Todo lo impredecible

Melodías depresivas

Olivia….

Nunca había roto las reglas, mucho menos mis propias reglas. Jamás había hecho nada loco o extraordinario, nunca un paso en falso. Eso fue hasta David. Y desde entonces se creo una regla en lo más profundo de mi mente. No volver a dejar entrar a nadie nuevo a mi corazón.

El doctor Patrick me observaba con bastante atención, probablemente cuestionándose que había hecho que agendara una cita extraordinaria por mi propia cuenta.

—¿Es posible confiar en alguien que apenas conoces?

Su ceño se frunció levemente.

—Lo es.

—¿Por qué? Debería ser ilógico, la confianza se construye con el tiempo.

—Eso es verdad —concedió—. Pero a veces la percepción de una persona ante nuestros ojos puede lograr que el tiempo no sea requerido.

—Rowen lo resumiría a vibras.

El doctor río, él tenía el gusto de conocerla.

—Si lo quieres llamar así, está bien.

Asentí mordiendo mi labio demasiado fuerte.

—¿Hay alguien nuevo? ¿Alguien que acabas de conocer que te de esa confianza de la que hablas?

Odiaba que fuera psicólogo. Dude un momento, hablarle de Nik abriría un nuevo capítulo en nuestras sesiones y estaba cansada de ellas.

—Si.

—¿Cómo se llama? —Su pluma se movió con agilidad sobre la libreta.

—Nik.

Decir su nombre me permitió respirar adecuadamente.

—¿Dónde lo conociste? —El sonido de su escritura rechinó en mi cabeza.

—En Grecia —dije con un ligero temblor en mi voz.

La mirada del doctor dejó la libreta y fue a mis pies. Dejé de mover mi rodilla. Tenía que dejar de hacerlo frente a él.

—¿El vivé ahí?

—No.

—¿Dónde…?

—Aquí —corte sus palabras con poca sutileza—. Mi hermano conoce a su abuelo y a sus hermanos, Rowen creció unida a su familia y tenemos más conocidos en común de lo que uno pensaría, ya que jamás lo había visto en mi vida. Tuvimos una cita en Grecia y luego de eso desaparecí sin darle una explicación hasta que me lo encontré semanas después y él me ignoró, con justa razón. Desde entonces me lo he topado en todos lados como si fuera una clase de maldición o la trama de esas historias románticas que Beth lee demasiado. —Tomé un largo respiró—. Pero lo que yo quiero que usted me explique es ¿Cómo es posible que confíe en él si apenas lo conozco? ¿por qué siento como si pudiera decirle cualquier cosa o cómo es tan sencillo hablar con él desde el primer día en que nos vimos?

Cerré los ojos con fuerza.

—Podría solo decirme ¿por qué de repente mi cabeza creyó buena idea tener sentimientos por alguien luego de negarse a tener ningún tipo de interés romántico o físico por años?

Recuperé el aliento y me dejé caer en el sillón. El doctor Patrick parpadeó un par de veces, ni siquiera estaba escribiendo en esa ridícula libreta que sinceramente odiaba. El parecía bastante sorprendido.

—Disculpa mi silencio, Olivia —pronunció cerrando la libreta—. Me has sorprendido, la última sesión fue hace una semana y apenas obtuve unas cuantas palabras de tu parte.

—No debo recordarle que soy mentalmente inestable ¿o sí?

—Quedamos en que no habría etiquetas.

—¿Va a responderme o no? —cuestioné con urgencia.

—Los sentimientos románticos son complejos, Olivia. El amor no es algo mental en su totalidad, a veces es incontrolable incluso para nuestra cabeza. Pero si te es de ayuda, creo que la razón de tus cuestionamientos deriva del cambio.

—Cambio —susurré descolocada.

El doctor dibujó una sonrisa comprensiva en sus labios.

—¿Qué te hace sentir, Nik?

—Miedo.

—¿Miedo como el de tus pesadillas? ¿El miedo que David te provoca?

Negué rápidamente.

—No, Nik nunca podría aterrarme.

—Entonces ¿Qué te da miedo de Nik?

Agaché la mirada analizando las manos en mi regazo. Mi corazón latía con fuerza.

—La verdad es que él no me da miedo, es lo que me hace sentir a lo que le temo.

Las manos sobre mi regazo comenzaron a temblar ligeramente.

—¿Olivia? —su voz se escuchó lejana.

Levanté la cabeza sintiéndome un poco desorientada.

—Lo siento —dije pasando saliva por mi garganta—. Prefiero terminar con la sesión.

Sonreí entrelazando mis manos para que no pudiera notar el temblor en ellas. El doctor asintió con tranquilidad y regresó a su asiento.

Cuando subí a la camioneta, Duncan me esperaba con semblante preocupado. Pasé todo el camino a casa intentando convencerlo de que estaba bien y de que mantuviéramos esto entre nosotros.

Duncan me miró brevemente por el retrovisor antes de estacionar el auto frente a la casa.




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