golpearme tan fuerte, la gravedad hizo el resto del trabajo.

Mis amigos llegaron y me vieron de rodillas, digamos que a gatas.

—¡Sara! ¡¿Qué sucedió?!

Levanté mi rostro para verlos, pero mis lagrimas me nublaron la visión. Ellos llegaron a mí y me ayudaron a levantar.

—Sa… Sa…  —quise decir, pero mi voz no salía.

—Sí, lo vimos, por eso estamos aquí —explicó Elena, era notoria la preocupación en sus voces y en sus rostros—, pero se nos perdió y corrimos hacia acá.

—¿Te hizo daño? —interrogó Emmanuel.

—No, pero su presencia es suficiente para hacerme temer.

Mis amigos me abrazaron e intentaron reconfortarme. Salimos del pasillo en dirección a donde estaba nuestra mesa, ellos se sentaron a mi lado dándome de tomar agua y abrazándome, para que me tranquilizara, quería continuar con la fiesta, pero en realidad no me sentía bien; en estos momentos solo quería estar en mi departamento, en mi cama, bajo las cobijas. Estos eran los momentos en los que quería estar acompañada de mi abuela, ella era la única que me consolaba con su amor y su cariño, tomándome en brazos y arrullándome como niña pequeña hasta que me calmara o me quedara dormida. Cuanto la extraño.

—¿Quieres que me quede contigo esta noche? —preguntó Emmanuel.

—No, no es necesario, en realidad, creo que no dormiré mucho tampoco y ya dentro de unas cuantas horas debo estar en la oficina. —Los miré con tristeza, sabía que ellos harían cualquier cosa por mí, pero yo no quería importunarlos.

—Ok, te llamaré un Uber, es un amigo de confianza. —Informó Sharon.

—Se los agradezco chicos.

—En cuanto llegues nos llamas por favor, así sea un mensaje.

Asentí y les di un abrazo de despedida. Lo hice con todas mis fuerzas, sabía que esta noche sería diferente y que cambiaría mi vida, pero no sabía que tanto.

En cuanto llegué pude notar muchas cajas en la entrada del edificio, al parecer alguien viene o se va, no lo sé, aunque tampoco sé donde está el señor Gómez —tan raro, él nunca deja este lugar solo—. Subí en el ascensor ya quería estar en mi departamento, en mi camita.

En cuanto las puertas se abrieron pensé mucho en descender, retrocedí y observé la pantalla numérica de los pisos y efectivamente estaba en mi piso, pero todo estaba a oscuras. Asomé mi cabeza fuera del elevador, pero las luces no se encendieron —qué raro, antes de ir al club funcionaban. Bueno las cosas suelen fallar así no más—. Mi observación me hizo perderme un momento de mi alrededor como para no percatarme de la presencia de alguien cerca de mí.

En cuanto saqué la llave de mi bolso y quité el seguro de la puerta sentí un fuerte empellón que me hizo golpear la parte izquierda de mi cara contra la madera, haciendo que cayera al piso como un costal.

Emití un grito de dolor, no por el golpe y la caída sino, porque de forma casi que, de inmediata sentí el tirón sobre mi cabello y el arrastre hacia dentro de mi departamento. Me soltó cuando salió a cerrar la puerta, pero al ver que me arrastraba para huir la dejó a medio cerrar.




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