Todo lo impredecible

Dos palabras

Nik

Un movimiento brusco me hizo despertar. Olivia estaba sentada en la cama con las manos deteniendo su peso en el colchón. Su respiración era acelerada y sus ojos mostraban miedo.

—¿Qué sucede? —pregunté angustiado.

Volteó a verme sorprendida, parecía haber olvidado que estaba aquí.

—Nada, solo… —balbuceó apartando la mirada—. Es tarde.

Se puso de píe atorándose con el edredón en su camino a la salida. La hora de mi teléfono marcaban las ocho de la mañana, habíamos dormido algunas horas. Minutos después, entró envuelta en una toalla y el cabello mojado. Sonreí notando que su confianza era cada vez más grande. Se sentía segura conmigo.

—Perdón por haberte asfixiado durante la noche —habló con una mueca avergonzada.

—Admite que solo querías tocarme.

Mi comentario sugerente iluminó sus ojos.

—¿Desde temprano eres tan arrogante?

—Honesto —corregí.

Su risa fue música para mis oídos, tenía el mismo efecto que la melodía de la caja musical que me había obsequiado. Un pensamiento intrusivo llegó a mi cabeza.

—¿Viktor estará hoy? —interrogué saliendo de la cama.

Olivia se dio la vuelta y sus hermosos ojos se abrieron al verme con solo mis bóxers. Parpadeó subiendo la mirada y sonrojándose al toparse con la mía.

—Eh…no., él se encarga de otras cosas —tartamudeó—. ¿Por qué?

Olivia puso sus labios en una línea y me dedicó esa mirada que tenía cuando había mucho que quiere decir.

—Por nada —mentí.

—Nik —suspiró—. ¿Estas celoso?

No respondí.

—Tus ojos me lo dicen todo.

—Parece ser más cercano contigo que con el resto.

—Voy a detenerte ahí, Nik. —Río—. Los chicos conocieron a Vik por mí y se hicieron amigos, pero el semestre pasado Vik y Hans tuvieron un romance fugaz que no terminó bien. Y ya puedes imaginar cómo está la cosa.

Probablemente era el mayor cabrón del mundo.

—No me molestan los celos, pero los considero innecesarios —dijo divertida.

—Lo siento, soy un imbécil. Solo debí preguntar ¿no?

Le regalé una mueca de lamento.

—Está bien, solo deja los celos ¿sí? No valen la pena, solo vuelven loca a las personas.

Estaba agradecido que no se hubiera molestado, muchos lo hubieran hecho. Sonreí dando pasos lentos hasta ella. Olivia se mostró nerviosa por mi cercanía y su falta de ropa.

—No voy a tirar la toalla —advirtió.

—No iba a pedirte eso —murmuré inclinando mi cabeza para estar a su nivel.

—Tu mirada dice lo contrario.

Olivia me miró con astucia.

—Voy a ducharme, así no tendrás que vestirte con las mejillas coloradas.

Olivia achicó sus ojos con indignación, pero un ligero rubor se reflejó en sus pómulos.

Una vez duchado y listo, encontré a Olivia en la cocina.

—¿Dónde está el resto de sombras? —pregunté mientras nos preparábamos café.

—En Manhattan.

—¿Solo Duncan te cuida cuando estás aquí?

—Si.

La contemplé un momento antes de revelar una duda que tenía desde que había comenzado a conocerla.

—¿Por qué James te cuida tanto?

—Supongo que solo hace lo que hacían nuestros padres, siempre hemos tenido seguridad.

Yo también crecí con seguridad, eso era obvio. Pero fue hasta hace poco que tuve a dos hombres del abuelo siguiéndome a todos lados. Olivia no era de la mafia y aunque su familia era demasiado importante y había muchos riesgos para ella, me parecía algo intrigante que tuviera más seguridad que el propio James.

—Nunca te lo he preguntado, pero ¿no te molesta? A veces puede ser muy intrusivo.

Olivia hizo una mueca antes de beber de su café.

—Duncan siempre ha cuidado de nosotros, lo quiero mucho.

—¿Pero?

—Siempre he deseado caminar por la calle sin nadie vigilando.

—Ya lo hiciste —dije con humor—. Cuando escapabas del imbécil y tacleaste a mi abuelo.

—Eso no cuenta —resopló riendo un poco.

—Lo entiendo ¿sabes? —Ella me miró sin entender—. A James, no solo porque creo que eres demasiado para este mundo.

Olivia negó reprimiendo una sonrisa.

—Sino porque yo mismo soy algo protector.

Alejé los pensamientos negativos del nuevo mundo en el que me había inmerso.

—Eso hace uno con las personas que ama ¿no?

Las palabras “A ti también” casi salían de mi boca, pero las detuve apretando una sonrisa en mis labios.




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