Todo lo impredecible

Cenizas del corazón

Nik

Tasio y Philippos revisaban la calle junto al equipo de seguridad que nos acompañaba. Papá y yo entramos en la casa de seguridad que La Corporación y La Matera habían adquirido.

—Hay cuarenta soldados aquí y con los hombres que ya tenemos deberá ser suficiente.

Benedetti indicaba mientras lo seguimos dentro de una sala llena de chicos y hombres de diversas edades.

—Elizabeth dice que Olivia acaba de entrar a ver a su cuñada.

Alessio comentó apareciendo a mí lado.

—¿Aun no despierta? —pregunté.

—No.

Un sentimiento abrumador empezó a expandirse dentro de mí, uno que nunca había sentido antes. Fuimos presentados y saludados como si se tratara de generales o autoridades de estado. El respeto y miedo marcado en sus rostros. Odié eso.

Garduño apareció media hora más tarde con un grupo de sus hombres. Papá lo había llamado.

—Ayudaremos, a todos nos interesa dar con el bastardo ¿no?

—¡Hey! —Alessio apareció en la habitación donde trazábamos el plan—. Olivia escapo del hospital, unos chicos dijeron haberle dado indicaciones de cómo llegar a la estación de autobuses. Elizabeth encontró su teléfono en la sala de espera.

Olivia. Mi corazón se inflaba y dolía con solo pensar que podía estar en peligro. No importaba lo que había pasado. La amaba y eso no podría cambiar. Y aunque me había lastimado, lo único que yo quería era que estuviera a salvo. Suponía que de eso se trataba el amor. Así era el verdadero amor.

—¡Maldita sea! —exploté sintiendo mi cuerpo doler.

—Tranquilo, hijo.

Mi teléfono comenzó a sonar y el nombre de Duncan apareció en mi pantalla.

—Olivia…

—Lo sé, acabo de localizarla… subió a un autobús, va a la ciudad. Corey está en camino junto a la policía que custodiaba el hospital.

—Dime donde esta, iré por ella yo mismo.

—No esperaba otra cosa —manifestó con honestidad—. Revisa tu teléfono y sigue las instrucciones. Tengo que irme.

La llamada se cortó y un mensaje de él apareció. Había un link, este me envió a una especie de aplicación que solo podía abrirse en una laptop. Se lo envié a Freddy rápidamente este la instalo en segundos.

Era un localizador muy elaborado, el nombre de Olivia apareció en el mapa junto a un círculo azul. Sonreí con melancolía. Su color favorito.

—Está a media hora de la ciudad —dijo Freddy ampliando el mapa.

—Necesito un auto.

Papá asintió y salió llamando a Tasio.

—Intenta localizar de donde vino la llamada que le hicieron a Olivia, podemos dar con esos bastardos.

Mi voz era gélida, era la única forma en que podía mantener el control. Freddy asintió dejándome la portátil.

—Está listo, Nik.

Philippos informó desde la puerta.

—Iré contigo, Nik.

—No, Adriano —manifestó papá—. Es mejor que te quedes. Necesito que tanto Garduño como tú estén listos una vez que Freddy encuentre la ubicación de los que llamaron a Olivia.

—Tiene razón, te necesitan aquí —concedí—. Philippos, Tasio y otro grupo vendrán conmigo.

Papá dudó un momento, estudiándome con atención.

—Yo iré contigo.

—No es necesario, papá.

—Lo es, eres mi hijo y tengo que protegerte. Es mi deber.

Sonreí agradecido de tenerlo iluminando la oscuridad a la que había sido condenado. Papá se había encargado de construir un diminuto jardín en medio del fuego.

—No te olvides de Morelli —le dije a Benedetti.

Este asintió y con una rápida despedida, mi padre y yo subimos a la camioneta que arrancó apenas las puertas se cerraron.

No podía dejar de pensar en Olivia. Ni siquiera podía imaginar cómo se sentía en estos momentos, reviviendo el doloroso pasado. James desaparecido, el cual era todo para ella y sabía que haría lo que fuera por él. Rowen, quien era una hermana para ella y la figura femenina más importante en su vida, estaba entre la vida y la muerte.

Cuando recibí la llamada de Duncan quise ir de inmediato con Olivia, pero Adriano me hizo ver que sería más útil en la búsqueda de James. Sabíamos que el que había secuestrado a James era la misma persona que ayudó a Trevor Asbourne y para la que Ethan y la mujer misteriosa trabajaban. Se trataba de quien había estado moviendo todos los hilos para atacar a los aliados y La Corporación.

Mi mente aterrizó de vuelta en el interior del auto, el teléfono de papá estaba sonando. Su expresión se volvió rígida antes de contestar.

—¿Qué ocurre? —saludó dándome una mirada fugaz.

Sus ojos regresaron a mí con inquietud. Una camioneta que reconocí nos alcanzó en la carretera.

—Detén el auto, Tasio.

Midas y papá compartieron miradas cuando aparcamos a la orilla del camino.




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