"¿Crees que soy tu enemigo? No tienes ni idea Cecily..."
David Bradley
Quisiera poder afirmar que dije algo inteligente o que me salió una excusa perfecta para ese incómodo e inoportuno encuentro nocturno en un sitio totalmente inadecuado, pero no fue así. Me quedé muda, sin aliento y sin excusa viable que viniera a mi mente. Lo vi enderezar su espalda, cerrar la puerta que daba al pasillo y acercarse a mí sin quitar sus ojos amenazantes de los míos, todo eso, en un par de segundos.
—¿Estás buscando papel y pluma? —preguntó con ironía.
No respondí y aclaré mi garganta, me miró levantando una ceja y a ciencia cierta leí en su rostro: "No soy tonto"
—Voy a empezar por decirte que estoy claramente desilusionado de ti, nunca creí que fueras capaz de jugar con la vida de las personas...
—¿Qué? No sé a qué te refieres...
—¡Claro que lo sabes! Hiciste todo ese juego de la yegua con claras intenciones de dejarme en evidencia.
—No sé de qué estás hablando David... —Suspiró enfadado, ofuscado, intolerante, lo vi cerrar sus ojos y pensé que en cualquier momento me llevaría delante de su padre. Tragué nerviosa y bajo ningún punto de vista le diría nada de lo que yo sabía ni de lo que suponía. Pasara lo que pasara.
—Ayer te perdiste en el bosque porque me seguiste ¿verdad?
—¡Claro que no! ¿Crees que eres el centro de todo? ¿Crees que ando por la vida detrás de ti? Te estás sobre valorando David... —herirlo y ponerme de inmediato en ofensiva era la mejor defensa que se me ocurrió.
Lo vi mover su cabeza en negativa y mirarme intensamente.
—¿Crees que soy tu enemigo? No tienes ni idea Cecily...
—No pienso nada... no sé qué líos tienes en esa cabeza, pero te aseguro que no tengo nada contra ti.
—¿Qué haces aquí? ¿Qué buscas? ¿Qué quieres? —No contesté nada, sólo buscaba entre todas las excusas posibles algo que me ayudara a salir de esa situación. Bajó su mirada al suelo y luego continuó hablando a pesar de que no respondí. —No vas a decírmelo ¿verdad? No confías en mí... Es eso.
—No tengo nada que decir David.
—¿Quieres saber quién es ella? —Me sorprendió su pregunta, y deseé gritarle que sí, pero no dije nada y lo miré esperando que continuara. —Es mi hermana, Cecily. —De todas las respuestas que esperaba, esa era la menos probable. Creo que fruncí el ceño, porque solía hacerlo, pero en realidad, no era consiente de nada, sólo me detuve en esa afirmación.
—¿Qué?
—Eso... es mi hermana.
—Pero... no entiendo... Peter no sabe nada. —No entendía absolutamente nada. Lo vi acercarse a mí y antes de que pudiera pensar otra cosa, tomó mis manos entre las suyas, bajó sus ojos y se detuvo en ellas, las levantó hasta su rostro y las besó suavemente, las miró como estudiándolas, acarició el dorso de ellas con sus dedos y las mantuvo entre las suyas, volvió a mirarlas y continuó hablando. Yo había quedado inmóvil, alucinada por sus maneras y sus modos dulces, y anonadada por su revelación.
—Yo no soy hijo de Gregory Bradley, ni de la madre que me crió y a quien amo... —no podía creerlo, simplemente no podía. —Ellos luego de que se casaron buscaron un hijo, insistieron muchas veces, pero nada sucedía y aparecí yo... hijo de un matrimonio muy humilde, mi madre murió de parto y mi padre no supo que hacer conmigo. Esa es mi historia. —Quedé muda, no sabía que decir ni qué hacer. Recordé a la muchacha bonita, recordé sus manos entrelazadas, sus sonrisas y sus abrazos. Recordé a Liam. Recordé a mi hermano y quisiera decir que me contuve, pero no pude, las lágrimas se amontonaron en mis ojos y lloré. —Lisbeth es mi hermana por el mismo padre, y él está enfermo, por eso los visito con frecuencia... —Soltó mi mano y levantó mi mentón, me miró a los ojos y los cerré dejando que mis lágrimas se escurrieran, las secó con su dedo y sentí como si fuera una caricia. —¿Me crees? —moví mi cabeza asintiendo. —Eres la segunda persona que lo sabe... el primero fue Liam.
—¿Y los demás por qué no saben? ¿Peter?... no entiendo...
—Hay cosas que es mejor conservar por el apellido, por todas esas cosas y razones que nunca voy a entender... pero es mejor así, en cierta manera es más seguro. —Seguí llorando como una tonta mientras en mi mente retumbaban las palabras últimas que había pronunciado. Su historia me conmovía y revolvía muchas cosas dentro de mí. Luego de unos segundos en silencio, en que yo derramaba algunas lágrimas y él las secaba con sus manos, habló. —¿Y tú que haces aquí? ¿Qué buscas? Dímelo por favor... Y no me digas que papel y pluma— me sonrió y repliqué al instante.