"Me hice camino entre las personas y me olvidé hasta de sudar, puesto que me encontré de frente con su pecho y me aferré a él con todas mis fuerzas"
Cecily Beaufort
El carruaje se detuvo en la callecita estrecha, el cochero ayudó a descender a mi tía, y luego me extendió la mano para que pudiera bajar.
Miré alrededor mientras me acomodaba el sombrero que ella había insistido por todos los medios que me colocara. Según ella, la última moda traída de Europa, para mí, un ridículo accesorio que molestaba con las plumas en mi frente y me daba cosquillas.
El puerto estaba atestado de gente, el sol daba de lleno en el agua del mar que lo reflejaba con hermosos destellos blancos y amarillos, el olor a pescado inundaba mis fosas nasales quitando todo lo poético de la vista y recordándome los meses de viaje hacia América y los mareos, de repente me invadieron unas enormes ganas de vomitar.
—No se te ocurra dar un espectáculo Cecily —me detuvo mi tía al notar como había llevado mi mano a mi vientre, e imagino que el color de mi piel se debió haber puesto muy blanco.
—Lo siento tía...
—Piensa en algo bonito... en el aroma de las rosas... —asentí mientras llevaba un pañuelo a mi nariz e inspiraba su perfume.
Caminamos por el muelle que estaba repleto de gente y fijé mis ojos en el barco atracado en él. Deseé de todo corazón que Lisbeth hubiera venido, verla a ella sería como ver a David, y tal vez se había decidido finalmente a venir, me sentiría muy acompañada teniendo una amiga con quien compartir.
—Debimos decirle a O'Brien que nos acompañara... no es bueno que estemos las dos solas aquí. —dijo de inmediato vio a un marinero desgarbado y sucio, yo por mi parte miré hacia el mar y blanqueé los ojos una vez más.
—Tía, él tiene sus obligaciones y no es bueno que lo estemos molestando a cada instante.
—Si para él no es molestia, le encanta compartir contigo...
—Tía... no me diga eso por favor...
—Lo siento, pero es la verdad. Imagino que encantado del todo nos hubiera acompañado.
—¡Allí están bajando los pasajeros! —dije señalando la rampa por donde comenzaban a bajar, y de paso distraer esa conversación. Deseaba que dejara de presionarme con ese hombre, que por maravilloso que fuese, no amaba ni deseaba amar. Prefería quedarme con los recuerdos de David.
Luego de ver por un rato las familias reencontrarse, esposos abrazarse, hijos a sus padres., y toda clase de demostraciones afectuosas, divisé a Liam —¡Liam! —grité con todas mis fuerzas mientras levanté mi mano con el pañuelo en ella y lo moví de un lado a otro. Todo eso hasta que sentí el codo de mi tía clavado en mi costado.
—Compórtate por favor Cecily. —Reí entusiasmada por ver a mi hermano y por la manera en que mi tía se escandalizaba.
Me hice camino entre las personas y me olvidé hasta de sudar, puesto que me encontré de frente con su pecho y me aferré a él con todas mis fuerzas.
—¡Liam! Te he extrañado tanto...
—Ceci... loquilla... de seguro ya le has dado vuelta la casa a tía Margot. —me separó levemente de él, llevaba un fino bigote que le quedaba espantoso. Lo miré y fruncí mi nariz.
—¿Qué es esto? —lo hice reír.
—¿No te gusta?
—Te envejece diez años, Liam
—Mejor... así parezco más el Capitán Liam Beaufort. —reí mientras se erguía y acomodaba la solapa de su levita.
—Liam querido...
—Tía Margot, no te había visto...
—¿Cómo ibas a verme si esta cabra loca salió corriendo y me dejó sola?
—Lo siento tía. —reímos.
—¿Cómo has estado?
—Muy bien... sobretodo porque cuento con la compañía de esta jovencita, que es bastante terca para mi gusto... —Liam sonrió y me pellizcó la mejilla como solía hacer cuando éramos pequeños.
—¿Qué has sabido de mamá y de Eve? —su rostro cambió por completo.
—No lo están pasando muy bien... De la casa no quedó mucho y restaurarla es costoso... estoy ayudando en eso y mientras, se están arreglando en la posada, pero te imaginarás que no ha tardado en correr la voz por el pueblo. —Imaginé a lo que se refería. —Yo les envío dinero, pero para serte franco cada vez se me hace más pesado. Tal parece que no se dan cuenta que no pueden llevar la vida de antes... Y Evelyn espera aún al duque para casarse... —puso sus ojos en blanco y yo sonreí. —que imagínate, cada vez está más lejos la posibilidad, sobretodo mientras sigan parando en la posada dos mujeres solas.
—Sí... lo imagino.
—Muy bien... ¿vamos a casa? —interrumpió tía Margot, a las claras que no soportaba el olor.
—Eh... —noté dubitativo a Liam y lo vi volverse mirando entre la multitud. —Bueno... —dijo finalmente y comenzamos a caminar.
Tomé de la mano a mi hermano que se veía tan extraño con ese bigote, mientras nos hacíamos paso entre las personas abarrotadas hacia el carruaje.
—Espera... debo buscar mi baúl...