NARRACIÓN ALEX.
Ahora que lo pienso, ahora que han pasado años desde aquel día, que es el presente y puedo percatarme de mis errores en el pasado. En realidad me doy cuenta de que en aquellos momentos no sabía que lo había arruinado una vez más, sabía que mis palabras habían logrado algo, pero no imaginé que herirla era lo único que había logrado.
En esos momentos estaba completamente confundido porque realmente no estaba completamente seguro de qué es lo que tenía que hacer, sabía que en ocasiones dañaba o presionaba demasiado Ana, pero estaba confundido y no encontraba la manera de poder acercarme por completo a ella porque cada vez que intentaba hacerlo terminaba lastimándola.
Desde que la perdí hace años supe que tenía que encontrarla, supe que ella era la persona con la que necesitaba estar y por eso supe que no podía rendirme hasta que ella pudiera estar nuevamente a mi lado. Y lo que tenía en esos momentos con ella no me servía para nada porque aunque finalmente lo había encontrado y tenía un poco de comunicación con ella, no era lo que yo necesitaba porque yo necesitaba tenerla sentimentalmente para mí. Necesitaba que ella me amara como lo hacía en el pasado.
Estaba perfectamente consciente del poco tiempo que me quedaba azulado, pero estaba completamente seguro que podría recuperarla en el tiempo que me quedaba. Sabía perfectamente que lo dejaría con muchísimas dudas, pero tenía que mentirle una vez más porque era la única opción que me quedaba. Sabía que en el momento que Ana descubriera que nuevamente le estaba mintiendo, me mandaría al carajo, pero era un secreto que tenía que ocultar perfectamente. No había sido fácil encontrarla y había tenido que hacer las cosas que hice para encontrarla. De lo único que me podía arrepentir en esos momentos era de la gran mentira que le estaba haciendo tragar
Ni siquiera tenía el valor de acercarme a ella y confesar toda la verdad. Bueno, ni siquiera era una opción decirle la verdad, ya que estoy en riesgo decírselo. Odiaba mentirle respecto a todo, todo lo que ella estaba viendo de mí en esos momentos era una vil mentira y temía por completo lo que iba a suceder cuando descubriera que nuevamente le estaba mintiendo.
Estaba completamente seguro de que lo que estaba haciendo iba a terminar por provocar que ella me odiara por el resto de mi vida, pero no podía hacer nada más. Y si las acciones del pasado me habían conducido hasta ella una vez más, pues entonces no me arrepentiría. Además, trabajaría duro para que ella no descubriera mi gran mentira.
—¿Estás ahí?—preguntó Ana desde el exterior de mi habitación, normalmente no se acercaba a la habitación o mejor dicho nunca lo hacía porque extrañamente había estado en casa y las veces que había estado siempre terminábamos en situaciones extrañas.
—Estoy—respondí, tomando la camiseta que me había quitado hace unos cuantos minutos.
—Lo siento, pero, ¿Puedo pasar?—preguntó casi en un susurró, al escuchar su tono de voz me levanté de inmediato de la cama. Ni siquiera me costó más de dos segundos abrirle la puerta para terminar encontrándome con su rostro lleno de lágrimas.
—¿Qué sucede?—pregunté—. ¿Esto fue mi culpa?
—No, lo siento… Qué dramático se debe de ver de mi parte venir con el rostro lleno de lágrimas. Qué vergüenza—susurró—.no lo pensé ni por un momento.
—¿Entonces que es lo que sucede?—pregunté, llevando inconscientemente mi mano hacia su rostro para lograr limpiarle una lágrima que seguía con mi mirada.
—¿Podrías revisarme la quemada?
—¿La quemada?—pregunté, bajando la mirada hacia sus piernas. Percatándome de lo extraño que se veía la piel alrededor del vendaje que se había colocado ella misma—. Mmm… Pasa, pasa.—solté, haciéndome a un lado para que ella pudiera entrar a mi habitación.
—Esto es muy incómodo—susurró para sí misma, que por suerte escuché lo que había dicho, por qué de ese modo pude decidir con claridad que era lo que tenía que hacer.
La hacía sentir incómoda, probablemente por la discusión que habíamos tenido hace un momento, porque le caía mal o por la maldita tensión sexual que podía sentir entre nosotros. Me moría de ganas por besarla, por tomarla de las mejillas y morderle los carnosos labios. Cuando finalmente había encontrado a Ana me había dicho a mí mismo que no podía seguir teniendo sexo casual cada vez que quisiera. Necesitaba parar hasta asegurarme que ella estaría en mi vida. Lo había cumplido, llevaba bastante tiempo sin sexo. Cosa que no ayudaba de mucho ante mis deseos prohibidos en esos momentos. No podía engañarme a mí mismo, quería follarla, necesitaba tenerla acorralada, jadeando mientras le decía lo mucho que la amaba.
—¿Desde cuándo no la limpias?—pregunté, regresando a mis sentidos cuando la vi desvendarse frente a mí.
—Desde hace dos días, estuve cambiándome la venda, pero duele demasiado.
—Creo saber que hiciste mal—respondí, acercándome a ella para poder ver mejor su herida. Pude ver como los músculos sé sus muslos se tensaron levemente al verme ponerme de cuclillas frente a ella. Me fue imposible no soltar una pequeña sonrisa al ver tal reacción.
—¿Qué hice mal?— susurró, tratando de mantener la compostura.
—Estuviste vendando tu pierna con mucha fuerza. Además, no era necesario vendar siempre la herida. No dejaste que tu piel respirara y eso ocasionó que comenzara a infectarse— solté, señalando unas pequeñas áreas de su pierna—. Mira como tienes marcada la venda sobre tu piel—susurré antes de acariciarla con cuidado—. ¿Te duele?—pregunté, por un momento, deslizando la mirada por sus piernas.
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Editado: 01.04.2023