PRÓLOGO

No sé en qué momento aprendimos a llamar “exageración” a una petición de ayuda.
Ni cuándo decidimos que estar roto era algo que debía esconderse.

No escribo esto para que me lloren.
Lo escribo para que miren distinto.
Para que pregunten una vez más.
Para que no crean en sonrisas perfectas.
Para que entiendan que nadie debería cargar solo con todo.

Yo no quería morir.
Quería dejar de doler.
Si estás leyendo esto y algo en tu pecho se aprieta, por favor, no hagas lo que yo hice.
Habla. Pide ayuda. Insiste. Tu dolor es válido incluso cuando no se nota.

Ojalá alguien me hubiera dicho que pedir no era molestar.
Que romperse no te hace débil.
Que quedarse también es una forma de valentía.
Si esta historia logra que una sola persona se quede…
entonces, por fin, mi voz no fue en silencio.