Todo Lo Que Fui

MATTEO INTENTÓ QUEDARSE

Matteo no sabía exactamente qué me estaba pasando.
Solo sabía que ya no era la misma.

Antes, yo llenaba los espacios aunque no hablara. Ahora los vaciaba incluso cuando estaba presente. Me sentaba a la mesa sin tocar la comida. Contestaba con monosílabos. Miraba el teléfono como si ahí hubiera algo que me sostenía, cuando en realidad solo me distraía de mí misma.

Una tarde, él decidió no irse.
No volvió a la universidad ese día.
No salió con sus amigos.
No dejó que la casa volviera a tragarme en silencio.
Se sentó frente a mí en la cocina.

—Ya no basta con que me digas que estás bien —me dijo, sin dureza—. No lo estás.

Sostuve la taza entre las manos sin beber.

—Estoy cansada, nada más.

—No. —Negó despacio—. Estás triste de una forma que no se quita durmiendo.

Alcé la vista, incómoda.

—No empieces.

—Tori… —dijo con un hilo de voz—. No tienes que poder sola.

Eso fue lo que me rompió.
Porque llevaba años demostrándome que sí podía.
Porque si aceptaba que no, todo se venía abajo.

—No necesito ayuda —respondí demasiado rápido—. Deja de exagerar.

Matteo apretó la mandíbula.

—Te vi llorar.

—Eso no significa nada.

—Vi cómo te tapas los brazos.

—Es frío.

—Te escucho respirar como si te doliera el pecho.

—¡Ya basta!
Me puse de pie tan bruscamente que la silla cayó hacia atrás.

—No me mires como si estuviera rota —dije con rabia contenida—. No me trates como si fuera un problema.

—Jamás fuiste un problema.

—Entonces deja de actuar como si yo no pudiera con mi vida.

Matteo se quedó en silencio.
Porque lo que yo le estaba diciendo no era que no sufriera.
Era que no estaba dispuesta a dejar que nadie lo viera.

—Solo quiero quedarme —dijo—. Solo quiero que no estés sola.

—Ya lo estoy. Desde hace años. Y estoy viva.

Eso fue un golpe bajo. Uno que no buscaba herir, pero que igual dolía.
Matteo me miró largo rato.

—Prométeme que, si alguna vez te sientes en peligro, me vas a buscar.

Dudé apenas un segundo.

—Te lo prometo.
Era mentira.

Pero era una mentira dicha con calma.
Y eso la hacía aún más peligrosa.

Esa noche, Matteo se fue con una paz que no era real.
Y yo volví a mi habitación con la sensación de haber ganado una batalla…
aunque en realidad había perdido la oportunidad de ser sostenida.




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