Todo lo impredecible

El ángel y su guardián

Olivia

Podía escuchar a las personas llegar a la mesa de recepción, la sirena de las ambulancias, los médicos y enfermeras trotando y caminando por el pasillo del otro lado de la pared de cristal de la sala de espera.

No sé cuánto tiempo llevaba sentada aquí, lo único que me importaba era saber que Rowen estaba bien. Sin embargo, no podía dejar de pensar en mi hermano. Corey estaba cerca de la puerta y los padres de Wen estaban sentados frente a mí. Nadie hablaba, solo susurros de las otras personas en la sala. Duncan se estaba encargando de la búsqueda de mi hermano junto a la policía de Nueva York.

—Olivia.

Aparté la mirada del suelo lentamente, Beth se adentró en la sala con mirada consternada. En un segundo sus brazos estaban rodeándome con fuerza. Tuve un momento de paz, pero se desvaneció tan rápido como llegó.

—¿Cómo esta Wen? —murmuró terminando el abrazó y sosteniendo mis manos.

Regresé la mirada al suelo incapaz de verla a los ojos.

—En terapia intensiva, no sabemos nada más.

Mi voz fue tan pequeña que creí que no me había escuchado. Sus manos se apretaron en las mías.

—Ella estará bien.

—No lo sabes.

—Tienes que ser positiva, enviarle esa energía a Wen.

Levanté la mirada sintiendo la amargura consumirme.

—¿Positiva? —solté con burla—. Eso no evitara que muera.

Dentro de mí, sabía que estaba siendo grosera y que Beth solo quería hacerme sentir mejor, pero ahora mismo nada me importaba. Estaba lista para perderlo todo, siempre lo estuve.

Un sollozó ahogado hizo que saliera de mi oscura cabeza, la madre de Wen se aferró a su esposo, el cual me miraba con lágrimas en sus ojos.

Cerré los ojos sintiendo mi garganta apretarse, me solté del agarre de mi amiga y salí de la sala con Beth y Corey siguiéndome.

El aire frío de la noche me golpeó mientras me alejaba de la entrada y caminaba por un sendero con arbustos.

—Liv.

—Quiero estar sola.

Estaba sola.

—Se que tienes miedo, que esto es como viajar al pasado y que te duele…

—Te equivocas, esto no es como aquella vez —respondí sintiéndome vacía—. Ahora estoy sola, la única persona que me queda está luchando por su vida ahí dentro y lo siento si no soy una soñadora positiva como tú, Beth. Pero no voy a engañarme, no voy a darme esperanzas cuando conozco perfectamente el final.

Las lágrimas amenazaban con escaparse, pero me negué a dejarlas salir. Llorar no cambiaría nada. Nunca lo hizo.

—No estás sola, me tienes a mí…y James…

—Se ha ido —declaré sin ninguna emoción.

—Van a encontrarlo.

—Déjame adivinar ¿debo ser positiva? —bufé con acidez.

Beth me hizo girar para verla a los ojos.

—Nada de esto va ayudarte, Liv —aseguró con dureza—. Se una perra conmigo, pretende que te has resignado, pero no olvides que te conozco de toda la vida…y sé que tu miedo más grande es perder a las personas que amas, así que no tienes que fingir conmigo… ¿quieres gritar? Grita...llora…golpéame si es necesario, pero no reprimas tu dolor.

Las lágrimas recorrieron mi rostro sin que me diera cuenta, fue como respirar luego de mucho tiempo, simplemente dejé que todo saliera mientras mi mejor amiga me abrazaba.

—Si los pierdo —sollocé con dolor—. Voy a morir, Beth…no podré vivir sin ellos, sin mi hermano.

—James aparecerá, Wen estará bien.

Ella sonaba tan segura que la envidiaba.

—Y si eso no pasa —añadió con pesar—. Yo misma moriré contigo ¿entiendes?

Cerré los ojos sintiendo el dolor expandirse por todo mi pecho, las lágrimas no se detenían y mi llanto se hizo más fuerte. Mis ojos fueron al cielo, las estrellas alcanzaban a verse a la lejanía. Busqué en ellas una respuesta, una señal.

La noche se volvió más fría y la gente más escasa. Por lo que había entendido, un grupo de reporteros y paparazzi estaban siendo controlados en las entradas de la clínica. Corey insistía en que fuéramos adentro, pero no me moví. El teléfono de mi amiga sonó en algún momento de la madrugada, ella dejo el lugar a mi lado y respondió una llamada a unos metros.

—Olivia, apenas me enteré vine a…

—No se le acerqué.

Corey se colocó frente a Blaire.

—Mi nieta me necesita ahora mismo.

Incluso en medio de la agonía pude sentir miedo y furia. Ella había amenazado a mi hermano.

Fui hasta ella, enfrentándola cara a cara.

—¿Tuviste algo que ver? —cuestioné impasible.

La indignación atravesó su rostro.

—¿Cómo te atreves a insinuar…?

—Estaba ahí cuando lo amenazaste —corté con rudeza—. Y sé qué harías cualquier cosa por tu asqueroso hijo y el nombre de tu sagrada familia.




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