"Por primera vez en mi vida, me permití dudar"
Cecily Beaufort
—Cecily... —no podía quitar mis ojos de él, y mis pensamientos de todos esos secretos que aún dormían en la oscuridad.
—Padre, has vuelto... —me esforcé en sonreír mientras me acercaba y lo abrazaba.
—Cecily... ¿recuerdas lo que hablamos de contener las demostraciones de afecto? —Susurró mi madre a mi oído y afloje mi brazo para soltarlo.
—Por favor, pasemos al comedor... —interrumpió el Señor Bradley e hizo señas con su mano para que avancemos hacia la mesa.
Peter se acercó a mí y me ofreció el brazo, lo tomé y me acompañó hasta mi lugar, corrió la silla y me ayudó a sentar, todo bajo el escrutinio de unos hermosos ojos verdes que en ese instante se sentaban a la mesa también. Cuando levante los míos, me encontré con los suyos que con un leve pestañeo me cuestionaban qué sucedía, moví mi cabeza levemente para indicarle que estaba todo bien, y noté la mirada de Eve sobre mí, por lo que me concentre en mi plato y traté de no volver a mirarlo.
—Alfred ¿Cómo te ha ido en el viaje?
—Muy bien, gracias... las propiedades se conservan bastante bien, y la renta es suficiente. Al menos eso... los inquilinos son responsables.
Todos en la mesa asintieron mientras yo pensé si realmente existirían aquellas propiedades, de hecho por primera vez en mi vida, me permití dudar, porque jamás las había visto.
Peter se acercó a mi oído y me susurró.
—¿Dónde anduviste toda la mañana? —le sonreí amablemente.
—Di un paseo a caballo y luego me escabullí en la biblioteca para hacer cosas de hombres...—me sonrió tiernamente y le devolví el gesto.
—¿Más coordenadas? —Asentí. —Recuerda que quiero hablar contigo... —me susurró.
—Está bien, cuando quieras...
Me volví a concentrar en la carne de mi plato, y noté nuevamente la intensidad de la mirada de David, levante mis ojos y nos encontramos, estaba serio y apretó su mandíbula, mientras movía su cabeza de un lado a otro levemente. Me turbó, puesto que yo estaba decidida a seguir con lo que me había propuesto, y no quería perder la oportunidad que Peter me daba, pero tampoco quería alejarme de David, aunque sabía de antemano que esos sentimientos eran por completo una locura. Ese encuentro de mi mente y mi corazón, esa contradicción constante me desesperaba.
—En unos días haremos la reunión, ¿por qué no aprovechan a quedarse? —miré de inmediato a mi padre y rogué dentro de mí que dijera que no. Estar en esa casa se me hacía por momentos agobiante, quería volver a la mía, volver a mi espacio y repasar lo que había dejado allí con otros ojos, pero, para mi claro disgusto, una rápida mirada entre el señor Bradley y mi padre, terminaron decantando en una respuesta afirmativa.
—Está bien, muchas gracias por el ofrecimiento, pero creo que esa será nuestra última noche, francamente deseo estar en mi hogar.
—Por supuesto... no hay mejor lugar que el propio ¿verdad? —acotó Lady Bradley y todos en la mesa sonrientes afirmaron.
Cuando la cena terminó, se separaron los hombres a la sala de ellos, para beber y fumar como siempre, y las damas a la sala principal para organizar todo lo del baile y al mismo tiempo cotillear sobre los posibles invitados. Me senté en el sillón un instante y cuando pude escabullirme entre los pasillos, aproveché y me acerque a la sala de ellos donde se oían voces, por lo que me aproximé lo más posible y trate de oír.
—Tres... si no recuerdo mal eran tres.
—Puede ser, pero ahora, la marina ha decidido acompañarlos con fragatas oficiales, por lo que asumo que pronto los llamaran nuevamente al servicio. —supuse que hablaban a los muchachos y la idea de que David se fuera me revolvía todo y se instalaba como un profundo malestar dentro de mi pecho.
—Es insostenible, la situación es temible, en el mar del Norte, dos, y uno en el Báltico.
Mi corazón se aceleró y mi oído se aguzó.
—¿Quiénes son?
—Corsarios. Al menos es el comentario. —era la voz del oficial Ross.
—¿Mucho dinero?
—Dinero y materias primas —completó el Señor Bradley.
—De todas maneras en cualquier momento se caerá lo del bloqueo y todo se normalizará, es que la voluntad de Napoleón, no es suficiente para fabricar o para consumir. Ya lo saben y algunos se están abriendo, siguen el camino de Portugal.
Se oyó un ruido y decidí apartarme de la puerta, me escondí en el pasillo un instante y vi a un criado pasar con una bandeja mientras el olor a humo de los cigarros me alcanzó. Espere le suficiente y seguí hasta el despacho, entre y repasé rápidamente toda estancia tratando de localizar el dichoso cajón con llave. Revise los estantes, la chimenea, la mesa de las bebidas, detrás de los cuadros y de los libros, me agaché debajo del escritorio y entonces lo vi. Estaba allí, escondido debajo, si no metías la cabeza era imposible verlo, salvo que supieras de su existencia y con sólo estirar la mano y colocar la llave, tenías el misterioso contenido. Sonreí dentro de mí y solo me restaba tomar la dichosa llave de la habitación y abrirlo.