Todo lo que no te dije

Capitulo tres

ALEXIS TORRES

Cuando estábamos en la enfermería, no podía ver mi vida con un solo ojo.
Si me quedaba así, me dirían que era un pirata.
Imaginé todo lo que mis amigos podrían decir, y aunque Max fue quien me obligó a ponerme el parche, realmente vi que estaba muy preocupado por mí.

Antes de que dijera algo, alguien se recargó en la puerta.

—Los estaba buscando —dijo con una voz fría y somnolienta.

Jaden, de vez en cuando, se enojaba cuando lo excluíamos… pero él mismo se desaparecía sin avisar.

—El que busca, encuentra —respondió Max, cruzándose de brazos.

—Supe que Josh hará una fiesta porque sus padres no estarán, y quiero ir… pero también quiero que me acompañen —nos abrazó. Esa era su forma de manipularnos para que dijéramos que sí.

—A mi papá no le gustará que vaya. Es obvio que dirá que no —dije.

Conociendo a mi padre, sabía que no aprobaría nada.
Jaden, a pesar de todo lo que soporta —golpes, humillaciones, igual que yo—, siempre logra sonreír.

—¡Vamos! Necesito oxigenarme. Ser hermano mayor es difícil cuando tienes una niña de cuatro años. ¿Quieres ir conmigo, Max?

—Claro, ¿por qué no? —respondió tranquilo.

—Entonces iré solo, sin mis mejores amigos —se cruzó de brazos, fingiendo estar ofendido.

—Bien —dijo Max—. Iré, pero solo un rato.

—Yo también quiero ir —añadí.

Al final, acepté ir. Terminó el receso y Yara no dejaba de mirarme; me sentía incómodo.
Seguí con las clases, pensando en cómo podría pedirle permiso a mi padre para salir esa noche.
Necesitaba una estrategia.

Pensé en eso durante todas las clases, hasta la hora de salida.

Cuando caminaba a casa junto a Jaden, Yara me tomó de la mano. No estábamos lejos de la escuela, pero creo que todos se dieron cuenta del beso que me plantó.

—En el receso quería decirte que me atraes mucho… y quería conocerte mejor. ¿Qué opinas?

Opino que te largues de mi vista, pensé. Pero no podía decirlo.
Solo alcancé a ver cómo el chofer de Max le cerraba la puerta del auto.
Miré a Yara y asentí. Me dio otro beso en la mejilla antes de irse.

Jaden se quedó estupefacto, como siempre.

—Es la primera vez que veo que una chica te besa —dijo, sorprendido.

—¿Y qué? Sarah sabe que te has bajado a todas las de aquí. Yara no se salva —susurré.

—No pensé enamorarme de alguien como ella. Quiere mucho a Emely, y eso me basta.

Sarah no me da confianza… pero verlo feliz, aunque en casa todo sea distinto, me tranquiliza un poco.
Caminamos media hora hasta la casa, y durante todo el camino Jaden no dejó de hablar de ella.

En medio del trayecto, encontramos una publicidad:

—“La familia Torres, cada día más fuerte. Hijo mayor deja la base militar para ser empresario junto a su esposa” —leí en voz alta, viendo el letrero.

—Quién lo diría —respondió Jaden—, con tanto dinero… y vivimos como en la miseria.

Le puse una mano en el hombro.

—No importa. Vámonos antes de que él llegue a almorzar.

Si hay alguien que odia a mi padre, es Jaden. A veces me pregunto cómo puede guardar tanto rencor.

Después de media hora caminando, llegamos a la casa… y, para nuestra mala suerte, mi padre ya estaba allí, sentado en el comedor.

—¿Por qué llegan tarde? —preguntó hojeando el periódico.

Esa voz fría me heló la sangre. Me disculpé, pero Jaden solo se sentó al otro extremo de la mesa.
Mi madre sirvió la comida en silencio. El ambiente era sofocante.

Jaden, en casa, siempre se volvía una persona distinta. Mi padre lo hacía sentir inferior.
Nos sentábamos separados: mi padre, mi madre y yo en un extremo; Jaden y Emely en el otro. Dos sillas entre nosotros… a propósito.

—Papá, quisiera pedirte permiso para—

—Tu abuelo quiere verte en la fiesta de inversionistas —interrumpió.

Toda la mesa bajó los tenedores. Cuando mi abuelo pedía algo, era ley.
Así que la fiesta de Josh se acabó.
Jaden se quedaría cuidando a su hermana, y yo tendría que acompañar a mis padres.

Mi padre nunca vio a Jaden como un hijo. Creo que ni siquiera lo intentó.

—Jaden se quedará en casa, cuidando a su hermana. Esa es su labor… como huérfano que es —dijo con frialdad.

Jaden se levantó sin decir nada y se fue a la habitación.
Mi madre intentó seguirlo, pero mi padre la detuvo sin mirarla.

—Siéntate, Katherine.

Ella obedeció.

Agaché la cabeza. No podía más.

—No quiero ver a mi abuelo —dije, firme.

Él se levantó. No alcancé a verlo, solo sentí mi cabeza caer sobre la comida recién servida.

—¿Crees que puedes decirme lo que quieres hacer? —gritó—. Irás quieras o no, porque somos la familia Torres. Tú no tienes voz en esta casa. Solo sirves para obedecer.

Me soltó. Me levanté al instante, limpiándome la comida del rostro.
Nos miramos frente a frente. Yo hervía por dentro.

—No puedo creer que me odies tanto, papá. Soy tu único hijo, y me tratas como si no lo fuera.

—No lo eres —dijo con dureza—, porque yo no te pedí.

Sus palabras dieron justo en el blanco.

Una vez me dije que, si mi padre me pedía perdón, lo perdonaría.
Porque yo jamás sería como él.
De niño soñaba con un padre que jugara conmigo, que sonriera…
Pero ahora veo la realidad, y me pregunto si de verdad soy su hijo.

Mi padre me miró y se fue.
Sentí la respiración agitarse. No podía creer que le hubiera hablado así.

Fui a la habitación que compartía con Jaden y Emely. Ellos jugaban con muñecas. Cerré la puerta de golpe, aún temblando.

—¿Qué pasó? —preguntó Jaden.

—Tengo que hacer algo para no ver a mi abuelo. Quiero ir a esa fiesta.

—Nunca he visto a tu abuelo ni a tus tíos —respondió.

—Conozco a mi abuelo… si mi padre es el diablo, él es el demonio.
De mis tíos, no conozco a ninguno. Es imposible verlos.



#2019 en Otros
#413 en Relatos cortos

En el texto hay: #drama, #romanceadolencente, #silencio

Editado: 16.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.