…Nik…
Observé la pantalla de mi teléfono, otro par de mensajes de Stefanos aparecieron luego de no haber respondido los de esta mañana o los de los últimos días.
Hace un par de días me había enviado un video con las ultimas renovaciones de la casa en la que se mudaría con Phoebe. No podía arruinar esto para él.
Me estaba quedando en el ático de la familia en Manhattan Valley, había sido mi hogar los primeros tres años de mi vida; papá fue a buscarme todos los días, pero me negué a hablar con él. Me sentía profundamente solo y enojado, sabía que no estaba siendo yo mismo. Era como si una parte de mí se hubiera apagado.
Grayson estaba preocupado, sabía que algo sucedía, pero no podía decírselo. Además ¿Cómo podría hacerlo? Ni siquiera yo mismo era capaz de entenderlo y no podía evitar pensar que al momento en que le contará todo, él se alejaría de mí. Luego estaba Olivia, que, aunque me conocía recientemente y decía quererme lejos, se había acercado para saber si estaba bien.
Olivia me gustaba demasiado y odiaba que todo esto matara cualquier posibilidad que tenía con ella. Aún más, luego del increíble momento que tuvimos en el elevador.
—Llegamos, Nik —informó Philippos.
Asentí al hombre que habían asignado como mi seguridad y bajé frente a mi casa. Un sentimiento nostálgico y amargo se extendió dentro de mí al ver mi pintura de la caída de Ícaro.
La casa era silenciosa, no era para menos, papá era el único en ella. El abuelo Rich convenció a papá de que no le dijera a mamá nada de lo que había ocurrido hasta que regresara, y ese día era hoy. Era la razón por la que había aceptado venir.
Saludé a Midas, quien estaba junto a otro par de hombres en el vestíbulo de la casa. Papá estaba en su despacho frente al escritorio haciendo algo en su computadora. La garganta se me apretó y junté todo mi autocontrol para lograr que me saliera la voz.
—Buenas tardes.
—Nik —murmuró papá con sorpresa.
Un ligero brillo triste en sus ojos.
—No me avisaste que vendrías.
Hizo el intento de acercarse, pero mi mirada lo detuvo.
—¿Tengo que avisar que vendré a mi propia casa?
—No, no. Por supuesto que no —se apresuró a decir.
El silencio se extendió por un tiempo en el que me dediqué a observar las repisas llenas de libros detrás de él.
—Se que estas molesto y tienes todas las razones del mundo para estarlo.
Papá cortó el silencio.
—Molesto se queda corto. —Reí con acidez.
—Se que estuvo mal ocultarlo y lo lamente de verdad, pero tu madre y yo creímos que era lo mejor.
—¿A caso estas escuchándote? —bufé con incredulidad—. Todo lo que tenemos es a costa de romper la ley, de la integridad y vida de otras personas ¿y lo único que lamentas es no habérmelo dicho?
Solté una carcajada retorcida.
—¿Crees que quiero ser parte de este mundo? ¿Qué lo disfruto? —inquirió con voz apagada—. Nunca quise esto, Nik. Pero desgraciadamente no siempre obtenemos los que queremos.
Quité la mirada de los estantes con la sangre burbujeando cada vez más fuerte en mis venas.
—¡Eres un puto criminal! ¡Obligaron a Stef a convertirse en uno! ¡¿Y tú justificación es esa?!—solté con rabia.
—Se que es un mundo horrible, Nik. Quise alejarme, pero no pude.
Movió sus brazos con desesperación.
—Entendí que no importaba a donde fuera, siempre sería el hijo de mi padre y que estábamos más seguros dentro del negocio que fuera.
Sus palabras tenían sentido, pero para mí atormentada cabeza no era suficiente.
—No elegí ser hijo de un mafioso, Nik —agregó—. Pero es la vida que me tocó y he aprendido a vivir con ello.
—¿Esperabas que Stef hiciera lo mismo? ¿Qué yo lo haga?
Papá presionó sus labios en una línea rígida y hubo algo de oscuridad en su mirada.
—No sé si alguna vez sea capaz de responder eso en voz alta.
—¿Qué hay de todo lo que nos han inculcado? —protesté con los ojos ardiendo—. ¿Sobre la honestidad y la bondad? ¿Qué hay de eso en este jodido mundo? ¡Nada! Predicaron mientras hacían lo contrario, siguen haciéndolo, con Sophia y Chris. ¡Con todo el mundo!
—Hijo, eso no…
—¿Dónde está el hombre que haría lo que fuera por sus hijos? ¿Dónde carajo quedó mi padre? —escupí con la vista nublada—. Porque el hombre que está parado frente a mí no es aquel al que yo admiraba más que a nadie en el mundo.
Los ojos de papá se llenaron de lágrimas y su rostro se contrajo con dolor.
—Te he decepcionado —logró decir con la voz entrecortada—. Y me lo he ganado, pero voy arreglar esto. Te lo prometo, Nik.
Reí sin humor con el cuerpo temblándome.
—Le dijiste lo mismo a Stefanos ¿y como terminó eso?
Su semblante cayó aún más.
Editado: 07.09.2025