…Olivia…
Mis ojos fueron hasta el antiguo piano, era como si se burlara de mí. No había levantado la tapa desde que llegué y no tenía ninguna intención de hacerlo.
—¿Ángel? —dijo James—. Ya casi nos vamos ¿segura que no quieres venir con nosotros?
Aparté la mirada del piano.
—Segura —respondí con una sonrisa ensayada.
—En la mañana me dijiste que querías comentarme algo ¿de qué se trata?
—Ah, sí —murmuré con nerviosismo—. Puede esperar.
James se sentó a mi lado en la banca del piano y me miró expectante.
—He estado pensando —vacile un momento—. En que me gustaría hacer algo más que venta de postres en el verano y las lecciones en la organización.
—No solo vendes postres, Olivia. —Río—. Te recuerdo que donamos una buena cantidad de dinero al año para la fundación de animales.
—Voy a financiar un orfanato en Viena donde vive una de mis alumnas.
Mi hermano frunció el ceño ligeramente.
—Puedo hacerlo, he estado ahorrando todo lo que depositas en mi cuenta mensualmente desde que entré a la universidad.
—Depositó ese dinero para tus gastos personales.
—Lo sé, pero insistes en que use las tarjetas de crédito, pagas el alquiler de mi piso y todos los gastos académicos. Entonces ¿para qué voy a usar el dinero?
James me observaba con una sonrisa orgullosa.
—Lise ¿no? Así se llama la niña —inquirió. Asentí con la cabeza.
Sonrió levemente antes de ponerse de píe y dejarme sola en la biblioteca. Pasó un rato antes de que mi confusión desapareciera, y cuando estuve por irme, James apareció con un carpetero de cuero.
—Creo que querrás echarle un vistazo a esto —dijo entregándomela.
Lo tomé sin entender nada.
—Abriré una nueva cuenta a nombre del banco para financiarlo.
—No es necesario —refuté.
—También es tu dinero, lo sabes ¿no? —Cerró sus ojos ligeramente, esperando mi reacción.
—No he hecho nada para ganármelo.
—Eres hija de papá, eso es suficiente.
—Supongo —murmuré con una mueca.
Nos quedamos en silencio por un momento. Observé el cuero del carpetero con curiosidad.
—¿Ángel? —Volteé a verlo—. ¿Qué quieres hacer al terminar la universidad?
Un nudo se formó en mi garganta y la cabeza me dio vueltas. Solo tenía una respuesta, sin embargo, esta no tenía un propósito. Era yo tratando de seguir enterrando todo lo que temía.
—¿Puedo vivir en Grecia, James? —hablé en un hilo de voz.
Los ojos de mi hermano se apagaron. El silencio volvió a extenderse en la habitación. Un ardor se extendía por mi pecho.
—Puedes hacer lo que tú quieras, Olivia. —Sonrió con cariño.
Quise decirle que eso no era verdad, que nunca había hecho nada que yo quisiera, que nunca me di la oportunidad de si quiera pensarlo. Lo mantenía atrapado en el fondo de mi cabeza. Sin poder extenderse, sin poder vivir.
—James, ya estoy lista —la voz de Wen me salvó.
—Gracias —susurré besando su mejilla antes de marcharme.
Los escuché marcharse, las lágrimas comenzaron a salir de forma silenciosa. No quería que creyera que buscaba estar lejos de él, James era la persona que más amaba en el mundo. Y aunque aquí estaban la mayoría de personas importantes en mi vida, también estaba llena de fantasmas que cada vez era más difícil ignorar. Espectros de perdidas, corazones rotos, de lo que nunca fue y lo que estaba en mi imaginación.
No podía decirle nada de eso a James, no podía enterarse de que era más inestable de lo que él pensaba. Mi hermano merecía vivir una vida donde no tenía que ponerme a mí primero. Porque James tenía sus propios fantasmas, los cuales solo hizo a un lado para cuidar de mí.
Limpié mi rostro obligándome a esconder todo mi dolor, me senté frente al escritorio y abrí el carpetero. Encontrándome con documentos de todas las fundaciones y caridades que mamá financiaba. ¿Por qué James me dio esto?
De vez en cuando mi atención se desviaba al mural con fotos, específicamente a una que no había podido quitar. No lo merecía, ni siquiera merecía tener su foto.
—Alguien peligroso podría colarse en tu habitación y tardarías horas en notarlo.
Beth hizo que quitara la vista del mural. Estaba parada a un lado del escritorio con mirada interrogante.
—¿Igual de peligrosos que tus nuevas compañías? —replique sarcástica.
—Que divertida —bufó rodando sus ojos.
—¿Qué es eso?
Regresé mis ojos a las hojas esparcidas sobre el escritorio. Mi amiga tomó algunas dándoles una hojeada.
—¿Quieres retomarlas? —inquirió dejándose caer en mi cama—. ¿Ese es tu plan post graduación?
Detectaba un tono de juicio en su voz.
Editado: 07.09.2025