Todo lo oculto saldrá a la luz

Capítulo 22

"Había imaginado su rostro de muchas maneras, y descubrir el verdadero, y así de improviso, sin esperarlo, se me hizo casi terrorífico"

Cecily Beaufort

Desperté con el sol en mis ojos, me senté rápidamente en la cama busqué un vestido, me arreglé el cabello y baje las escaleras para el desayuno. Cuando llegue a la sala, no había nadie aún , me acerqué a la ventana y miré por el cristal, disfruté de la vista que se ofrecía, los ligustrinos, los rosales, y la hermosa fuente. Me deleite observando ese hombre rígido que abrazaba el vientre de la mujer, lo hacía con cariño y parecía que cobraban vida. Me hizo pensar en David, en su historia que sin duda era especial, nunca me imagine que no eran hermanos de sangre con Peter y hasta entendí que hiciera todo lo que su padre le pidiera, pues le debía todo lo que era y lo que tenía. Tal vez sin ellos hubiera muerto. Pensé en su madre verdadera, muriendo al dar a luz, sufrí junto a ese padre viéndose solo y con un niño tan pequeño...

—Buenos días... —la voz de David me distrajo de mis pensamientos.

Me volví hacia él que estaba vestido para el campo y se había apoyado en la pared, con sus brazos cruzados sobre su pecho, y la luz del sol que daba en su rostro dorado del sol, con aquella barba de unos días y sus ojos bellos.

—Buenos días

—Buenos días...

—¿Cómo pasaste la noche?

—Terrible...—susurré y rodé mis ojos, lo que provocó una sonrisa en su rostro. —¿Y tu?

—Yo duermo aunque el mundo se venga abajo...

—Me lo imagino... —reí. —¿Vas a salir? —movió su cabeza de manera afirmativa. —¿Vas a verla? —volvió asentir y yo giré mi cabeza hacia el cristal. —Me han quedado muchas dudas, algún día me las vas aclarar ¿verdad? —me hizo la sonrisa más hermosa del mundo.

—Me han quedado muchas dudas, algún día me las vas aclarar ¿verdad? —me hizo la sonrisa más hermosa del mundo

—Claro que sí... cuando quieras... ¿te gustaría venir? —abrí mis ojos grandes y levanté mis cejas.

—¿Yo? —reí como si lo que hubiera dicho fuera lo más gracioso del mundo.

—Sí. Tú. Estoy seguro que se llevarían muy bien, y ella está muy sola.

—No lo creo... tal vez otro día...

—Vamos... la pasaremos bien...

—¿Y luego oír la perorata de mi madre? No, gracias. —lo vi fruncir el ceño. —Te puedo asegurar que no tienes ni idea lo fastidiosa que puede ser mi madre cuando de ser una excelente señorita se trate, y créeme que no le gustaría que salga a cabalgar sola contigo. —Inspiró profundo y asintió.

—De igual modo, digamos que esos consejos solo los aplica en ustedes, porque estar de madrugada sola en el despacho de un hombre casado, deja mucho que desear. —se acercó bastante a mi cuando susurró todo eso, y pude sentir su perfume delicioso, mientras Eve hacía su aparición por la sala, del brazo de un hombre que me resultó desconocido y otro que los acompañaba, note que ella nos miró un tanto extraño.

—Buenos días. —dijo y nosotros respondimos a coro, mientras el caballero que estaba a su lado, que vestía uniforme militar se acercó a mí, tomó mi mano, hizo una reverencia y saludó amablemente.

—Cecily él es el capitán Aldrich. —hice una reverencia. —Y el señor es el oficial Ross.

—Es todo un gusto capitán. —hice una reverencia a los dos hombres y sonreí amablemente.

—Créame que el gusto es mío señorita Beaufort. —me quedé inmóvil, tiesa, rígida, asustada, temblaba y deseaba huir de allí, todo eso mientras veía como David y él estrechaban sus manos como grandes conocidos.

—¡David Bradley! Qué bueno verte de nuevo...

Cada vez que hablaba removía dentro de mi tantas cosas que no podría enumerar. Jamás olvidaría esa voz, jamás.

—¿Piensas quedarte un buen tiempo?

—No sé cuánto, pero lo suficiente... —abrió sus ojos de manera claramente sugerente y entendí a la perfección que era una indirecta entre hombres para referirse a su presunto interés en Evelyn. Ella no se dio cuenta de nada, pero yo había crecido entre Liam y los Bradley, oyendo sus conversaciones y sus juegos.

Observé detenidamente al hombre que había hecho todo lo necesario para separar a mi hermano de mí para siempre, había imaginado su rostro de muchas maneras, y descubrir el verdadero, y así de improviso, sin esperarlo, se me hizo casi terrorífico. Tenía aproximadamente unos treinta años, alto, mandíbula fuerte y rostro con pómulos marcados, cabello oscuro como la noche y ojos café. Me descubrí a mí misma observándolo impávida hasta que sentí el codo de Evelyn en mi costado, lo cual me hizo reaccionar y volver a la realidad: volvía a compartir el mismo espacio físico en el mismo instante de quien consideraba el peor de los asesinos, él se retiró amablemente con David y el oficial Ross, cerré mis ojos por un instante deseando desaparecer y rogué a Dios que me diera fuerzas y aliento.




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