Todo inició con una mentira

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Si alguien me hubiera dicho en este momento que mi “Yo” del pasado alguna vez se puso a rogarle a su exjefe que la despidió por haber recibido su merecido, no lo hubiera creído, pero ahora que han pasado varios años desde ese sucedo, sigo pensando que fue una estupidez de mi parte, ya que desde el momento que me paré en la puerta de aquella editorial ya sabía la respuesta que estaba buscando y sobre todo ya sabía la respuesta que iba a recibir.

Al igual que todas las mañanas, la editorial se encontraba ciertamente siendo un desastre por culpa de cada uno de los empleados de aquel lugar. Había recibido un pase de visita para poder ver al estúpido de mi exjefe cuando en realidad todos me conocían y solo me habían dado un pase de visita para asegurarse que aquel desagradable hombre realmente me recibiera en su oficina.

Me detuve por un momento en el pasillo de la oficina, observando a través de la ventana como Charles se movía incómodamente en su silla negra. Traía un traje de color azul, incluso si aquel traje era completamente hermoso, él seguía viéndose como una bestia.

Tenía el estómago revuelto, la cabeza llena de estúpidas ideas que terminaban en los peores escenarios, imágenes de Alex en mi cabeza y sobre todo aquel comentario que había soltado a la ligera.

Por unos cuantos minutos me quedé ahí, parada en medio del pasillo, pensando en cada uno de los defectos que Alex tenía. Para ser sincera… sentía que cada vez todo se volvía más difícil para ambos. Finalmente, entendía lo que él realmente estaba buscando y yo no podía dárselo. No quería tenerlo cerca, tanto que mis pensamientos me pedían a gritos irme de casa.

Realmente no era fácil verlo, realmente me revolvía el estómago, creer que nosotros nuevamente podríamos llevarnos bien, que nosotros podríamos no sé… ¿Enamorarnos una vez más?

Cada vez que lo veía, mi cabeza lanzaba una señal de alerta en mi cuerpo, me ponía tensa y me hacía recordar cada uno de los motivos por el cual no debía permitir que nuestra relación mejorara.

Estaba consiente que no era muy maduro de mi parte superar algo que pasó hace años, pero en verdad había creído que lo había superado, pero al verlo sentí que todo me cayó encima. Odiaba el hecho que físicamente fuera todo lo que deseaba, odiaba que tuviera unas manos de infarto, pero también odiaba que su corazón posiblemente fuera el mismo. Quería ver a través de él y descubrir si realmente se encontraba siendo honesto.

Entendía perfectamente que solo éramos unos adolescentes cuando todo había sucedido, pero simplemente no podía creer en él y si él realmente deseaba ser un buen hombre para mí, pues lo lamentaba muchísimo porque no pensaba confiar en él.

Realmente había comprobado que las personas podían cambiar, yo había cambiado demasiado desde aquel entonces, había dejado de ser aquella niña que confiaba en cada una de las personas que se cruzaban en mi camino. De hecho, me había convertido en una persona que confiaba más en sí misma, una persona que había aprendido a ser seria y partir el corazón de las personas cuando fuera necesario. Me había convertido en una persona totalmente vengativa y sobre todo muy orgullosa.

Bueno, no siempre, ya que había ido a rogarle a Charles.

Tomé bastante valor antes de tocar la puerta de su oficina unas cuantas veces, pude escuchar como firmemente soltaba un “Adelante”.

Mis manos temblaron por un momento al abrir la puerta de aquella oficina, esa mañana me había vestido con toda la intención de no ser para nada provocativa, el atuendo que llevaba aquella mañana no era para nada la manera en la que solía vestirme. Metí ambas manos a los bolsillos del pans cuando nuestras miradas se cruzaron por un momento.

La carcajada que soltó Charles al verme me enfureció por completo, pero al ver a un apuesto hombre de cabello rubio frente a él me sorprendió, no lo había visto, ni siquiera cuando miré a través de la ventana. Había estado en un punto ciego de la oficina todo este tiempo.

—¡Qué gusto verte una vez más, Ana! — soltó Charles, sonriendo ampliamente mientras volteaba a ver a un extraño hombre de traje— te presento a mi socio, el señor Ulises.

—Gusto en conocerla—respondió.

—El gusto es mío, señor Ulises.

—¿Ustedes se conocen? —preguntó Charles, levantándose de su asiento mientras se acomodaba el saco de su traje. — ¿Qué es lo que te trae por aquí? —preguntó, acercándose a mí con suaves y ligeros pasos llenos de coqueteo.

Odiaba estar ahí, realmente odiaba haber ido a ese maldito lugar de nuevo.

—Quisiera hablar contigo sobre la demanda.

—¡Justamente de eso estaba hablando con mi socio! — soltó sin borrar la estúpida sonrisa de su cara—¡Toma asiento! — comentó, señalando el asiento vacío que se encontraba a un lado de su socio.

Mi cabeza me repetía una y otra vez que huyera de aquel lugar antes que terminara escuchando algo que realmente me fuera a doler.

Lamentablemente, no le hice caso a mi cabeza y me senté al lado de aquel hombre que portaba un traje blanco. Percatándome que sus puños se encontraban enrojecidos mientras los apretaba con fuerza.

—Bien, ¿Qué es lo que quiere decirme?

—Retira la demanda— pedí, clavando mi mirada en los ojos de Charles— lo que hiciste es completamente injusto— solté, colocando ambas manos sobre el escritorio de madera.




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