Todo Lo Que Fui

LO QUE NO ERA AMOR

Esa noche, no busqué a Thom.
No porque no quisiera.
Sino porque no me atrevía.

Había demasiadas luces.
Demasiadas miradas.
Demasiadas ganas de no sentir.

Tomé la primera copa sin pensarlo.
La segunda para no recordar.
La tercera para no preguntarme nada.
Y después… dejé de contar.

Las risas me salían más altas.
La sonrisa más amplia.
El cuerpo más ligero.

Como si, por unas horas, pudiera olvidar que algo dentro de mi siempre pesaba.
Fue entonces cuando él apareció.
No era nuevo.
Ya habíamos hablado antes.
Ya habíamos reído.

Él me miraba como si me entendiera… o al menos así lo sentí yo.

—No pareces bien —me dijo él, cerca, demasiado cerca.

—Eso dicen siempre —respondí, riendo.

Me tomó la mano.
Y no la solté.

No porque quisiera algo.
Sino porque no quería estar sola.
Todo pasó rápido.

Demasiado rápido para alguien que ya iba rota.
Luces que se apagan.
Un asiento trasero.
Besos que no preguntan nada.

Un cuerpo que se deja usar porque no sabe cómo pedir que lo cuiden.
Después… nada.
Silencio incómodo.
El coche deteniéndose en medio de una carretera apenas iluminada.

—Esto no fue nada serio, ¿sí? —dijo él, sin mirarme siquiera—. Yo no quiero problemas.

Me se quedó quieta.

—¿Qué?

—Solo fue… un rato. Tú lo sabías.

No, no lo sabía.
Pero ya era tarde para decirlo.
Él abrió la puerta.

—Bájate aquí.

El frío me golpeó las piernas primero.
Luego el pecho.

El coche arrancó sin despedida.
Me quedé sola, con la noche, con el cuerpo temblando, con algo roto que no sabía cómo nombrar.
Regresé como pude.

Caminé sin rumbo.
Con el orgullo hecho polvo.
Con el estómago revuelto.
Con la cabeza girando.

En el baño ya no pude sostenerme.
Me arrodillé.
Y lo saqué todo.
No solo el alcohol.
También el vacío.
La vergüenza.
La sensación de haber sido invisible.
Las lágrimas llegaron después.
Silenciosas.
Dolorosas.
Incontrolables.

—Tori…

La voz de Alessia temblaba.
No preguntó nada.
Solo estuvo.
Me sostuvo el cabello.
Me pasó agua por el rostro.
Me cubrió con su abrigo.

—No estás sola —me susurró—. No ahora.

No pude responderle.
Me sacó por la puerta trasera.
Lejos de las luces.
Lejos de las miradas.
Y entonces lo vi.

Thom.
No dijo nada.
Solo me miró.
Y entendió.

—La llevo yo.

No me cargó como un héroe.
Me sostuvo como quien sostiene algo frágil.
Entre los dos me llevaron a mi habitación.

Alessia me dejó en la cama.
Me quitó los zapatos.
Me cubrió con la manta.

Thom se quedó en la puerta.
No entró.

—No tienes que hacerte esto —dijo en voz baja.

No respondí.
Dormía.
O fingía dormir.
Pero por dentro, algo se estaba hundiendo más profundo de lo que nadie podía ver.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.