"Volví a sentirme tonta y a recriminarme los arrebatos de este corazón que no aprendía a mantenerse callado y en su sitio"
Cecily Beaufort
Quisiera decir que aquel acercamiento sirvió de algo, que se alejó de Evelyn, que la evitó por el resto de la noche, que la ignoró... no sé... infinidad de situaciones que me indicaran que lo que le había escrito le había servido y le importaba, pero desde donde yo estaba, y en las pocas oportunidades en que me animé a mirarle, estaba con ellas y dos caballeros más, clara muestra que tal vez no le molestaba en lo más mínimo lo que ella pudiera hacer, o peor aún, que le entusiasmaba. Volví a sentirme tonta y a recriminarme los arrebatos de este corazón que no aprendía a mantenerse callado y en su sitio.
Inspiré profundo para tragar las enormes ganas de llorar que tenía, y miré a mi alrededor pensando la manera en que podía escaparme de allí, la hora había avanzado y muchos invitados se habían ido, por lo que me disculpé con Peter y me despedí de los otros caballeros para perderme entre los pasillos e irme a mi habitación, pero cuando pasé junto a la escalera de servicio, vi a el señor Bradley y a mi madre hablando de manera sumamente sospechosa en inmediaciones de la biblioteca. No podía oír lo que decían, pero supe que se traían una de sus salidas entre manos. Subí a mi habitación y me cambié de vestido, tomé una capa y me escabullí en la oscuridad de la cocina, esquivé invitados, carruajes y todo lo que podía delatarme. Me detuve en las caballerizas y Fancy estaba en su lugar, obviamente sin montura ni riendas. Mordí mi labio impotente, pues jamás había colocado la silla a un caballo por mi cuenta.
Miré el carruaje de los Bradley y sin pensarlo dos veces, me escondí por detrás debajo del asiento. Inspiré hondo y me repetí a mí misma que era una locura, que me bajara antes de que eso se convirtiera en otro de mis arrebatos; pero fue en vano, pues mi curiosidad y mi necesidad de aclarar todo sobrepasaron a todo lo demás, y no tenía manera de ir a caballo, no tenía luz y corría el riesgo de que me vieran. Pensé que a pesar de todo, estar en ese lugar era lo más seguro.
No sé cuánto tiempo pasó, pues estaba allí tendida, en medio de la oscuridad y el silencio. El cansancio me venció y caí rendida, dormida profundamente pues había estado levantada desde temprano y nerviosa y alterada por todo lo que pudiera pasar en ese baile que había terminado siendo un fiasco total.
El ruido de una puerta y el movimiento del carruaje al enganchar los caballos me despertaron y con mi corazón latiendo rápidamente en mi pecho, supe que no me había equivocado, y que pronto estaría descubriendo a los dos traidores.
Se escuchó la puerta abrirse, y la voz de un hombre que no tardé en dilucidar se trataba de Gregory Bradley.
—Anda, vete ya. No demores y cuando regresas, me avisas y me las entregas en mi propia mano.
—Está bien. —respondió mi madre y pude percibir a la perfección que se acomodaba en uno de los asientos.
Cerré mis ojos apesadumbrada por saber que me había equivocado y que no se encontrarían, sino más bien, mi madre se iría sola, pero a dónde, era ahora mi curiosidad.
El carruaje comenzó a moverse y me sentía acalambrada y adolorida por el traqueteo, la mala posición y el lugar tan cerrado donde me encontraba.
Por momentos dormité y no sé cuántas horas pasaron, pero de un momento a otro sentí que nos detuvimos y a mi madre que descendía. La puerta se cerró y me tuve que quedar allí hasta que oí al cochero bajar, entonces pude incorporarme lentamente, abrir la puerta y salir de allí.
Sentir el aire nocturno en mi rostro me alivió el malestar que de repente se me había instalado, me dolía la cabeza y me sentía mareada. Caminé en medio de la oscuridad y me detuve detrás de unos árboles no muy lejos de los caballos. No podía ver a mi madre, pero por las luces alrededor, noté que estaba en un lugar donde se veían guardias y oficiales, pensé que tal vez era uno de los cuarteles. Me quedé en la oscuridad un buen rato esperando a mi madre, cansada y agotada me incorporé apoyándome en un árbol, pero de repente, algo me cubrió la cabeza y no podía ver y apenas respirar. Con un solo movimiento estaba en el suelo, me colocaron algo en la boca que me impedía gritar, y sentí como ataban mis manos y mis pies. Me invadió el terror más grande y sentí mi respiración agitada. Traté de evitar por todos los medios que me detuvieran allí, me retorcí hacia todos lados, pero todo fue inútil. Me subieron a un caballo, haciendo que mi cabeza me doliera aún más y sentí nuevamente el movimiento de los cascos y el caminar del animal, que apretaba mi vientre produciéndome ganas de vomitar.
Durante el camino devolví todo lo que había comido y tuvieron que detenerse a sacarme la mordaza para que no me ahogara, grité, pero fue en vano, de seguro nos habíamos alejado y nadie iba ayudarme en medio de la nada. Volvieron a ponerme aquello en la boca y continué sobre el caballo. Me dolía absolutamente todo y maldije mis ansias de meterme en cosas complicadas y peligrosas. Cuando al fin nos detuvimos, sentí que me cargaban y pataleé con mis pies juntos tratando de liberarme, pero fue inútil. Caminaron un trecho, y cuando me bajaron me depositaron sobre algo mullido, me quitaron lo que llevaba en mis ojos y aun así, el lugar estaba tan oscuro que no podía ver nada. Sentí una puerta cerrarse detrás de mí y luego un silencio agobiante que llenaba todo.