Todo lo impredecible

Todo termina por alcanzarte

Nik

La observé marcharse de la fiesta y solo tuve la tórrida necesidad de ir tras ella y tener un último momento. Fue como si el último mes no hubiera pasado, como si esa noche nunca sucedió. Y tal vez era un idiota, un romántico como mamá se empeñaba en recalcar, pero saber que Olivia confiaba en mi avivó todo lo que me había forzado a apagar. Cada recuerdo, cada sentimiento y cada pensamiento sobre ella.

La llevé a mi antiguo hogar con la mera intención de estar con ella por última vez. En un lugar donde había paz y donde solo seriamos nosotros dos. Un nuevo recuerdo fue creado, uno donde Olivia se había entregado a mí sin dudar y le confesé que la amaba. Nunca espere que respondiera y la verdad era que estaba bien con eso, la esperanza no tenía sentido si no había futuro para nosotros. No solo por lo ocurrido, también porque el jodido tiempo se me había terminado.

Cuando desperté la mañana del primero de enero, Olivia se había marchado. Y eso había dolido más de lo que hubiera imaginado.

—Iremos a un lugar fuera de la ciudad para tu iniciación, estaremos de vuelta en unos días.

El abuelo dijo entrando en mi oficina. Ahora tenía una propia.

—¿Cuándo?

—Mañana mismo.

—No puedo, mañana debo ir a la universidad para...

Arqueó una ceja con interrogación.

—Abuelo, mañana debo llevar mi plan de proyecto final de lo contrario no podré presentar mi tesis y no me graduaré.

—Nikolaos —exhaló tocando su nariz—. No necesitas graduarte, no necesitas un título…todo lo que necesitas está aquí.

Desvié la mirada con la mandíbula apretada.

—¿Estamos de acuerdo? —cuestionó con advertencia.

Asentí en silencio.

—Bien, yo me iré hoy, tengo que verificar que todo esté listo para tu iniciación. Enviaré el Jet para que Dimitris y tú vuelen temprano en la mañana. La presentación será a medio día y la iniciación durante el atardecer

Debía sentir algo, pero solo había resignación.

—Claro —murmuré con seriedad.

—Ahora todo parece complicado, muchacho, pero en unos años entenderás.

Salió de mi oficina y pude dejar de tensar mi rostro. Nunca lo entendería, pero viviría con ello.

Más tarde, mientras yo hacía malabares entre mi plan de proyecto, el borrador de mi tesis y revisaba los egresos de unos casinos, Freddy pidió verme.

—¿Qué sucede?

—Tengo noticias para ti —informó pasándome una tableta. Había varios videos provenientes de cámaras ocultas.

Olivia entrando y saliendo de una iglesia en repetidas veces, junto a Beth y luego con Sony y otro hombre que supe que era su seguridad por la forma en que vestía. La misma mujer aparecía a la salida, al principio en un encuentro casual y luego llegaba cuando Olivia estaba retirándose.

Su rostro me fue familiar.

—La conozco de alguna parte —dije con el ceño fruncido.

Buscando en mi memoria con desesperación.

—¿Sí? —musitó—. Sería bueno porque es la misma mujer que Tasio y Philippos están investigando.

—¿No obtuviste nada por el sistema satelital?

Freddy hizo una mueca y me pidió que lo siguiera a su oficina en el sótano. Al entrar, cerró la puerta con pestillo y me indicó que me colocara a su lado en el escritorio.

—Fue difícil, pero obtuve un posible perfil.

Movió cosas en la pantalla y tecleó.

—El problema es que…—vaciló mirándome de reojo.

—¿Qué? —espeté confundido.

Freddy señalo la pantalla con dos ventanas abiertas. Una de las imágenes capturadas por las cámaras de vigilancia y otra con toda la información de una persona.

—Guilliana Ferrara —murmuré—. No me suena.

—Pude conectarlo con otro perfil —contestó con seriedad—. Guilliana Benedetti.

El nombre del perfil me dejó pasmado. La madre de Adriano.

—Está muerta, no puede ser ella.

—Ferrara es su apellido de soltera, y el perfil que obtuve al principio fue claramente manipulado. Según este, ella se fue a vivir a Italia a los veinte años y regresó al país apenas en septiembre del año pasado.

—Investiga todo lo que puedas, yo también lo hare por mi cuenta.

Esa mujer apareció el mes en que todos los ataques comenzaron, cuando Luciano fue asesinado. Ella claramente trabajaba para quien estaba detrás de todo esto, usando la identidad de la difunta señora Benedetti. Tenía que contarle esto a alguien o mi cabeza explotaría.

Grayson seguía viendo la imagen, tenía mucho tiempo haciéndolo. Ampliando y moviendo la imagen. Sus hombros tensos y sus labios en una línea.

Mis dedos golpeaban la mesa con impaciencia, esperando a que hablara o hiciera algo.

—Es imposible, Nik —dijo por fin.




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