"Hice unos pasos y luego me volví sobre ellos. Tomé la manija y abrí"
Cecily Beaufort
Dos semanas después.
Había recibido a Peter de visita cuatro veces en las últimas semanas, y a David no había vuelto a verlo. Dentro de mí estaba destrozada, había tratado de sonar convincente, firme y fría ese día en el campo, pero jamás creí que me haría caso y que no volvería a verlo, es como si hubiera albergado la posibilidad de que de verdad me quisiera, pero esos días sin tener noticias suyas, me dolían y me lastimaba. Fue un golpe a mi dignidad, el darme cuenta que de verdad había sido todo falso. Me había repetido infinidad de veces que quererlo era una locura, que pensar en él con amor era un desacierto y que nada de lo que me había dicho era verdad.... Todo eso en vano, puesto que mi interior gritaba su nombre desde que me levantaba por la mañana hasta la madrugada que me pasaba llorando. Mi madre insistía con Peter y me cuestionaba cada vez que iba por la casa, cuándo le diría que sí; Eve se limitaba a sonreír y mi padre a guardar silencio.
No sabía por dónde seguir con lo de Liam, estaba enredada en un espiral en que volvía una y otra vez a quedarme sin nada, como si todo careciera de sentido e incluso las palabras de aquella carta de mi hermano habían empezado a borrarse de mi memoria.
—Señorita Cecily... el joven Peter está aguardando... —Cerré mis ojos, los apreté y suspire fastidiada.
—Hazme el favor de decirle que no me siento bien...
—Señorita... su madre está con él.
—¿Mi madre?
—No señorita... Lady Bradley. —Puse mis ojos en blanco y me inquieté al mismo tiempo. Me preguntaba qué razones tendría ella para ir a mi casa, no era algo muy frecuente a pesar de que se llevaba bien con mi madre.
—Está bien... enseguida bajo.
Alisé mi vestido y acomodé mi cabello, tomé las escaleras y a los pocos minutos estaba de pie en el último escalón, aguardando a que Peter se acercara a mí y me saludara con una reverencia. Me dibuje una de esas sonrisas que me salían perfectas y coloqué mi brazo alrededor del suyo mientras caminábamos hacia el sillón de la sala.
—Señora, que agradable sorpresa su visita.
—Muchas gracias Cecily... he venido especialmente a invitarlas. —me quedé expectante esperando que continuará.
—En dos días haremos una reunión en casa, un baile por la noche y una salida de cacería durante el día, por supuesto que los hombres, nosotras nos entretendremos en otras cuestiones.
—Oh... que buena idea, que ansias... —dijo mi madre y yo blanqueé los ojos para mis adentros, simplemente no quería volver a esa casa nunca más en toda mi vida.
—De seguro la pasarán muy bien... —Lady Bradley me miró extrañada. —Es que no me he sentido del todo bien estos últimos días.
—Lamento tanto escuchar eso Cecily...—Note en ella una mirada distinta, y me pregunté si realmente ese era el motivo de su visita.
—Claro que iremos las tres, y Alfred. —Interrumpió mi madre.
—No lo creo madre... —Interrumpió Eve que hacia su ingreso, acompañada de Camille. —Recuerda que padre sale en un par de días de viaje...
—Oh... lo había olvidado...
—No hay problema, pueden ir ustedes, y tú Cecily, de seguro te mejorarás pronto y te esperaré allí. —Asentí con timidez y dentro de mi supe que mi madre ansiaba uno de sus benditos encuentros con el señor Bradley, pero esta vez, yo estaba dispuesta a todo.
—¡Qué bueno que van a estar! Finalmente Georgiana me ha confirmado que podrá venir. –dijo Camille, Evelyn sonrió y yo repliqué, pues sabía que ella sabía francés a la perfección, y tenía que traducir algunas palabras de esa nota que había encontrado.
Peter había estado en silencio, aburrido o esquivo a esa conversación tan femenina, cuando terminaron de hablar, me invitó a caminar por el jardín y acepté.
—¿No quieres ir?
—No es eso... es que me cuesta volver a ver a tu padre y...
—Y a David... —me interrumpió.
—No... no es eso... —No sabía cómo decirle que tenía pavor de verlo, de que revolviera con su sola presencia, todo dentro de mí.
—No te preocupes que está poco en la casa... —se grabó en mi corazón aquella frase a fuego y traté por todos los medios de disimular.
—De verdad que no es eso... —Peter me miró y noté que quería leer dentro de mí, bloqueé mi pensamiento y proseguí. —Es que de verdad no me he sentido bien, y me da pena arruinar su baile.