Todo inició con una mentira

8

Cuando las comisuras de sus labios rozaron ligeramente mis labios y me hicieron sentir repentinamente atrapada entre él y yo. Lo golpeé tan fuerte como pude en el rostro. Logrando por segunda vez en mi vida tumbar a un hombre de casi un metro ochenta. Aquel golpe me había hecho sentir tan libre que incluso desee volver a hacerlo, pero sería demasiado salvaje de mi parte lanzarme hacia él en el suelo y golpearlo unas cuantas veces más.

La sensación que me había hecho sentir aquel golpe me había gustado por completo porque por primera vez había logrado que todo el estrés de mi cuerpo se saliera tan rápido. Sabía que aquel gran golpe que le había metido solo había sido una manera de liberar el dolor que estaba sintiendo al sentirme nuevamente utilizada por su parte.

— ¡Ana! —gritó Kristal, bajando de las escaleras con el cabello completamente empapado. Usando únicamente una bata de baño de color negro. Incluso si aquella bata de baño cubría su cuerpo, me molestaba. Sabía perfectamente que estaba desnuda y eso me ponía furiosa.

Alex se encontraba en el suelo, masajeándose la mejilla mientras veía la situación. Tras verlo por un momento pude darme cuenta de que estaba tan confundido que no podía dejar de mirar de un lado a otro. Mirando a Kristal y a mí.

— ¡Ya veo por qué no respondías mis llamadas! —solté, alejándome unos cuantos pasos de Alex, apretando con fuerza mis manos mientras retrocedía.

“No puede ser” escuché susurrar a Alex desde el piso.

Estaba totalmente furiosa y estaba segura de que ambos podían notarlo. Quería golpearlos a ambos, deseaba desesperadamente golpear a Kristal por haberse permitido enrollar por las faltas palabras que seguramente Alex le había dicho para engatusarla y quería golpear a Alex por ser un maldito mujeriego. Sentía la necesidad de proteger a mi única amiga porque si ya sabia lo que me había hecho a mí en el pasado, temía que a ella se lo pudiera hacer.

Temía que le dijera que la quería para que al final solo la dejara con el corazón totalmente roto.

— ¿Ya saliste de bañarte? —preguntó Alex, levantándose del suelo con una pequeña sonrisa de victoria en su rostro. ¡Realmente ver esa expresión en su rostro me hizo odiarlo incluso más de lo que ya lo hacía! Porque demostraba claramente que se sentía orgulloso de lo que había hecho con ella. De lo que había hecho conmigo al mentirme… pidiéndome una segunda oportunidad cuando claramente no la estaba necesitando de corazón.

Se sentía totalmente feliz por su horrible actitud.

— ¿Por qué lo has golpeado? — se dirigió Kristal a mí. Maldita sea, Kristal estaba defendiendo al imbécil de Alex.

Ya le había lavado la cabeza, probablemente se lo había lavado desde el momento en que se había conocido para firmar arreglar las cosas del contrato. Probablemente, desde ese momento Krista había quedado encantada por Alex y por eso había decidido que él sería la persona que viviría conmigo porque de esa manera podría ir a mi casa las veces que quisiera y lo miraría ahí.

Ella realmente no se había puesto a buscar personas que fueran buenas para vivir conmigo, únicamente había visto a Alex y había decidido que él sería la persona “Perfecta” que yo estaba buscando.

—Es un poco celosa— respondió de inmediato Alex, levantándose del suelo mientras deslizaba su mirada por mi rostro totalmente tenso.

— ¡¿Cómo pudiste acostarte con este imbécil?!—Pregunté, ignorando por completo la presencia de Alex a mis espaldas. Camino hacia Kristal, subiendo unos cuantos escalones de aquellas grandes escaleras— ¡Eres mucho para este imbécil!

La estúpida carcajada que soltó Alex en aquel momento hizo que mi sangre hirviera a tal punto de casi evaporarse.

Volteo rápidamente hacia él. Pensando seriamente en volver a golpear su maldito rostro apuesto, su sonrisa burlona me molesta tanto que incluso un golpe parece tan poca cosa.

— ¿Qué es lo que te da tanta risa como para ponerte a reír de esa manera tan absurda? —pregunté, encontrándomelo a mis espaldas con la misma expresión burlesca que había visto hace un momento.

“Es mi hermana” susurró ligeramente en mi oído, deslizando gentilmente una de sus manos por mi cintura.

— ¿Qué? — pregunté, completamente confundida. Creyendo que aquellas palabras no eran más que mentiras.

—Somos hermanos— soltó Kristal, reforzando lo que Alex acababa de decir. Frunciendo levemente el ceño antes de soltar un gran y ruidoso suspiro que sonó por todo el lugar—. Ya veo lo que sucede.

— ¡No me toques! —solté, percatándome que la madre de Kristal y Alex colocaba sobre la mesa del comedor una gran olla de estofado.  Tranquilamente como si el escándalo que acababa de hacer le importara un carajo. Por un momento mi cabeza recupera un poco de cordura y me hace avergonzarme de estar gritando como loca por todo el lugar.

—No puedo creerlo—susurré.

Estaba totalmente avergonzada y lo único en lo que podía pensar en esos momentos era en huir. Lo único que pude hacer fue clavar mi mirada en uno de los adornos que colgaban del techo.

Nada de eso podía ser posible, recuerdo perfectamente que en el pasado Alex había mencionado que su hermana se encontraba en una escuela en el extranjero y cuando conocí a Kristal mencionó que su hermano se encontraba en España. Todo tenía sentido, esa era la verdadera razón por la cual no había podido conocerlos a ambos.




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