Todo lo impredecible

Kaos de mi universo

Nik

El portón de madera color azul se abrió, pero en esta ocasión el hombre fornido no requirió mi nombre. Aceleré hasta estar frente a la antigua casa de varios niveles. Los hombres armados alrededor no me pusieron nervioso como aquella vez. Y no sabía si eso era bueno o malo.

Un hombre corpulento, bien vestido y de cabello abundante, salió por una de las puertas y bajó los escalones. Hablé demasiado pronto sobre los nervios.

Salí del auto colocándome los lentes de sol. Preparándome para conocer a Kostas Mavrákis, el líder de la mafia con más territorio en Grecia.

—Nikolaos Deligiannis —saludó el hombre estrechando mi mano—. Es un honor por fin conocerte.

—El gusto es mío, señor.

—Ah, tu griego es bueno.

El comentario hizo que no me sintiera tan intimidado.

—¿Dónde está Stefanos?

Kostas cuestionó con intriga. Después de todo, fue a Stefanos quien conoció durante el verano.

—Se quedó con la familia en Nueva York.

—Siento mucho lo de tu padre, muchacho.

Agradecía que mis lentes de sol no dejaron ver la irritación en mis ojos.

—Gracias, señor.

—Llámame Kostas. —Sonrió—. Vamos, tendremos nuestra reunión en mi oficina.

Seguí a Kostas subiendo varios escalones y atravesando salones hasta llegar a una terraza llena de macetas y rodeada por grandes arboles con vista a unas colinas y el mar.

—¿Esta es tu oficina? —pregunté sin registrarlo en mi cabeza.

—Es mejor que cuatro paredes ¿no crees?

Asentí recordando mi oficina en La Corporación. Me senté frente a él retirando mis lentes.

—Los genes de tu madre hicieron maravillas para los Deligiannis, eh.

Bromeó Kostas. Obviamente se refería a que mis hermanos y yo heredamos el cabello rubio y los ojos avellana de mamá. Solo Christos tenía los ojos oscuros como papá

—Mamá es una mujer hermosa.

—Todas las mujeres griegas lo son.

Había sido una forma de presentar su respeto y aprobación hacia ella.

—¿Qué haces aquí, Nikolaos? —cuestionó luego de servirme algo de beber.

El corazón me latió rápidamente. Con ansiedad, furia y determinación.

—Se que el abuelo se reunió contigo durante el verano porque quería recuperar el territorio que perdió al irse del país.

Stefanos me lo había contado días después de la muerte de mi padre, mientras tuve que guardar reposo por mi herida en el hombro.

—Así es.

—También sé que te negaste.

Una sonrisa se formó en sus labios.

—¿Te ha enviado a convencerme? —Río levemente—. Le dejé claro que no pasaría, Corfú me pertenece a mí desde el momento en que él puso un píe fuera de Grecia.

Sus hombros se cuadraron en modo de defensa, creyendo que estaba aquí en nombre de Leónidas.

—Convenció a muchos de tus soldados en Corfú a unirse a él luego del ataque que tuvieron en septiembre.

El rostro de Kostas se endureció.

—Se unió con uno de los capos de Estados Unidos para que lo ayudara a obtener la isla de vuelta. Bruno Morelli, dueño de California. Le dio un grupo de soldados y mercenarios rusos para el ataque. Este aceptó recibir en su territorio a todos tus soldados que fingieron ser capturados durante el altercado.

Kostas achicó sus ojos inclinándose a mí.

—¿Por qué me dices todo esto muchacho? No me suena a una amenaza.

—Tengo la lista de los soldados y su ubicación, dos de las mafias más importantes de Estados Unidos están dispuestos a cooperar contigo —respondí con seriedad—. Yo estoy dispuesto a trabajar contigo.

Sus ojos oscuros se ampliaron con impresión.

—Se trata de La Matera y la Garduña. Supongo que estas al tanto de lo que estuvo ocurriendo en el país los últimos cinco meses, lo que ocurrió hace una semana.

El viejo hombre asintió mirándome con atención.

—Bruno Morelli estaba detrás de todo y mi abuelo fue su cómplice como parte de su alianza secreta. Por tanto, Benedetti y Garduño tienen mucho interés en obtener venganza, especialmente el primero.

Kostas negó levemente, pero no dejó de lucir serio.

—Supongo que tú también quieres vengar la muerte de tu padre y el secuestro de tu novia y su hermano.

La mención de Olivia y mi padre colapsó entre sí.

—Pero debo recordarte que tu abuelo está dentro de la ecuación.

—Mi padre murió dando su vida por mí —declaré con un nudo en la garganta—. Bruno Morelli pudo encontrarnos gracias a que Leónidas se aseguró de dejarnos desprotegidos y le dio mi ubicación.

—Cristo —masculló por lo bajo.

—Comprenderás que me importe un carajo lo que suceda con él.




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