"Si estamos juntos, si me amas, nada ni nadie puede hacernos daño."
Cecily Beaufort
Miré hacia ambos lados cuando tomé la puerta principal, todo se veía despejado, me acerqué a las caballerizas y monté a Fancy, que tal como habíamos quedado la noche anterior, estaba ensillada con montura de hombre. Crucé ambas piernas sobre su lomo y reí ante sus consentimientos.
Cabalgué decidida hacia los terrenos colindantes a mi casa y cuando divisé nuestro árbol reí al verlo recostado a su sombra, con sus brazos por detrás de su cabeza como almohada y dormido por completo. Me acerqué a él, mordí mi labio al verlo tan bello y relajado, y sonreí recordando sus palabras, él dormía sin importar nada a su alrededor, y aunque el mundo se viniera abajo.
Tomé un tallo de hierba y le pasé suavemente por el rostro, frunció la nariz y siguió dormido. Volví a intentarlo y se giró hacia mí, por lo que me recosté a su lado sobre la hierba y me acerqué a él lo suficiente para sentir su respiración sobre mi rostro.
Cerré mis ojos y dejé que ese sonido acompasado y rítmico me hipnotizara. Cuando volví abrirlos, me miraba directamente, estaba serio y recorría con su dedo mi rostro. Me había dormido a su lado, él tenía su brazo estirado sobre mi cabeza y sus labios estaban tan cercanos que casi me rozaban. Acomodó mi cabello mientras yo me sonreía.
—Buenos días...
—Buenos días...
—Es la primera vez que dormimos juntos. —lancé una carcajada.
—Bueno... no es muy privado el lugar... —acoté.
—Vaya Beaufort... ¿quieres llevarme a dormir a un lugar privado?—abrí mis ojos sorprendida y tratando de aclarar lo que había querido decir, pero el lanzó una de sus risotadas.
—David Bradley, ¿puedes ser un caballero por una vez en tu vida?
—Te amo...
—Es que no puedes andar diciendo esas cosas...
—Te amo...
—Si alguien escuchara tu comentario, pensaría que yo soy cualquier cosa menos una señorita decente...
—Te amo... y eres la señorita más señorita de todas.
Reí sin poder creer el hombre que tenía a mi lado, el hombre que me había enamorado por completo y en quien confiaba todo.
—Yo también te amo. —me sonrió y me dio un beso corto mientras se volvía hacia el cielo y recibía el sol en su rostro.
—¿Vamos?
—Sí, vamos así volvemos a tiempo a la casa, al menos antes de que mis padres me regañen.
—Tu padre salió esta mañana muy temprano, tomó el carruaje.
—¿A dónde habrá ido? —David levantó sus hombros.
Montamos y nos dirigimos a mi casa. Cruzamos el campo y a medida que nos acercábamos, vislumbré la tumba de Liam bajo el árbol.
Allí estaba, con el hombre que amaba, con su mejor amigo, con su confidente, y dentro de mí deseé que Liam estuviera de acuerdo con lo nuestro, que nos diera su bendición.
—¿Estás pensando en él? —Asentí. —¿Qué te preocupa?
—¿Crees que estaría de acuerdo con lo nuestro?—me sonrió tiernamente.
—Estaría muy feliz.
Inevitablemente sonreí y él estiró su mano desde su caballo mientras tomaba la mía.
Llegamos a la casa y mientras él aguardaba en la sala, subí a mí habitación, me trepé al tejado y tomé la carta de la caja.
Bajé y él me esperaba mirando por el cristal de la ventana, supe que miraba hacia su tumba.
—¿Sucede algo? —se volvió al oír mi voz.
—Lo extraño, eso es todo, y me quedé pensando en lo que dijiste... a mí también me gustaría que supiera, contarle, que se ponga feliz por mí. Sabía que moría por ti, y que tú morías por Peter.— puse mis ojos en blanco
—Hace mucho tiempo de eso bobo...
—Igual... desearía contarle que estás conmigo, que al fin cumplo mi sueño. —Se acercó a mí y me abrazó muy fuerte. —¿Crees que merece la pena?
—¿Qué cosa?
—Arriesgarnos... podríamos casarnos e irnos. Simplemente formar nuestro hogar, tener nuestra casa y olvidar todo esto...