Todo lo oculto saldrá a la luz

Capítulo 24

    Dios mío Camille... creo que ella le gusta..." 
                                                    Evelyn Beaufort

Cuando me levanté esa mañana, aún era muy temprano, Evelyn dormía, pero fuera había la suficiente luz para poder entretenerme leyendo, por lo que me levanté en puntillas, me puse un vestido y saqué de la bota las cartas que había tomado en la última requisa al despacho. Abrí despacio la puerta del balcón y me senté en el sillón, me envolví en un chal y empecé a pasar los sobres y las cartas, todas eran misivas del ejército y de oficiales, pero no había nada que me sonara extraño, hasta que me topé nuevamente con una dirigida a mi padre. Me inquieté en demasía  pues eso estaba tan extraño que algo se me retorcía dentro.

Al abrirla, encontré nuevamente, coordenadas y números al lado. Cerré mis ojos tratando de aclarar mis pensamientos y dilucidar exactamente para qué podían ser esas coordenadas, por qué ese sobre llegaba a manos de los Bradley y no a mi casa, y qué podrían significar los números escritos al lado de cada una. La separé del resto y continué repasando las restantes, pero no encontré nada más.
Me envolví en el chal y miré hacia el bosque, hacia mi casa, hacia la carta de Liam, hacia el mapa.
Todo se veía tan complicado, y me sentía tan sola por momentos, que me invadieron muchas ganas de llorar. Nadaba contracorriente, sin nada de dónde tomarme, sin nada que me sirviera. Lo único que tenía, eran números que no entendía, el secreto de David que no me sentía capaz de utilizar, y el amorío de mi madre que me parecía lo más detestable y desagradable.

Luego de un rato allí, cavilando, uniendo pensamientos e ideas, palabras y frases que había oído, lugares y fechas,  sintiendo el fresco aún de la mañana en mi cuerpo, lo único que tenía claro era la necesidad de seguir adelante, no podía detenerme. Anoté los números de la carta en un papel y tomé las escaleras. Cuando llegué abajo, vi la mesa servida, pero no había nadie aún, y para no sentirme sola, hice una excursión por la biblioteca y tendría tiempo para revisar el mapa.

Abrí la puerta y me acerqué a la estantería para buscar lo que necesitaba, pero unas voces que venían del despacho contiguo me distrajeron, me acerqué despacio hacia la puerta y coloqué mi oído bien pegado para poder oír.

—Sí, ya está todo preparado, falta que Beaufort confirme y traiga la licencia —temblé al oír el apellido de mi padre, el mío, el de Liam.

—Aún no ha vuelto.

—Sí, lo sé, pero es importante que concretemos a tiempo, la última vez por poco y los perdemos.

—Ya lo sé, pero cada vez se resiste más a colaborar y se quiere salir.

—Sabes que no es posible Bradley.

—¿Qué quieres que haga? Desde lo del hijo que está así...

—Déjale claro que no es una posibilidad. —mi cuerpo temblaba y de repente me sentí helada, hastiada de tantos misterios y ahora estaba convencida que mi propio padre estaba metido allí hasta la coronilla. Fuera lo que fuera donde estuviera metido, la idea de que había dado su consentimiento para que desaparecieran a Liam, me partía el corazón y sentí que a ciencia cierta, me quedaba sin padre. Me dolió por mi hermano, por su decepción al descubrir que el padre que siempre creyó ejemplo de moral y  cuanta cosa, hiciera semejantes bajezas.

—¿Crees que no lo intenté?

—Es que se niegan a tratar con nosotros, e imagina lo comprometedor que sería dejar otro cabo suelto.

—Lo sé...

—¿Y tus hijos?

—Están en eso...

Una mano me tomó por detrás y tapó mi boca haciendo que me sobresaltada, al mismo tiempo que me giraba y veía el rostro de David. Llevó el dedo a su boca y yo inspiré profundo, estaba asustada y por completo deshecha. Me abracé a él casi como un reflejo, apoyé mi rostro en su pecho y lloré. Sentí sus manos abrazando mi espalda y  sus labios besando mi frente.
Tomó mi rostro entre sus manos, lo levantó y me miró a los ojos directamente.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —me susurró y yo cerré mis ojos y dejé que las lágrimas se volcaran.

La confirmación de que mi padre estuviera metido en ese lío y que tuviera que ver con todo el asunto de Liam, me había terminado de indisponer por completo. Todo eso era demasiado, jamás esperé descubrir algo así, tan oscuro, tan perverso. David volvió abrazarme y me susurró al oído nuevamente.

—Te espero en las caballerizas...

Apretó mi mano y lo vi salir. Miré hacia el estudio del señor Bradley y se oía que aún hablaban, giré mi rostro hacia la puerta por donde David había salido. Dudé qué hacer, pero en ese instante me sentí destruida y agobiada,  harta y por completo hastiada de tanto misterio y mentiras. Mi corazón me pidió algo, y le hice caso.
Tomé el pasillo y me escabullí por el frente de la casa hacia las caballerizas.
Lo encontré allí, junto a dos caballos.

—Vamos

—Vamos. —fue lo único que me dijo y sin dudarlo me monté en Fancy y salimos a trote.




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