Todo lo perdido

…Olivia…

El sonido de un helicóptero hizo que dejara de leer, se escuchaba tan cerca que muy bien podía estar volando sobre la casa. Suspiré con derrota al notar que el ruido no iba a detenerse, así que me levanté de la mesa del jardín y entre a la casa.

Nina estaba en el cuarto de lavado cerciorándose que todo estuviera limpio para cuando mis padres regresaran de Washington D.C. Habían viajado para asistir a una cena en la casa blanca; mamá me había dejado elegir su vestido, el cual iba perfecto con su gargantilla de zafiros.

—¿Qué es ese ruido? —Nina preguntó con el ceño fruncido apareciendo en la cocina.

—Parece un helicóptero.

—Que molesto, debe ser por el actor que se mudó a la calle de atrás —farfulló regresando al cuarto de lavado.

Riendo por su actitud irritada, me dirigí a la biblioteca para seguir con mi lectura. Cuando regresamos de Grecia, papá me obsequió el libro “Un paseo por las estrellas” de Milton D. Heifetz y Wil Tirion. Había quedado de darle mi reseña cuando el regresara.

Momentos después, tocaron la puerta con delicadeza. Levanté mi vista del libro y me encontré con Blaire.

—Abuela. —Sonreí desconcertada—. ¿Qué haces aquí?

—Estaba en la ciudad, quería venir a ver como estaban.

Fui a saludarla con dos besos en sus mejillas.

—Mamá y papá deben llegar...—corté mis palabras al ver la hora en el antiguo reloj de la chimenea.

—Hace horas —murmuré.

Observé la oscuridad en las ventanas, debían pasar de las siete. Luces fugaces parpadearon reflejándose en el vidrio.

—¿Por qué no le pides a Nina que nos prepare un café? Buscaré a Duncan y le preguntaré sobre la llegada de tus padres.

Sonreí dejando el libro sobre un mueble e hice mi camino a la cocina. Milo yacía acostado en su lugar junto a la ventana del jardín.

—Blaire está aquí ¿puedes prepararnos café?

—Claro —respondió frunciendo el ceño—. ¿A que debemos el milagro?

—Estaba en la ciudad, papá debió decirle que llegaría hoy.

Nina alzó las cejas con resignación. Ella detestaba a la abuela. Blaire apareció en ese momento.

—Tomaremos el café afuera, Nina —declaró sin darle una mirada y nos hizo salir a la terraza.

—¿Qué dijo Duncan?

—Tuvieron un ligero retraso.

Asentí viendo a Nina dejar todo sobre la mesa. Le agradecí con una sonrisa.

—¿Cómo ha ido todo en la academia? Tu padre me dijo que comenzaras a prepararte para las audiciones del cascanueces en agosto.

—Beth y yo tomaremos clases extras para mejorar muchas de nuestras técnicas, comenzaremos en una semana.

—¿Qué hay de tus lecciones de francés? No debes descuidarlas.

—No lo haré, abuela.

—Tu madre pone demasiado presión en ti —masculló inconforme—. Sus días de bailarina terminaron, pero los vive a través de ti.

—Me gusta, abuela.

—Te gusta complacer a Eloise, tienes esa mala costumbre.

Bebí de mi taza sin querer responder, no me gustaba cuando ella intentaba que mamá quedara mal ante mis ojos o los de cualquiera. «Aunque tenía razón en algo.»

Su teléfono vibro sobre la mesa de hierro, Blaire limpió las comisuras de su boca y se puso de píe.

—Debo atender esta llamada, regreso en un momento.

La observé entrar en la casa, tomé un pastelillo y lo comí antes de que regresara. Solía ser pesada respecto a mi dieta.

El sonido de astas se hizo presentes una vez más, el odioso helicóptero apareció de nuevo. Nina me dedicó una mirada a través de las puertas francesas, una que me decía que algo ocurría.

Al entrar en la casa fui recibida con una voz masculina gritando desde el piso de abajo.

—¡¿Dónde está?!

—James, tranquilízate.

Bajé las escaleras lentamente hasta el vestíbulo. James y Blaire estaban ahí.

—Duncan me dijo que les ordenaste no decirle nada ¿Qué demonios está mal contigo?

Mi hermano no lucía nada bien, parecía que había pasado por el mismo infierno.

—Porque ese es tu deber.

—¿Qué carajo dices? —escupió.

Ninguno se percató de mi presencia, solo Duncan, quien me dedico una mirada inquietante.

—Ahora tu eres la cabeza de esta familia y si Olivia…

—Si Olivia ¿qué? —cuestioné—. ¿Qué haces aquí, James?