Todo inició con una mentira

20

La habitación del hotel se encontraba en completo silencio, por excepción del sonido de las olas del mar que teníamos a unos cuantos metros de la habitación. Alex se encontraba al lado de mi cama, justamente en su cama, durmiendo pacíficamente a las grandes almohadas de color blanco que había sobre su cama. Compartir habitación sin duda nunca había sido mi opción, para nada había deseado compartir habitación con él pero, como siempre, cuando intentas evitar a alguien salen con una estúpida iniciativa de decir no hay habitaciones disponibles. Realmente me parece una estupidez, realmente siempre me he creído que esas clases de cosas estúpidas sólo ocurría la las televisiones. Extrañamente me parecía completamente relajante ver la manera en la que el dormía con tranquilidad sobre su cama, abrazando las almohadas de aquel hotel como si fuera una clase de oso de peluche. Sin embargo, a pesar de creer que se veía extrañamente tierno dormido en aquel lugar, quería salir, necesitaba recorrer el lugar, divertirme y hacer algo que no fuera únicamente verlo dormir. Ambos habíamos llegado demasiado cansados, el vuelo había sido demasiado largo, agotador y exigente. Ninguno de los dos había podido dormir con tranquilidad en el avión ya que durante el vuelo una maldita niña mimada había estado llorando una y otra vez porque su madre no le quería entregar el celular. 

Intenté levantarme de la cama en completo silencio pero fallé por completo cuando la cama comenzó a rechinar. 

Alex inmediatamente rodó por la cama, volteando a verme con una pequeña sonrisa en el rostro. 

—Deja dormir— soltó con un pequeño susurro, cerrando los ojos nuevamente.

—Creo que deberías de levantarte, deberíamos de ir a pasear o algo parecido. No tenemos que quedarnos todo el día aquí encerrados. Si crees que estás cansado como puedo irme yo sola.—comenté, acercándome a su cama con ligera sutileza. Tratando de verme lo mas  tranquila posible frente a él. 

Un grito inesperado salió de mi garganta cuando senti los poderosos brazos de Alex rodeandome, obligandome a caer sobre él en cuanto jaló mi cuerpo hacia él. Caer encima de él me hizo sentirme completamente avergonzada pero al sentir su mano acariciar mi espalda me hizo sentir completamente relajada. En realidad me gustó demasiado sentir sus manos sobre mi espalda, acariciándome con sutileza mientras soltaba una pequeña sonrisa con los ojos aun cerrados. Por un momento pensé en besarlo, realmente lo desee pero no tuve el valor y aunque ambos habíamos prometido no retener nuestras emociones, se me hizo imposible no hacerlo. Era terriblemente linda la manera en la que su mano se deslizaba de arriba abajo por mi espalda, acariciando cada pequeño centímetro de piel que se encontraba cubierta por la camiseta roja que llevaba en esos momentos.

—Estoy cansado pero no quiero dejarte ir sola, se supone que tenemos que estar juntos estos diez días. Lo siento pero, ¿Podemos tener una cita en esta habitación?

—¿Una cita en esta habitación?—pregunté, sintiéndome ligeramente molesta ante su comentario. Si creía que por compartir habitación...terminariamos teniendo sexo pues entonces se encontraba jodidamente enfermo de la cabeza. No quería hacerlo de esta manera y no lo haría.

—¿En qué cosas estás pensando?—preguntó, dejándome ver como la maldita pervertida.— estaba pensando en ver películas, pedir comida a la habitación y asar un poco de bombones en la chimenea pero... creo que me gusta mucho más tus planes.

—No pensaba hacer eso y no pienso hacerlo—respondí de inmediato, negando con fuerza mientras deslizaba mi mano hacia la cabecera de la cama— quiero ver películas y tal vez un poco de pizza.

—¿Quieres pizza en Hawaii?—preguntó con una gran sonrisa.

—¿Por qué no?

—¿Por qué no pedir algo mucho más tropical?

—¿Qué es tropical para ti?—pregunté, finalmente alejándome de él por completo.— iré sola. No quiero quedarme aquí encerrada solo porque tu te sientes cansado. Prometiste darme las mejores diez citas de mi vida y sin duda no creo que puedas darme una en una habitación del hotel.

—¿Realmente te irás?—preguntó con el ceño ligeramente fruncido— bien, lárgate—soltó, dejándome completamente sorprendida.

¿Qué carajos le sucedía?

—Bien—solté, levantándome de la cama para poder acomodarme la ropa mientras Alex me miraba con el ceño ligeramente fruncido. Por un momento realmente pensé que darme pero no pude para una vez que mis pies dieron los primeros pasos hacia la salida. Sé que estaba mal dejarlo solo pero tenia que importarme un carajo.

Al igual que la tarde, el pasillo se encontraba en completo silencio, haciéndome preguntar si realmente el hotel que habíamos escogido era demasiado tranquilo (Al igual que era jodidamente caro) pero incluso si era tranquilo o algo parecido. Me gustaba, me encantaba como todo el pasillo se encontraba decorado con plantas y hojas maravillosamente exóticas. Decoración natural que nunca había visto en la ciudad.

—¡Oye!—gritó Alex, asomando la cabeza por la puerta.—¡Olvidaste algo!—soltó, haciéndome voltear hacia él. Regalándome un rostro completamente serio. Justo como si estuviera terriblemente molesto.

—¿Qué fue lo que olvide?—pregunté a unos cuantos metros de la puerta, suspirando con fuerza antes de  finalmente decidirme a volver hacia la habitación.— estoy completamente segura que no he olvidado algo— comento mientras camina hacia él— puedo pagar con la tarjeta del hotel, ¿No?—pregunto.

‍​‌‌​​‌‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​​‌‌​‌​‌​​​‌​—¡Ven!—suelta, exigiéndomelo levemente.

—¡Bien!—respondo. Acercándome más a él, notando como él entraba a la habitación antes que yo, haciéndome molestar al verlo cerrar la puerta frente a mis narices. —¿Qué mierda te pasa?—le pregunto al abrir la puerta y entrar a la habitación. Haciéndome quedar como una estúpida al verlo sentado sobre la mesa del comedor. —¿Cómo hiciste todo esto?—pregunté al ver las luces bajas, las velas, las rosas y la deliciosa cena humeante que había sobre la mesa del comedor.




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