Todo lo impredecible

Reflejos

…Olivia

{Cuatro años atrás}

El colegio era algo solitario los viernes por la tarde, el baile de graduación sería en tres meses y como parte del comité de estudiantes, estaba encargándome de la logística del evento. Me detuvo frente a la puerta del consejero escolar, pero como había hecho otras veces, no tuve el coraje de llamar a la puerta.

Con un profundo suspiro continué mi camino sin nada de prisa, la realidad era que no me apetecía regresar a casa. Ahora ni siquiera podía tener espacio en ella, tenía a Nina y a James detrás de mí todo el día y noche.

Dejé caer mi bolso en el suelo de baldosas y me paré frente al enorme espejo. Observé mi reflejo por un tiempo, notando como el saco del uniforme no se ajustaba a mis hombros correctamente y la cinturilla de mi falda tableada me quedaba grande.

Ni siquiera me había molestado en ocultar mis ojeras con maquillaje, tenía las mejillas hundidas y los ojos apagados. «Era aún menos agraciada y más frígida.»

—Mírate, no creí que podrías ser más horrible que antes.

Aparté mis ojos del espejo con violencia, el aire se volvió denso. Mi mirada se clavó en él. Sus ojos algo rasgados me contemplaban con una expresión amistosa. No me moví ni un poco, deseando que en verdad me creyera tan insignificante y no pudiera verme.

—Tu querido hermano te mantiene muy protegida.

Pasé saliva por mi garganta tratando de apaciguar el nudo que se acumulaba en esta. Un parpadeo y David me sostuvo con fuerza de los brazos estrellándome contra la fría pared.

Solté un quejido cuando los huesos de mi espalda golpearon contra esta.

—¿Dónde está? —masculló con los dientes apretados.

El dolor se extendió por mi espalda. Mis ojos se llenaron de lágrimas, algo nuevo quebrandose dentro de mí.

—¡Contesta! —bramó sacudiéndome, provocando que mi espalda golpeara la pared repetidas veces.

—No lo sé —balbuceé entre lágrimas.

Cerré los ojos con fuerza, queriendo que solo fuera una pesadilla. Deseando abrirlos y encontrarme con el David que siempre me sonreía y acariciaba mis mejillas declarando lo mucho que me quería, lo perfecta que era para él. «Mentiras y solo mentiras.»

—¡Maldita perra, dime que hizo el bastardo de tu hermano con ella!

—Suéltame —supliqué intentando zafarme.

La lagrimas cubrían mi rostro, distorsionando mi vista. Pero incluso así podía ver el odio en sus ojos. «Su odio hacia James, su odio hacia mí.»

—¿No vas a decírmelo? —gruño apretando mis brazos aún más.

—Por favor, David —rogué sintiendo que el pecho se me comprimía.

Este me sonrió de una forma maliciosa antes de alejarme de la pared y sin soltarme, me giró quedando detrás de mí frente al espejo.

Inclinó su rostro metiéndolo en el hueco entre mi cuello y hombro. Aspirando mi aroma y rozando sus labios contra mi piel. Mi cuerpo comenzó a sentirse entumido.

Las lágrimas nunca dejaron de salir de mis ojos, silenciosas y dolorosas.

Una de sus manos soltó su agarre y la metió dentro de mi saco, tocando mi vientre y subiendo a mis pechos. Negué con la cabeza y luché por liberarme. El estómago se me retorcía y la bilis subía por mi garganta. Encajé mi codo en una de sus costillas cuando él estaba desabotonando mi camisa del uniforme, logrando que este me soltara.

Me eché a correr a la salida, pero mi bolso en el suelo hizo que tropezara. David me levantó del brazo con un jalón luciendo condenadamente furioso. Me sostuvo por la parte trasera de mi cuello empujándome frente a los lavabos, haciendo que mi pelvis se estrellara contra estos de forma dolorosa. Obligándome a observarnos en el reflejo, y con su mano libre tomó mi mentón con dureza.

—Mírate —escupió acercando sus labios a mi oído.

Cerré los ojos, pero este apretó mi mentón forzándome a abrirlos

—Quiero que veas con tus propios ojos lo aburrida y horrible que eres —susurró lleno de malicia—. Tan poca cosa ¿Cómo fuiste capaz de creer que podías interesarme?

Mordí el interior de mi boca, intentando no emitir un sollozo. Sintiendo como sus palabras se encajaban em mi cabeza como un montón de vidrios rotos.

—Quiero que cada vez que te mires en el espejo recuerdes que no importa que tanto lo intentes, nunca podrás ser perfecta.

Sentí mi pulso detenerse abruptamente, volviéndose débil con cada una de sus crueles palabras.

—Nunca podrás ser ella ¿me escuchaste? —soltó con acidez—. Eres una santurrona a la que tratan como una estúpida que no puede dar un paso sin que su puto hermano la vigile.

—David, te lo suplicó —logré decir con la voz ahogada.

—Si Taylor no aparece, te juro que vas a desear jamás haberte topado conmigo.




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