…Olivia…
La noche había sido agradable, excepto por Nik, el cual continúo lanzando miradas en mi dirección. Cosa que no paso desapercibidas para nadie. James intentó cuestionarme al respecto al llegar a casa, pero yo me hice la desentendida y me excusé con que estaba agotada y necesitaba dormir. Había mentido, y luego de meterme en la cama, me dije que no era una estúpida por encontrar a un chico atractivo. Incluso si era arrogante.
A la mañana siguiente, desperté bastante temprano y para cuando bajé a desayunar, ya estaba lista para cuando tuviera que irme a la venta de postres.
—Ya le han dado servicio a tu piano.
Fiora dijo terminando de servir huevos revueltos en mi plato.
—Gracias.
James entró en la cocina con su traje a la medida y su cabello oscuro peinado a la perfección. Me saludó con un beso en la frente y se sirvió café.
—Supongo que iras a Atenas de nuevo ¿no?
—Tengo que reunirme con el director del banco de Roma.
—Entiendo —murmuré antes de beber de mi café—. Por cierto, ¿has sabido algo de Nina?
Fiora dejó un plato frente a él.
—Gracias. —Sonrío—. No respondió mis últimos mensajes, debe estar muy ocupada.
Hacía más de un año que Nina había dejado de trabajar con nosotros. Según lo que le dijo a James, todo se debía un asunto familiar. Y aunque nos había cuidado desde niños, entendíamos que tenía su propia familia por la cual ver.
—Buenos días —saludó Rowen entrando en la cocina.
Lista para su sesión de pilates.
—¿A qué hora estarás de vuelta? Podemos pasar la tarde en el yate.
—Eso suena bien, estaré de vuelta a la hora de siempre.
—¿Qué dices, Livy? —Wen preguntó llenando su botella de agua.
—Está bien para mí.
—Perfecto —dijo con una sonrisa—. Terminaré de arreglarme.
—¿De verdad no quieres regresar a Nueva York con ella?
—¿Estas queriendo deshacerte de mí, ángel?
Achicó sus ojos con fingido recelo.
—No, pero sé que necesitan su tiempo a solas.
—Tenemos el suficiente cuando estas en la universidad. Además, podremos tener tiempo de hermanos ¿no crees?
—No sé si me entusiasma mucho pasar tiempo con mi hermano treintón —bromeé.
James me miró indignado.
—Cumpliré veintinueve, jovencita.
—Casi treinta. —Reí.
—Extraño cuando solía ser una figura de respeto para ti.
Negué con una sonrisa. Sony, el jefe de seguridad, entró en la sala con su usual vestimenta negra.
—Tengo que irme.
James comentó poniéndose de píe.
—¿Recordaste decirles que llenaran el tanque de mi auto?
Ayer me había dado cuenta a mitad de camino que no fue buena idea caminar con tres cajas llenas de postres.
—Lo olvide, hare que lo llenen. Duncan puede llevarte en su camioneta.
Mis labios se apretaron con protesta.
—¿Qué sucede? —cuestionó con intriga.
—Puedo ir sola.
—Lo sé, pero no quiero que lo hagas —respondió tomando un portafolio de la mesa de centro de la sala.
Lo miré con una mueca triste. James volteó a verme soltando un suspiro resignado.
—Solo es Duncan, es mejor que antes ¿no?
—Pero dijiste…
—Dije que reduciría tu seguridad, solo eso.
Su voz se tornó sería. Aquí venía el hermano mayor.
—James —arrastré la palabra.
—No voy a cambiar de opinión, Olivia.
Me miró indulgente.
Quise replicar, pero me tragué las palabras.
—Entiendo —Le di una débil sonrisa.
James dejó de andar a la salida y me dedicó una mirada suave. Parecía que había llegado a él, pero luego su expresión se compuso mostrándose autoritario.
—Suerte. Te quiero, ángel.
—Yo también te quiero.
Respondí dejando de lado mi irritación. Sintiendo como cada vez me era más difícil mantenerme callada y aceptar todo sin rechistar.
Dejé salir un suspiró resignado y volví a mi desayuno. Rowen entró lista para irse al gimnasio.
—Invitaré a los Deligiannis a pasar la tarde en el yate con nosotros.
Mi corazón dio un salto de solo pensar en tener que pasar la tarde con Nik.
—¿Está bien? —interrogó con una mirada analítica.
Si no la veía no se daría cuenta que mentía.
—Seguro —fingí indiferencia.
—¿Qué te parecieron Sophia y su familia? —preguntó.
Editado: 04.09.2025