Aquella noche levemente fría, su mirada terminó por prometerme el mundo entero, tal como solía hacerlo hace diez años, cuando solo éramos unos jóvenes enamorados que creían que estarían juntos durante toda la vida. O al menos, yo lo hacía porque claramente me había mentido y me había hecho ver que no era más que una idiota que había pensado que la primera persona que le había dicho que la quería, realmente la quería.
Sabía que no debía de confiar en él, pero mi cabeza no dejaba de decirme una y otra vez que debía de intentarlo. Estaba aterrada e incluso podía sentir como mis manos temblaban ligeramente o mejor dicho fuertemente.
Confiar en Alex no era algo que pudiera ser realmente sencillo, mucho menos era algo que yo pudiera considerar seguro. Probablemente, si hubiera sido un nuevo inquilino que hubiera llegado a ofrecerme subir a su motocicleta con la paciencia que Alex estaba demostrando, posiblemente lo hubiera intentado porque hubiera sido una persona sin historial que posiblemente me encantaría conocer, pero el inquilino que había llegado a mi casa no era una persona nueva, era un demonio que ya me había atacado una vez y posiblemente le estuviera dando una segunda oportunidad para atacar de nuevo.
Mi cabeza pensaba cosas como ¿Y si me lanza de la motocicleta?
Sé perfectamente que, si mi psicóloga me estuviera viendo en estos momentos, probablemente mantendría una gran sonrisa en su rostro mientras sostendría una taza de café en su mano que agitaría mientras me animaría a acabar con ese maldito pánico a las motocicletas que le he tenido durante muchísimo tiempo. Sé que terminar o asesinar los miedos que tenga en mi interior es algo realmente bueno, ¿Pero hacerlo con Alex? No lo sé. Simplemente, no me parece una gran idea.
—¿Prometes que no me dejarás caer? —pregunté, limpiándome el sudor sobre mi camiseta. Ni siquiera se encontraba haciendo calor en la ciudad y yo realmente sentía que me estaba derritiendo poco a poco. Mis mejillas ardían y el corazón me palpitaba con fuerza como si hubiera corrido un largo maratón cuando en realidad solo era el miedo y el pánico tratando de arruinarme la vida.
Probablemente, era la típica sensación que sentían en el cuerpo cuando estaban a punto de morir, probablemente era mi cuerpo que se encontraba preparándome para la posible muerte que iba a tener que sufrir por culpa de Alex.
Por un momento realmente me pregunto si sería el momento perfecto para morir. Si fuera perfecto el hecho de que intentara subir a la motocicleta para terminar con mi miedo y por estúpida terminara por caerme de la motocicleta y eso ocasionara que mi cabeza se abriera y me desangrara.
—Has estado preguntando eso durante los últimos quince minutos y mi respuesta no ha cambiado. No voy a dejarte caer— contestó Alex, completamente seguro de sí mismo, colocándome el casco de color negro con cuidado, pude ver a través del casco como le enorgullecía tenerme temblando frente a su motocicleta.
Al contrario, a mí me parecía una locura que únicamente me revolvía el estómago.
Lo sentía como si estuviera firmando mi contrato con la muerte. Probablemente, el hecho de que estuviera realmente seguro de sí mismo debería de tranquilizarme un poco, pero no era así. No sabía absolutamente nada de lo que estaba pasando por su cabeza y eso era algo que realmente me preocupaba. Parecía un hombre un poco más maduro y honesto, pero el problema era que posiblemente solo se estaba comportando bien para conseguir que yo pudiera subir a su moto. Tal vez en su cabeza, se encontraba burlándose de mí una y otra vez mientras que yo comenzaba a creer que realmente trataba de ayudarme con mi maldito trauma con la motocicleta.
—¿Sabes qué? — solté en cuanto lo vi colocarse el casco— no puedo. En verdad, lo estoy intentando, pero no puedo. No quiero morir esta noche. Muérete tú.
Realmente no podía, lo estaba intentando, pero no podía. El simple hecho de haberlo visto ponerse el casco me hizo sentir que el estómago se me hizo un desastre.
Imaginar que tenía que subirme a la motocicleta me mareaba, me hacía sentir como si estuviera a punto de desmayarme.
Lo único que podía afirmar con certeza es que estaba totalmente aterrada y que no podía subirme. Me quedaría a casa sin importar qué. Si Alex quería cobrarme dinero por no cumplir con nuestra regla de las veinticuatro horas, pues que lo hiciera. No me importaba nada.
Si quería terminar con el contrato de arrendamiento, pues mejor, solo quería hacer algo que no tuviera que verse involucrada esa motocicleta.
—Hay, hay—soltó antes de reír—. Por veinticuatro horas… Eres mía. Firmaste el contrato, así que vamos— me dice sin borrar esa sonrisa de su rostro. Está totalmente seguro con el hecho de que terminaré por aceptar su maniática idea de dar un paseo por la motocicleta, pero realmente sé que no puedo hacerlo.
—¡En verdad tengo miedo! —grité, alejándome rápidamente. Finalmente, avergonzada de haberme mostrado completamente vulnerable frente a él.
Por más que me dije a mí misma que no iba a permitir que Alex me viera como una persona débil, había terminado por hacer justamente lo que había dicho que no haría. Eso terminaba por demostrar que lo único que sabía era no cumplir en mi palabra.
No cuando se trataba del maldito de Alex.
—Pero tienes que subir… se supone que tienes que hacer todo lo que yo quiera en estas veinticuatro horas. Tienes que hacer todo lo que quiera por un día, ¿Tan rápido lo olvidaste? — pregunta como si realmente fuera estúpida y no hubiera recordado las palabras que habíamos acordado en las reglas de arrendamiento.
#14192 en Novela romántica
#2690 en Chick lit
primer amor celos peleas desamor, mentiras gemelos amor romance pasado, motociclista escritora
Editado: 01.04.2023