"Inspiré profundo y entendí que estaba enamorada"
Cecily Beaufort
Inglaterra, un año antes.
Acomodé mi cabello frente al tocador mientras oí las risas que se acercaban por el camino y me apuré a terminar de acomodarme los bucles. Sonreí y corrí el cortinado para asomarme a la ventana. Esperé los segundos ansiosa, mientras sentía mi corazón latir desenfrenado, las risas se hacían cada instante más audibles, al mismo tiempo que mis ojos se abrían expectantes, y mi sonrisa se dibujaba en mi rostro. Al instante, los tres aparecían por el camino hacia la puerta principal. Lo miré admirando cada uno de sus atributos, era alto, con el cabello corto, oscuro, y sus ojos azules, tal vez con un tinte grisáceo que los hacía sumamente misteriosos. Resaltaban en ese rostro que concluí admitiendo, era simplemente perfecto, Peter emanaba masculinidad y poder. Caminaba con su camisa un tanto suelta y con el arma pendiendo de su brazo, habían salido de cacería y eso le daba aún más ese aspecto de dominio que simplemente me hacía temblar. Mientras reían y hablaban vaya saber Dios de qué, apuré a bajar las escaleras y me senté en la sala, tomé el bordado e intenté parecer distraída, es más, intenté parecer una señorita de veras, que él pudiera apreciar naturalidad, como si el ser femenina, delicada y bonita, fuera algo que de verdad pudiera ver en mí. Erguí mi espalda y acomodé mi cabeza de tal manera que los rayos de sol que entraban por el ventanal dieran de lleno en mi cabello rubio. Concentré mis ojos en el diseño que debía hacer con el bordado, tal cual me lo había explicado mi madre, mientras sentí el ruido de la puerta al abrirse, pasos y risas. Levanté mis ojos levemente, aún en mi papel de "soy el centro del universo pero no me doy cuenta" y cuando se detuvieron en la arcada principal y dirigieron sus ojos a mí, apenas alcé mis ojos pestañeando.
—¡Cecily! —Liam se acercó a mí, besó mi mejilla y me sonrió como sólo él, mi hermano, podía hacer. Le sonreí e inevitablemente mis ojos se posaron en sus amigos, los Bradley.
Grande fue mi desilusión, cuando Peter apenas si me miró, hizo una leve sonrisa mientras elevaba su mano hacia mí para saludarme, y se apoyó contra la pared a esperar que Liam hablara con mi padre en el estudio, mientras que David, el mayor, me miró y largó una carcajada estrepitosa que se oyó desde la sala hasta el estudio.
—¡¿Se puede saber qué es lo que te pasa?! —lancé, olvidando por completo mis modales, mi postura de señorita y mi bordado que lo apreté fuerte con mis dedos. Mientras, se oyó la voz de mi hermano.
—Por Dios David, no la molestes...
—No he dicho nada...— lanzó él mientras sus ojos verdes chispeaban.
—No ha hecho falta... basta con verte la cara y esa risa de... de...—me acerqué a él, y le di un pequeño empujón.
—Hey... tranquila peste... —Para ese instante, las ganas de matar a David que yo cargaba, eran abrumadoras en exceso.
—¿Peste? ¿Peste dijiste? —sonrió de manera afirmativa y apreté mis puños dispuesta a lanzárselo a su misma cara, pero fue entonces cuando Peter habló.
—Tranquila Cecily... ahí viene tu madre. —Mis ojos y todas mis angustias y malos momentos se borraron en aquel mismo instante en que habló. Aclaré mi garganta, dibujé una sonrisa tierna y sonreí a mi madre que avanzaba hacia la sala a continuar con su bordado, me volví hacia ella, y antes de alejarme de David, le asenté un pisotón con el taco de mi zapato, que fue a caer justo en su tobillo.
—Oh... disculpa David... —dije intentando sonar convincente, pero lo oí resoplar por lo bajo, mientras me alejaba para volver a tomar mis poses de dama delicada, aunque gracias a ese imbécil, todo estaba arruinado.
Los Bradley eran así, uno tierno y atento, el otro un maldito miserable sin corazón; uno que disfrutaba haciéndome quedar como una mujer sin futuro, fea, desgarbada, delgaducha y sin gracia, y luego estaba Peter, capaz de hacerme sonreír tan solo al oír su voz. Eran tan distintos que me sorprendía la idea de que fueran de veras hermanos, y no lo digo por la parte física, los dos eran muy atractivos y compartían algunos rasgos, sino por su carácter. Peter sabía exactamente qué quería de la vida, ser militar como su padre; en cambio David, sabía y estaba seguro que sería militar, aunque en realidad, era lo último que realmente deseaba. Su padre era general del ejército de su majestad y ellos estaban a punto de enrolarse junto a Liam. Habían sido amigos desde siempre, su casa, aunque distante de la nuestra, estaba lo suficientemente cerca como para correr, atravesar el bosque, cruzar el río y toparse con ella. Era grande y muy hermosa, decorada con los mejores adornos, cortinados y candelabros, y siempre repleta de capitanes y oficiales que cada vez que su padre estaba presente, se reunían allí y hacían las hermosas reuniones y bailes. Algo que yo ansiaba, pero que definitivamente no tenía permitido, aún no me habían presentado en sociedad, y mi sueño era abrazar a Peter, apretarme contra su musculoso cuerpo (que ya había visto en innumerables oportunidades, oculta entre los arbustos mientras nadaban con Liam en el pozo del río), dejar que me sonriera mientras me miraba a los ojos y yo me dejaba llevar por la música y disfrutaba de sus atenciones.