Todo lo impredecible

El pasado no puede cambiarse

Nik

—Guilliana Ferrara —murmuré.

Algo se movió en su mirada, Adriano hizo el intento de bajar del auto, pero yo había bloqueado las puertas.

—Déjame salir, Deligiannis —masculló con gelidez.

No lo hice.

—¿Estas burlándote de mí? ¿Tratando de jugar con mi cabeza? —soltó con tanta tensión que temía que su quijada estallara.

—Se que es una locura…

—Mi madre está muerta —interrumpió con acidez.

Pero si era sincero, esperaba otra reacción. La mujer entró en la iglesia y tomé los pocos minutos para explicarle.

—Adriano —hablé con cuidado—. Cuando rastreamos a la mujer por medio de los satélites, su perfil llevaba el nombre de Guilliana Ferrera. Ese es el nombre de soltera de tu madre ¿no?

Sus ojos me encontraron con pánico, solo para apartarla luciendo descolocado.

Fruncí el ceño sin entender. Negó con la cabeza, Adriano no parecía el mismo en este momento.

—No es posible —murmuró perdido—. Es jodidamente imposible.

—Adriano…

—No es ella —aseguró con voz ausente.

En ese momento, la mujer salió y se dirigió por el mismo camino de aquel día en que Grayson la siguió.

Adriano no dijo nada mientras le indiqué a Philippos, quien estaba en un auto con Roger, que siguiera a la mujer y que no la perdiera de vista otra vez.

—No podemos seguirla, ella me reconocería.

—Abre la puta puerta —ordenó con molestia.

Lo hice viendo cómo se bajaba con violencia y caminaba a la iglesia. Lo seguí maldiciendo y llamándolo, pero él no m escuchó. Se dirigió directo al cura y lo tomó por el cuello.

—¡Hey! ¿Qué carajo haces? —protesté intentando que lo soltara.

—¿Quién era ella? —interrogo entre dientes, apretando su agarré—. ¡Contesta!

—Adriano…

—Debí venir en cuanto supe de este puto lugar, tal vez te hubiera sacado la verdad a golpes o solo hubiera puesto arder tu asquerosa iglesia.

El cura estaba tornándose morado por la falta de aire.

—Es suficiente, Adriano —espeté jalándolo con fuerza, logrando que lo soltara y permitiendo que el hombre se alejara con la respiración entrecortada.

—¿De qué hablas? —cuestioné luchando por no dejarlo escapar. Era jodidamente fuerte.

Adriano se soltó de mi agarré y fue a la salida sin decir nada.

Observé al cura con una mueca antes de seguir a Benedetti, este estaba subiendo a su auto y me apresuré a seguirlo en el mío. Temía que hiciera una locura.

Pero Adriano fue directo a su pent-house y su seguridad no impidió que subiera con él al elevador.

—¿Qué está pasando, Adriano? Se que todo esto vuelve loco a cualquiera, pero…

—Creí que lo habías descubierto, que por eso me llevaste a ese lugar.

Ni siquiera me miró, solo sonrió sin emoción alguna. Las puertas se abrieron y se apresuró a entrar, me quedé en el pasillo sin saber qué hacer y cuando iba a buscarlo, apareció con una portátil en sus manos y casi la estrelló en la mesa del recibidor.

Una carpeta de investigación aparecía en la pantalla. Los nombres Guilliana Benedetti, Eloise y Harrison Asbourne aparecían en el inicio junto a “La menor, Olivia Asbourne de cuatro años de edad”, incluso el nombre de Duncan aparecía en el reporte. El lugar de los hechos hizo que mi pulso solo empeorara “Iglesia del Sagrado Sacramento” y luego lo vi, el crimen. Intento de privación de la libertad. Guilliana Benedetti había intentado secuestrar a Olivia.

“Guilliana es peligrosa y la pobre chica no la recuerda, era muy pequeña cuando sucedió” Las palabras del cura ahora tenían sentido.

—No lo sabía —declaró Adriano con voz gélida—. Lo descubrí hace unos meses, luego de ver esa fotografía de ustedes dos en la gala de tu abuelo Richard.

Totalmente atónito volteé a verlo, lucía pálido y nada protegido.

—Cuando la vi…a Olivia, lo primero que note fue el parecido con mamá.

Benedetti continuó mientras miraba al suelo.

—Me dije que las personas pueden parecerse, pero algo dentro de mí no dejó que se fuera. Pedí que la investigaran y mi nuevo jefe de seguridad encontró la carpeta de investigación en nuestro sistema. Pero no había nada en los antecedentes penales de mamá, y así fue que descubrí que papá se encargó de desaparecer todo. De alguna forma se aseguró de que los Asbourne dejaran el caso.

—¿Por qué tu madre querría secuestrar a Olivia? —pregunté mientras mi cabeza se sentía rota.

Adriano me dio la espalda y apretó sus manos en puños.

—Tuve una hermana, papá hizo que todos creyeran que murió al mes de nacida. Pero eso no es verdad —habló con voz contenida—. Mi hermana fue robada por un hombre que la vendió a unos traficantes, el bastardo fue atrapado y ejecutado por mi padre. Pero jamás la encontraron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.