"Moví mi cabeza de un lado a otro totalmente colmada de las sensaciones más terribles, los miedos más profundos y la incertidumbre más grande."
Cecily Beaufort
Caminé hasta la entrada del salón y lamenté todo eso que había sucedido. Tal vez debía haberle dicho que me había equivocado, que lo sentía o un simple gracias. Tenía razón en muchas cosas, porque aunque él ignorara todo lo que yo sabía, sí tenía muy claro que hubiera sido realmente terrible que su padre me encontrara allí, revisando sus papeles. Sería lo mismo que gritar: ¡lo sé todo! De igual manera, estaba segura que David no se había tragado el cuento de la pluma y el papel, al menos eso me había dejado muy en claro al decirme que no sea tonta y me alteraba la ansiedad por saber qué es lo que realmente pensaba.
Ese día todo me estaba saliendo patas arriba. Entré al salón y traté de tranquilizar a mi corazón y a mis pensamientos que anhelaban llorar mucho. Estaba repleta de emociones que no podía entender ni terminar de controlar.
Tomé una copa y bebí tratando de refrescarme un poco, localicé a Camille y me acerqué a ella que conversaba animadamente con las otras visitas. Me senté en el sillón y traté de apaciguar mis ánimos que seguían por el suelo.
—¿Cómo te ha ido esta noche Cecily? —Camille me sacó de mis pensamientos.
—Muy bien, el baile está precioso, la música, todo... Muchas gracias por invitarme... —me sonrió.
—Claro boba... siempre eres bienvenida en mi casa, tú y Eve. —sonreí.
—Por cierto... ¿Dónde está? No la he visto en toda la noche.
—En este instante, en la pista con David.
Tragué saliva y dirigí mis ojos hacia el grupo que bailaba y allí la vi, con la mano de él sobre su cintura y la de ella sobre su brazo. Sonreían y hablaban mientras hacían los pasos. Inevitablemente inspiré profundo y me puse de pie.
—Camille, voy a ir un momento a la habitación, no me siento del todo bien.
—¿Te sucede algo?
—Tal vez el calor, que no he descansado nada en todo el día... no lo sé. ¿Podrías disculparme?
—Claro que sí... ve tranquila.
Tomé el pasillo mientras observaba cada detalle a mí alrededor, puertas, ventanas, escalera, luces, todo.
Subí las escaleras y entré en mi habitación. La música se oyó distante y el ambiente más tranquilo. Estaba por completo sola y agotada, agobiada de tantas cosas y repleta de dudas.
Me desarmé el peinado y me quité el vestido. Decidí que era hora de descansar, porque esa noche mientras los otros durmieran, estaba decidida a volver al despacho, porque si permanecía sin saber nada, sin entender nada, terminaría dándome por vencida y yéndome algún lugar lejos, tal vez a casa de la tía Margot, que se había instalado en el nuevo continente, un lugar que me sonaba perfecto. Si bien hacía mucho que no la veía, siempre habíamos tenido excelente relación y solía escribirle. Tomé la decisión de que terminara como terminara todo aquello, me iría a su casa. Lejos de todo y de todos.
Desperté de madrugada, Eve descansaba en la cama del lado y no la había oído en ningún momento entrar, cambiarse, nada. Agucé mis oídos y no se escuchaba orquesta ni gente hablando, nada. Me senté en la cama y me coloque una bata alrededor, tomé el candelabro de mi mesita que estaba apagado y abrí la puerta hacia el pasillo. Miré hacia ambos lados, todo estaba oscuro y solo las luces de un par de candelabros seguían encendidas dando apenas una claridad. Encendí mi vela y me detuve un instante a pensar qué diría de encontrar a alguien. No quería equivocarme de nuevo, no quería quedar en evidencia y tenía que empezar a planear mejor las cosas. Cuando tuve la excusa perfecta, baje por las escaleras de servicio hacia la cocina, y desde allí hacia el pasillo que daba al estudio del señor Bradley.
Apoyé mi oído contra la puerta por si estuviera alguien allí, pero no se oyó nada. Abrí despacio y me acerqué al escritorio. No me detendría mucho allí pues era demasiado riesgoso, así que abrí los cajones y revisé rápidamente la fecha de las cartas. Tomé todas las que correspondían a los meses cercanos a la muerte de Liam y algunos anteriores. Dejé todas las otras tal cual las encontré y rápidamente revisé mapas, todos me parecían igual de complicados, así que decidí dejarlo para otra excursión nocturna cuando ya tuviera un poco más de idea del tema, algo que pretendía que el mismo Peter me enseñara.
Repase a mi alrededor todo lo que había y me apuré a salir de allí mientras escondía toda la correspondencia entre mi bata y mi camisón. Tomé la salida y cuando avance por el pasillo para llegar a la cocina y subir, se abrió la puerta trasera de la casa y no me quedó remedio que apretar mi cuerpo contra la pared en el espacio bajo la escalera, y entonces vi a Peter y a mi padre entrando. Se dijeron algo muy bajo, casi como un susurro y luego subieron, pero al pasar cerca de mí, trague un gemido al notar que Peter llevaba su arma.