"Eso sólo puede significar una cosa: peligro."
Liam Beaufort
Bajé de Fancy y la dejé atada en el árbol junto a la lápida de Liam. Caminé desconfiada del todo por lo que pudiera encontrar allí, atravesé la puerta y me sorprendí de verla vacía, no había absolutamente nadie, llamé a la doncella, a la criada, a la cocinera, no había nadie en absoluto. Todo estaba silencioso y se respiraba un aire demasiado extraño que me erizaba la piel y me encrespaba los nervios. Caminé hacia el estudio, no estaba mi padre, mi madre ni mi hermana.
Subí las escaleras y me asomé a la ventana de mi cuarto. Hice señas con mis manos tal cual habíamos quedado con Liam y David. Mientras supuse que ellos se acercaban, busqué mi bota desesperada y tomé todas las pruebas que teníamos sintiendo mi respiración agitada y mi corazón latiendo desenfrenado por los nervios. Guardé todo entre mis ropas y bajé las escaleras para encontrarme con ellos.
—¿Tomaste todas las cosas? —preguntó David y yo asentí.
—La casa está vacía del todo.... Es extraño, no lo entiendo.
—Eso sólo puede significar una cosa: peligro. —dijo Liam y tragué saliva nerviosa.
—¿Qué haremos?
—Debemos comunicarnos con Ross. Estoy seguro que él no está metido en esto.... Le mostramos lo que tenemos y a Liam por supuesto, que es la prueba mayor de todo esto. —tomé la mano de David y la apreté muy fuerte.
—¿Cómo podemos avisarle? Ayer mismo se volvían a Londres luego de la cacería, tal vez esté en viaje y difícilmente podamos quedarnos aquí.
—Tomemos algo de la cocina porque será mejor que te quedes en el bosque, Liam. No creo que haya lugar más seguro que ese. Busca abrigo. Tú Ceci, te quedarás con él, y yo buscaré a Ross.
—No David... no... Sin duda tu padre está buscándote... el viaje es largo y el caballo está agotado. No podrás quedarte en ninguna posada...
—No tenemos alternativa Ceci. —miré a Liam y él asintió. Yo sentí una presión en mi corazón, que se negaba rotundamente a separarse de él.
—Ve —me dijo David. —busca abrigo y algo en la cocina. —lo miré y me abracé a su cuello con todas mis fuerzas, como si quisiera guardar la sensación en mi cuerpo de su pecho junto al mío y su respirar en mi cuello.
Liam subió las escaleras y fue a cambiarse y buscar abrigo, David se quedó en la sala y yo fui a la cocina.
Tomé queso, pan y algunas frutas. Puse todo en una canasta y me detuve un instante en que oí voces.
Tomé las cosas y corrí a la sala para detenerme de improviso al ver a mi madre de pie recriminando a David.
—¡¿Dónde están?! —lo increpó
—¿Madre?
—Por Dios Cecily... te estoy buscando desde ayer...
—Sólo a mí, ¿o a Liam también? —inquirí, pues las mentiras debían acabarse de una buena vez.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
—No te hagas la tonta madre. Sé perfectamente de tus salidas misteriosas, de tus visitas a la mina y de lo cómplice que has sido para ocultar a tu propio hijo y tenerlo encerrado allí ¡Por Dios madre! Eres de lo peor... —Se lo grité todo en su cara, le falté al respeto por primera vez en toda mi vida y ella avanzó los pasos que nos separaban y me abofeteó con todas sus fuerzas.
—No te atrevas Cecily Beaufort a insultarme, acusarme o juzgarme. —yo había llevado mi mano a mi rostro y la apoyé allí, estaba caliente y me ardía, pero antes de poder pensar dos veces, me enderecé y la miré fijamente a los ojos.
—No te atrevas tú madre a ponerme una sola mano encima otra vez, no te atrevas a volver a llamarme hija, o siquiera a mirarme. Te detesto por tus mentiras, por tus ocultamientos, por engañar a mi padre, por lo que le has hecho a tu propio hijo, por lo que me has hecho a mí, por lo que has permitido que mi padre sufra pensando a su único hijo muerto... te detesto del todo. — se quedó estupefacta, y a pesar de que liberé todo lo que agobiaba mi mente, no sentí satisfacción, era mi madre, y no debía faltarle al respeto, pero estaba tan lejos de sentir a esas personas mi familia que no podía si quiera considerar tener que soportar sus maltratos y sus burlas. Ella ignoraba todo lo que yo sabía pero en aquel mismo instante se enteró de que yo no era la tonta inocentona que todos pensaban.
—¿Crees que puedes juzgarme? ¿Te has detenido si quiera una vez a pensar en lo que tú harías por un hijo? ¿Crees que es fácil dejarlo morir? Prefiero mil veces verlo encerrado a tener que pensarlo muerto, prefiero entregarme a otro hombre antes de perder la única oportunidad de abrazar a mi hijo, y prefiero tu odio a saber a mi familia en pedazos.
—¿Y cómo crees que estamos? ¿Enteros? —largué una carcajada irónica. — ¿Pretendes darme lástima, o que me ponga en tu lugar? Olvídalo. Si así fuera, yo hubiera declarado todo a las autoridades... lo que pasa es que tu prefieres la vida así... seguir de baile en baile, que tu esposo esté de viaje la mayor parte del tiempo para tú darte tus salidas amorosas, y a tu hijo resguardado para poder seguir recibiendo tu parte de dinero y vivir a tus anchas... —me miró y supe que todo lo que dije le dolió, pues no quitó sus ojos de los míos, y desde donde yo estaba, podía percibir en ellos el latido de la lágrima que estaba por salir.