Todo Lo Que Fui

EL NOMBRE QUE AÚN ME DOLÍA

Supe que algo estaba mal desde que desperté.
No fue un pensamiento claro.
Fue una sensación.
Ese peso en el pecho que no se va ni siquiera al abrir los ojos.

Alessia no me escribió ese día.
Thom tampoco.
El pasillo de Blackmoor estaba más silencioso de lo normal.
Como si todos supieran algo que yo no.

Y, aun así, cuando abrí la puerta de mi habitación al mediodía…
lo vi.
De pie, junto a la ventana.
Matteo.
Mi hermano.

Por un segundo pensé que mi mente me estaba jugando una broma cruel.
Una alucinación.
Un deseo proyectado.
Pero él se giró.
Y sus ojos estaban rojos.

—Tori…

Y esa sola palabra fue suficiente para romperme por dentro.

—¿Qué haces aquí? —susurré, con la voz temblando.
Matteo dio dos pasos hacia mí.

—Me llamaron.

El aire se me fue del cuerpo.

—¿Quién?

Aunque ya sabía la respuesta.

—Thom. Y Alessia.

Todo me cayó encima al mismo tiempo.
El miedo.
La traición.
La vergüenza.
La culpa.

—No tenían derecho…

—Sí lo tenían —me interrumpió, con una voz firme pero fracturada—. Porque sigues diciendo que estás bien… y te estás muriendo delante de todos.

Nos sentamos en la cama.
Uno frente al otro.
Como cuando éramos niños.

—Te prometí que iba a estar bien —dije, bajando la mirada—. Te prometí que Blackmoor era mi nuevo comienzo.

—Y te creí —respondió—. Porque siempre te quiero creer.
Silencio.

—¿Desde cuándo, Vittoria?

No respondí.

—¿Desde cuándo te haces daño?

El nudo en la garganta me ahogó.

—No te lo iba a decir…

—¡Era mi responsabilidad saberlo! —su voz se quebró—. Yo me fui, Tori. Te dejé sola… y mírate ahora.

—¡No es tu culpa! —grité—. ¡Nunca lo fue!

—Claro que lo fue —susurró—. Porque tú siempre cargas con todo sola… y yo fui el primero que lo permitió.

En ese momento tocaron la puerta.
Alessia entró sin levantar la vista.
Thom venía detrás.

—Lo siento —dijo ella, con la voz rota—. Lo hicimos porque teníamos miedo.

Los miré.
Había rabia en mis ojos.
Pero había más miedo que enojo.

—Me traicionaron.

—No —dijo Thom—. Te elegimos viva, aunque nos odiaras.

Eso fue lo que me hizo llorar.
Matteo se puso de pie.
Caminó despacio.
Respiró hondo.

—¿Te has querido ir?

No respondí.
El silencio habló por mí.

—¿Te has querido ir, Tori? —repitió.

Las lágrimas empezaron a caer sin control.
—Todos los días.

Thom bajó la cabeza.
Alessia sollozó.
Matteo cerró los ojos.
Como si esas palabras pesaran demasiado.

—Yo no vine a regañarte —dijo al fin—. Vine porque aún estás aquí. Y eso… eso todavía importa.

Por la tarde caminamos por los jardines de Blackmoor.
Los cuatro.
No hablábamos mucho.
Solo existíamos.
En un banco, Matteo tomó mi mano.

—No te voy a obligar a ser fuerte —dijo—. Ya lo hiciste demasiado tiempo.

Apoyé la cabeza en su hombro.
Como cuando era niña.

—Tengo miedo —susurré.

—Yo también.

Pero esa noche, cuando todos se fueron…
y volví a quedarme sola en mi habitación…
no pensé en la promesa.

No pensé en el futuro.
Solo pensé, con una calma que me dio miedo:
Ahora todos me están mirando…
ahora sí tengo que aprender
a desaparecer
sin que nadie lo note.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.