Todo lo impredecible

Observando las estrellas de espaldas al sol

Nik

Salí por los portones de la casa de Olivia con una sonrisa satisfecha y con las imágenes de su hermosa sonrisa y la forma en que su figura se mostraba a través de su vestido.

Una vez en la mía, fui hasta la cocina esperando encontrar algo de Baclavá, si era que aún quedaba algo. Pero era mi día de suerte y encontré dos pedazos. Me senté en la barra devorándolos mientras mensajeaba con mi mejor amigo. Dejé de teclear sobre la pantalla al escuchar pasos desde el pasillo.

—No aun no llega.

Papá parecía hablar con alguien, pero ese alguien nunca se hizo notar.

—No lo sé, papá —suspiró con pesadez, cada vez más cerca de la cocina—. Ya sé que debería haber llegado hoy, pero no lo hizo ¿qué quieres que haga?

Entró en la sala de estar del otro lado del arco que conectaba con la cocina. Ignorando que yo estaba ahí.

—Lo recuerdo —masculló—. Te veo mañana.

Papá terminó la llamada cerrando los ojos con pesadez un momento. Los abrió mostrándose sorprendido al verme.

—Nik, no sabía que ya habías llegado.

—Hace unos minutos.

Sus ojos fueron hasta el plato vacío y una sonrisa cómplice apareció en sus labios. Se acercó a la barra y tomó la caja con las galletas griegas que le compró a Olivia.

—¿Cómo estuvo tu cita? —preguntó sentándose frente a mí.

Sonreí sin poder evitarlo.

—Tu sonrisa me dice casi todo. —Río.

—Fue muy bien, mejor de lo que esperaba.

—Olivia parece ser una chica muy agradable.

—Así es —concedí recordándola—. Me parece sorprendente no haberla conocido antes o siquiera haberla visto, siendo que el abuelo Rich tiene una relación estrecha con James y sin olvidar a Rowen.

—Por lo que Rich me ha dicho, James es algo sobreprotector con ella. No le gusta exponerla tanto, especialmente luego de casarse con Rowen.

—Tiene sentido, ni siquiera sabía que James tenía una hermana.

—Todo pasa cuando es debido, hijo. —Sonrió comiendo otra galleta.

—¿Conociste a sus padres? —pregunté bastante intrigado.

Conocía muy poco de ellos, ni siquiera recordaba sus nombres. Pero sabía que murieron en un accidente aéreo hace algunos años y que el señor Asbourne era el dueño del banco que llevaba su nombre, su muerte fue noticia internacional.

—La verdad no, lo que sé es por tu abuelo Rich. ¿Por qué?

—Solo no quisiera tener que preguntarle por ellos, debe ser duro para ella.

Papá sonrió con calidez.

—Bueno, si lo que quieres es algo serio con Olivia, me temó que tendrán que hablar de eso en algún momento.

—Soy un poco impaciente —respondí encogiéndome de hombros—. Ya sabes.

—Lo sé, pero también sé que eres un chico gentil y tendrás cuidado.

Asentí algo abochornado.

—¿Has hablado con tu hermano? —interrogó cerrando la caja de galletas.

No hacía falta que preguntara cuál de los dos.

—En la tarde, dijo que llegaría mañana o bueno, en unas horas.

Le mostré la hora en mi teléfono.

—Bien. —Asintió agradecido—. Me voy a la cama.

—¿Ocurre algo, papá? —Este dejó de caminar a la salida—. Parecía que el abuelo estaba molesto cuando hablabas con él.

—Nada que no pueda solucionarse. —Sonrió—. Descansa, Nik.

—Igual tu.

—¿Puedo saber porque no me dijiste que saldrías con Olivia? —Sophia retiró las gafas de sus ojos.

—Porque habrías sido insoportable al respecto.

Reí secando el agua de piscina de mi cuerpo. Mi hermana me observó con seriedad unos segundos.

—Olivia no es como las chicas que te gusta frecuentar, lo sabes ¿no?

—Ahora lo sé —contesté haciéndola rodar los ojos.

—Espero no se te ocurra jugar con ella, no voy a defenderte cuando James y Rowen te quemen vivo y bailen a tu alrededor.

Sonreí con diversión haciendo que se molestara más.

—No tendrás que recoger mis restos calcinados, confía en mí.

—Habló en serio, Nik.

Reí más fuerte provocando que me lanzara el bote de su bronceador.

La verdad era que al principio mis intenciones con Olivia no eran para nada inocentes, tampoco despiadadas como mi hermana dejaba ver. Sin embargo, luego de haber conocido a Olivia un poco más, tenía dos cosas claras: Ella no era el tipo de chica que creí y que me había embrujado. O algo parecido, porque, aunque mi intención era meramente casual, no parecía importarme mucho si terminaba siendo algo más serio.

No era conocido por ser un chico de compromisos y había sido así desde mis días adolescentes en Inglaterra. Lamentablemente había comprendido que a la mayoría de chicas no les interesaba un buen corazón y que la indiferencia era lo que parecía volverlas locas. Además, la vida resultaba más sencilla de esa forma.




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