Todo lo oculto saldrá a la luz

Capítulo 14

"Tu mantente alejada de lugares inconvenientes y no te preocupes que no volveré a tocarte ni un solo pelo"

David Bradley

Entré a la habitación y me detuve a ver a Eve.

—¿Estas bien?

—Sí... —afirmé.

—Estás muy pálida, ¿seguro que estás bien?

—Sí, debe ser el calor. —me miró por el reflejo del espejo del tocador y enarcó las cejas, pero de inmediato continuó con su peinado.

—¿Qué me miras? —me preguntó porque me había quedado de pie, con mis ojos en ella, pero en realidad, mi mente volvía una y otra vez al gran error que había cometido y a sus posibles consecuencias. Sentí unas ganas inmensas de volver el tiempo atrás.

—Nada... estaba pensando qué vestido me pondría. —la miré de nuevo— Te ves muy bien.

—Gracias. —dijo sonriendo mientras se miraba al espejo y se colocaba las horquillas.

Caminé hacia mi equipaje y coloqué todos mis vestidos sobre la cama. Los extendí y tomé el primero de los que vi para la noche. Puse cada uno de los otros en el vestidor mientras divagaba entre posibilidades y resultados, y entre esos pensamientos estaba el de David y su actitud. Podría haberme dejado allí, que su padre me descubriera y entonces la historia sería distinta, pero no lo había hecho e incluso me había ayudado para que pudiera salir de semejante situación, aunque de una manera bastante comprometedora. Si el señor Bradley me hubiera atrapado allí, me encontraría en exacta situación que Liam... moví mi cabeza en negativa y llevaba terrible cara de preocupación.

Me cambié, me senté en el tocador y acomodé mi cabello como Camille me había enseñado, me hice un recogido bonito y coloqué un hermoso adorno en él.

Me puse un poco de color en las mejillas que estaban pálidas y mis labios que se sentían tiesos de la impresión que aún albergaba. Cerré mis ojos y temí el instante en que tuviera que darle las explicaciones a David.

Los invitados comenzaron a llegar, ya se oía la orquesta abajo y la mayoría de los huéspedes estaban bebiendo algo refrescante en el salón principal

Los invitados comenzaron a llegar, ya se oía la orquesta abajo y la mayoría de los huéspedes estaban bebiendo algo refrescante en el salón principal. Yo por mi parte, temblaba, sudaba y paseaba de un lado a otro de la habitación deseando no tener que presentarme. La sola idea de enfrentar a David me atormentaba. No sabía que diría, ni como solucionaría aquel desastre, al mismo tiempo que sentía una vergüenza muy profunda dentro de mí de haber compartido algo tan cercano con él. Eve abrió la puerta de repente, sonreía, y tras ella Camille.

—¿Ya estas lista?

Asentí con un movimiento de cabeza y Camille frunció el ceño.

—¿Te sientes bien Cecy?

—Si... es el calor y el cansancio... pero estoy bien... Mejor bajemos antes que mi madre nos llame la atención.

Salimos de la habitación y bajamos las escaleras. La casa estaba bellísima, repleta de lirios en tonos rosados y sobre las mesas, arreglos de tulipanes rojos. Por donde quiera que mirara, había candelabros con velas y daban ese toque luminoso y cálido a cada estancia. La orquesta sonaba mientras todos se saludaban y bebían. Nos acercamos al señor y la señora Bradley que estaban de pie en la entrada y los saludamos mientras temblé ante su mirada, pensando que de alguna manera podría reconocerme, pero nada sucedió.

Ingresamos al amplio salón y saludamos al conde de Somerset que de inmediato hizo una reverencia y amablemente nos solicitó un baile. Apenas si pude concentrarme en lo que decía, pues con mis ojos repasaba cada rostro para dar con el de David. Necesitaba hablar con él y quitarme aquel peso de encima, sino no estaría tranquila. Quería decirle algo que lo convenciera y acallara sus intrigas, porque sea lo que sea que sucediera yo no desistiría de mis planes.

Tomé el brazo que me ofrecía Lord Hoffman y nos acomodamos en la pista para bailar el Reel que pronto daría comienzo. Me propuse sonreír cuando debí sonreír y el resto del tiempo miles de pensamientos me turbaban.

—Bonita noche ¿verdad? —acotó Lord Hoffman mientras hacíamos los pasos.

—Muy hermosa, solo que un tanto calurosa para mi gusto... y suelo tener problemas en lugares muy cerrados y con demasiada gente.

—No va a creerlo que a mí también me sucede lo mismo... —lo miré intrigada. —por eso es que siempre que termino un baile, localizo una ventana y trato de mantenerme en cercanías del aire renovado.

—Que buena idea... la verdad es que para los caballeros es todo más sencillo. —lo dije, pensando que para una dama encontrarse de pie, sola y al lado de una ventana era sinónimo de fracaso. Mi madre me tomaría del brazo y de un tirón me pararía en medio de la pista.

Lord Hoffman sonrió y luego que el Reel terminó, me acompañó del brazo hacia el grupo de damas, pero de pasada y antes de llegar, Peter nos interceptó.




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